EL PAíS

Libro de las asambleas, impreso en taller ocupado

Los vecinos organizados ya tienen su primer libro, nacido de sus medios de comunicación e impreso en una imprenta en conflicto, bajo custodia policial.

 Por Miguel Bonasso

Las asambleas vecinales ya tienen su propio libro, que fue impreso, como no podía ser de otra manera, en una noche agitada, en una imprenta vaciada por su dueño y autogestionada por los trabajadores, bajo la mirada adusta de unos policías que tenían instrucciones judiciales de cerrar el taller e impedir la impresión. El libro se llama simplemente Qué son las asambleas populares y reúne, en democrática coyunda, trabajos de intelectuales reconocidos y vecinos anónimos que no escriben nada mal. Lo publicaron, en forma conjunta, ediciones Continente y Peña Lillo. El editor de Continente es Jorge Gurbanov, un asambleísta de Palermo caracterizado por un irreductible voluntarismo.
La idea de hacer un libro sobre las asambleas populares surgidas a partir de la emergencia ciudadana de diciembre nació hace un mes, mientras los vecinos de Palermo organizaban lo que se llamaría “La Trama”, un vertiginoso programa que sumó más de doscientas actividades político-culturales en apenas dos días, el 25 y el 26 de mayo. En esa vorágine hubo de todo: cine, teatro, música, exposiciones, talleres, charlas, debates y mesas redondas. También el lanzamiento callejero del libro Qué son las asambleas populares, que se llevó a cabo, contra viento y marea, en la esquina de Humboldt y Costa Rica. La obra reúne trabajos de Stella Calloni, Rafael Bielsa, Cristina Feijóo, José Pablo Feinmann, Leonardo Pérez Esquivel, Herman Schiller entre otros autores de diversas posiciones ideológicas y políticas. En el prólogo, el editor reivindica específicamente esta diversidad de los aportes: “Quien espere encontrar en él una producción intelectual homogénea se equivoca: la homogeneidad del pensamiento entre los sujetos que conforman una comunidad es, cuando menos, una falacia”.
Como integrante de la Asamblea Popular de Palermo, Gurbanov decidió “poner su profesión de editor” al servicio del movimiento asambleístico y consiguió que se le sumara Peña Lillo, la editorial que en los sesenta y setenta ejerció una gran influencia político-cultural sobre un sector de la militancia con la publicación de varios clásicos de la línea nacional y popular, como Arturo Jauretche.
El libro se terminó de imprimir y encuadernar en la vieja imprenta Gaglianone, quebrada por la patronal y sostenida por sus veteranos obreros que conformaron la Cooperativa Chilavert para autogestionarla. En el interior de Chilavert 1136 los cooperativistas maniobraban los pliegos, en la calle se producía una curiosa escena: tres camiones ocupados por trabajadores de otra cooperativa se estacionaban de culata sobre la vereda, para impedir que la policía cumpliera la orden del juez que conducía la causa de quiebra y colocara la faja de clausura. Mientras policías, abogados de la cooperativa IMPA, vecinos y asambleístas discutían acaloradamente en la calle Chilavert, adentro de la imprenta Gaglianone .–fundada hace sesenta años– ocho gráficos con más de cuatro décadas de antigüedad en el oficio echaban a andar máquinas que habían estado paralizadas durante los últimos dos meses.
La conmovedora escena nocturna parecía arrancada del film Los compañeros, de Mario Monicelli: en tanto los trabajadores que habían evitado el vaciamiento de la imprenta finalizaban la impresión del libro de las asambleas con un generador a gasoil, porque Edesur les había cortado la electricidad, los asambleístas de Pompeya y otros barrios que se iban sumando les cuidaban las espaldas puertas afuera. La cuadra estaba ocupada por bancales de madera preparados con papeles para prender fuego, y un cantero roto por uno de los camiones que estacionó sobre la vereda podía proveer de cascotes a los obreros para enfrentar a la guardia de infantería y otros efectivos policiales apostados en las esquinas, con un gran despliegue de carros de asalto, camiones de bomberos y autos “sinidentificación”. Por suerte las autoridades policiales entendieron que podía producirse un enfrentamiento de magnitud y lograron convencer al juez para que postergara la ejecución de la medida. Algunos policías, que habían discutido con cooperativistas y vecinos de las asambleas, se disculpaban en voz baja: “A mí no me gusta nada esto, pero si no lo hago pierdo mi trabajo”. Alguien replicaba: “Es lo mismo que les pasa a los compañeros que están adentro: si dejan que les pongan la faja de clausura pierden su trabajo para siempre”.
La forma en que el trabajo sobre las asambleas se estaba llevando a cabo, tenía mucho que ver con el fondo de la materia tratada: la vieja solidaridad social, que durante mucho tiempo pareció quebrada o casi extinguida renacía en medio de la crisis y el naufragio de las instituciones. Para los gráficos era fundamental imprimir el libro de las asambleas, para los asambleístas era central defender a los gráficos. La amenaza cierta de la represión no mellaba el ánimo de los que resistían tanto en el taller como en la calle.
El libro registra la vida y obra de los cacerolazos y las asambleas populares desde diciembre de 2001 hasta mayo de 2002. Uno de los trabajos las ubica estadísticamente, citando un conocido estudio de Nueva Mayoría (la consultora de Rosendo Fraga). En marzo pasado había 272 asambleas en todo el país: 112 en la Capital Federal, 105 en la provincia de Buenos Aires (la mayoría de ellas en el primer cordón del suburbano bonaerense), 37 en la provincia de Santa Fe, 11 en Córdoba y pequeñas cantidades en otras provincias. En la Capital y el Gran Buenos Aires funciona el 75 por ciento de estos encuentros vecinales que La Nación ascendió con un exceso de alarma al rango de soviets.
Pero el libro tiene y lo advierte, un final abierto, tan impredecible como el destino de la protesta popular. Se propone mutar en sucesivas ediciones corregidas y aumentadas, en las que nuevos interrogantes se sumen a los que ahora trata de responder: “¿Qué son las asambleas populares? ¿Hacia donde van? ¿Cuál es su futuro? Que se vayan todos... ¿y después, qué? ¿Qué relación hay entre cacerolazos y asambleas? ¿Se ha creado una nueva militancia? ¿Qué relación existe entre la militancia política y la participación en las Asambleas? ¿Ha surgido un nuevo sujeto político?”
Los vecinos tienen la palabra.

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El libro surgió del programa “La Trama”, una agenda cultural que se realizó en mayo.
 
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