EL PAíS › OPINION

Un único país

Por Eduardo Aliverti

¿Cuántas Argentinas hay? ¿Dos, tres, varias? Por ejemplo, se podría hablar de una Argentina mediática. En ese país ya es cosa de todos los días encontrarse con titulares y noticieros que informan una recuperación económica casi espectacular. En ese mismo país y sin más esfuerzo que el de hurgar en páginas alejadas del podio o esperar a las “breves” de los cierres de bloque, en los noticieros televisivos, también puede tenerse la sensación de otro país, con geografías sociales crecientemente conflictivas y hasta paralizadas. En Salta, en Chaco, en La Pampa, en Santa Cruz, en Chubut, en Río Negro, y vaya si en territorio bonaerense, y la lista es incompleta, con diferentes graderíos hay una serie inusitada de paros y marchas y cortes de ruta y tomas, por parte de docentes, médicos, municipales, metalúrgicos, trabajadores de la construcción, de la pesca, del petróleo. Se requiere, claro, un espíritu mínimamente inquieto para tomar nota de ese otro país. Porque en lo mediático hay provincias que, si es por la atención que les presta la prensa de alcance nacional, están desaparecidas.
Y si es por “desapariciones”, puede pensarse también en la Argentina parlamentaria. Hace tiempo que el ciudadano común no tiene registro de que el Congreso Nacional esté en actividades. En parte porque ambas Cámaras se convirtieron en una mera escribanía de las decisiones del Ejecutivo; y en parte porque, quien más/quien menos, los legisladores sólo están abocados a la transa de las internas de cara a octubre. La cuestión es que el Congreso sólo tiene existencia virtual. No está, es como si se lo hubiese tragado la tierra. ¿Es ése un país aparte?
Otro paradigma de la eventualidad de varias Argentinas vendría a ser el país político-partidario, que muestra dos variantes. Hay una lucha encarnizada, en la que se destacan largamente los choques ya insoportables entre kirchneristas y duhaldistas pero, en homenaje a la objetividad, esa impresión atraviesa a todo el arco dirigente y excede a los topetazos, porque además hay pases y apariciones dignos de un mercado futbolístico en manos de intermediarios. La alianza de El Gordo y el Flaco no termina de dar pie con bola y hasta se le bajan candidatos en medio de conferencias de prensa. La izquierda y la centro-izquierda reproducen su eterna vocación de astillamiento, casi sin excepciones. Y Carrió, que tiene la particularidad de llegar a ser indescifrable, presenta como cabeza de lista porteña nada menos que a un ahijado político de Fernando de la Rúa. En cambio, en la variante 2 de ese país de dirigencia política en el que es prácticamente imposible hallar una sola discusión ideológica de fondo, no hay ningún otro país sino el país de siempre, porque esa dirigencia obra como decorado institucional de lo que decide el poder de los dueños de la economía.
Si se sigue la lógica de que hay lógica, las contradicciones desaparecen. Sea que quiera hablarse de una Argentina que crece o de una que está volviendo a las posiciones previas a la recesión, el acumulado de ese crecimiento o recupero se lo llevan los mismos y grandes grupos concentrados de los últimos 30 años (con algunas variaciones de nombres, que no hacen al fondo del asunto). Francamente ya aburre continuar con esta lata elemental, pero si cada vez menos se llevan cada vez más y viceversa; si la torta es cada vez más grande y el reparto más injusto, no se ve cuál es la antítesis entre, por caso, el consabido boom de la soja y provincias de la propia pampa húmeda donde no funcionan ni las escuelas ni los hospitales públicos. En igual sendero de contradicciones resolubles, si la política argentina tiene tanto para decir pero tan poco para actuar, de tanto que quedó parásita de los oligopolios y monopolios y cuasimonopolios, el Congreso y la dirigencia política son tributarios de esa correlación de fuerzas. No puede esperarse otra cosa, en consecuencia, que el lamentable espectáculo de un Parlamento vacío de poder y una parva partidaria apenas inquieta por la conformación de listas electorales. Descubrir varias Argentinas no tiene sentido. Hay una sola, partida casi exactamente al medio entre los más o menos 20 millones de habitantes que se quedaron adentro y los que entre el afuera y el agarre de un alambre conforman los más o menos 20 millones restantes. Las noticias y hechos y sensaciones que tan antitéticos parecen, al cabo no son más que funcionales a esos dos sectores de ese único país Belindia. Ese único país en el que la capacidad de consumo desaforado de teléfonos celulares es similar a la de consumir pibes en desnutrición o trabajo infantil.

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