EL PAíS › QUE PIENSA Y QUE QUIERE EL CANDIDATO DEL PT

¿La Copa es para Lula?

¿Luiz Inacio Lula Da Silva es un converso que se hará neoliberal? ¿Un político de izquierda con vocación de gobierno? Y en todo caso, ¿qué busca el Partido de los Trabajadores para Brasil? ¿Qué efecto tendrá sobre la Argentina? Con Lula en el 46 por ciento de la intención de voto, conviene afinar el lápiz sobre qué pasa con los vecinos más allá de la Copa del Mundo.

 Por Martín Granovsky

Es curioso lo que sucede en la Argentina con Luiz Inacio Lula Da Silva, el candidato del Partido de los Trabajadores para las elecciones brasileñas del 6 de octubre. Luis Zamora dice que Lula es una especie de Chacho Alvarez. El establishment lo ve como una especie de Luis Zamora. Y ninguno de los dos tiene razón. Lula ya alcanza el 46 por ciento de la intención de voto. No es seguro que sea el próximo presidente, pero podría. Más allá de los prejuicios y el miedo, ha llegado el momento de que la Argentina lo entienda.
Tras ocho años de Fernando Henrique Cardoso, a los 56 años Lula competirá por cuarta vez en una presidencial. Lo hará contra el oficialista José Serra, el evangelista Anthony Garotinho del Partido Socialista de Brasil, el centroderechista Ciro Gomes y el extraño Enéas Carneiro. El principal competidor, Serra, está muy golpeado. El viernes la revista Istoé publicó que su preferido para la vicepresidencia, Henrique Alves, tendría depositados en paraísos fiscales unos 15 millones de dólares que no declaró al fisco, según se desprende de su juicio de divorcio.
El jueves, en Buenos Aires, la Compañía de Asesores Latinoamericanos que dirige Horacio Rodríguez Larreta convocó a un pequeño grupo de empresarios a escuchar a Alexandre Barros, un analista brasileño de riesgo político. Barros no es del PT, pero menos es un consultor ignorante. Estas fueron algunas de las ideas de su charla:
- “No le tengo miedo a Lula, temo el efecto de los que sienten miedo por Lula. Con la economía pasa como cuando hay fuego en un teatro: los que pueden no esperan ver la llama para salir; huyen con el olor a humo”.
- “Lula presenta una imagen más moderada, los otros candidatos son malos y la gente se cansó de Cardoso y quiere cambios”.
- “El capital financiero tiene miedo, pero en general el miedo a Lula está bajando”.
- “Es difícil que sigan las privatizaciones, gane quien gane, por lo cual el problema fiscal será mayor, y sin dudas habrá investigaciones sobre cómo se hicieron las privatizaciones anteriores”.
- “El próximo gobierno será menos cordial con los empresarios. Las multinacionales que ya están en Brasil, siguen allí. Si Lula gana, esperarán seis meses antes de tomar decisiones”.
- “Aumentará la violencia”.
- “Las condiciones mundiales serán peores para el próximo presidente”.
- “El real se devaluará, será difícil bajar el desempleo y no habrá luna de miel con el sucesor de Cardoso, sea quien sea”.
“Argentinos, no se sientan solos”, pareció ser el lema de Barros en esta descripción que, como se ve, excede el fenómeno Lula. Y sin embargo, aquí no hay nada parecido a un PT, esa organización de izquierda no dogmática, democrática, más un frente que un partido, que consiguió 22 millones de votos en las últimas elecciones, dirige los principales sindicatos industriales y gobierna estados como Rio Grande do Sul y ciudades como San Pablo.
Por esa experiencia de gobierno es que Lula advierte que no dejará que se dispare la inflación, lo que hizo decir al ex ministro de Comunicaciones Luis Carlos Mendonça de Barros que “el PT es un cristiano nuevo recién convertido a la economía de mercado”.
El vocero económico de Lula, Guido Mantega, de quien se publica una columna aquí al costado, suele prometer que el PT en el gobierno no buscará renegociar la deuda, sencillamente porque no lo necesita: la mayor parte es privada, y la deuda pública solo llega a los 50 mil millones de dólares, sin problemas de vencimiento. Lula no eliminará de inmediato el impuesto al cheque, aunque sí promete mejorar la progresividad del sistema impositivo, “para que los de abajo paguen menos o no paguen”.
Mantega afirmó en un seminario realizado esta semana por la consultora Tendencias en San Pablo que el PT no cerrará la economía, “sino que tendrá una política comercial más agresiva y no aceptará sin reaccionar las barreras comerciales impuestas por los Estados Unidos”.
Un discurso moderado pero industrialista, con una promesa que fastidia a los ortodoxos. Mantega dijo que “si Lula es electo el presidente del Banco Central Arminio Fraga se irá y el BC no será independiente, porque hace falta una dirección técnica con autonomía operacional pero removible por el presidente de la República”.
Y un discurso, también, mercosurista, porque el PT se opone a una integración frívola del Cono Sur al Area de Libre Comercio de las Américas, el proyecto norteamericano de liberalismo comercial de una sola vía, la dirección norte-sur. El ALCA, de todos modos, es un tema cada vez menos práctico y más ideológico. Con el Congreso norteamericano obsesionado por aumentar los subsidios a los productos agrícolas y por levantar nuevas barreras al acero importado, ¿qué productos podría colocar el Mercosur en el mercado estadounidense?
Será en este sentido que la relación con los Estados Unidos formará parte de la campaña electoral. En cuanto a la Argentina, estará presente no tanto como socio sino como fantasma.
“Lula dirá: Miren a la Argentina, eso le pasa a un país cuando se aplican las políticas liberales”, pronosticó el cientista político Murilo Aragao en charla telefónica con Página/12. “Y Serra también pedirá mirar a la Argentina. Dirá: ¿Ven lo que le pasa a un país cuando no tiene una conducción segura y tranquila?” Para Aragao, la campaña en serio no empezó, las cartas están abiertas, hay segunda vuelta y las tendencias se definirán más finamente recién después de la Copa del Mundo, en julio.
Los brasileños aún no dibujan escenarios sobre el efecto de un eventual triunfo de Lula en la Argentina. Bastante tienen con lo suyo y además el juego está demasiado indefinido.
Sacando, por un momento, el espacio de los sentimientos de la izquierda y el centroizquierda de todo el continente, que sin duda festejarán un triunfo del PT en medio de un mundo gobernado por George W. Bush, Lula presidente desde el 1 de enero del 2003 abre posibilidades distintas.
Habría un espacio mayor para una coordinación de ambos países dentro del Mercosur, siempre que aquí gobierne una administración que quiera y pueda aprovechar un Brasil internacionalmente más agresivo.
Si Brasil sufre una inestabilidad aguda, natural y/o provocada, la Argentina padecerá un problema más. Es iluso suponer que el miedo al contagio “populista” de Lula hacia la Argentina garantizará un paquete de ayuda suculento. Más aún: ninguna ayuda compensará la pérdida del mercado brasileño, hoy el principal socio comercial de la Argentina. Y nada mitigará la desgracia económica, espiritual y política de tener al lado un gigante inestable.

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