EL PAíS › OPINION

La construción del Lejano Sur

Por Horacio Gonzalez*.
Petróleo y política

Los aires recurrentes de la Patagonia trágica no tienen que ser los que se respiren ahora, no porque hoy como entonces existan fuerzas represivas a gran escala dispuestas a dar un escarmiento ejemplar a los huelguistas. Sino que hoy, como ayer, falta lo que en esos parajes llamaríamos, a la manera clásica, una sociedad civil activa, culturalmente diversificada, con fuertes mediaciones políticas, con riqueza institucional y sentido emancipado de justicia.

Recuerdo un film norteamericano, del progresismo sesentista de ese país, a la Robert Redford, La jauría humana, cuyo director creo que era Arthur Penn. Retrataba el enfrentamiento puro entre el empresario petrolero, que todo lo dominaba, y un conjunto de jóvenes ricos y descontentos, que sufrían un ambiente cultural cerrado y sin variaciones, un pequeño pueblito de Texas, una “caldera del diablo”. Ese despotismo reinante tenía una mirada lúcida, paradójicamente del sheriff –interpretado por Marlon Brando, en uno de sus grandes papeles–, quien había sido elegido para el puesto por el magnate petrolero, aunque luego se convertirá en el único capaz de ver el encierro en que está esa comunidad. “Liberalismo norteamericano.”

Nuestro país está rozado por una tragedia petrolera, no quiero dejar de decirlo. Desde Jorge Newbery, Mosconi, Frondizi o las páginas equivocadas pero sinceras de Lugones sobre el petróleo, Argentina prometió pero no experimentó hasta hoy un espacio más grande y generoso para debatir la cuestión petrolífera. En el enfrentamiento de estos días en medio del viento y la greda, entre piquetes de trabajadores, el imprudente Poder Judicial, empresas poderosas e instituciones frágiles que, aunque sean vistas como hegemonistas, forman el cuadro de un desgarramiento que repentinamente estalla en un resplandor aciago, cobrando la vida de un hombre, siempre puede haber un disparo en la sombra. Algo más complejo y acolchado falta en el lugar donde se escuchó el tiro.

Se sucederán las acusaciones de conspiración, de hechos preparados y premeditados, de tal o cual maniobra para arrojar un pobre cuerpo exánime hacia el otro lado de la alambrada, en dirección a la culpa de los otros. Lo que haya sido, sin embargo, lo dirán quienes sean mejores testigos. Lo cierto es que en una comunidad con líneas de confrontación nítidas falta un más elocuente tejido cultural y, por qué no decirlo, una malla intelectual de memorias y opiniones de superior serenidad.

Las vidas valen por sí mismas pero a veces –lo sabe la historia sindical universal, y todos lo sabemos–, una ofrenda inesperada de un ser vestido con los más variados atuendos de la humanidad, arroja un símbolo perdido que refleja nuestra pereza cultural, nuestros errores que parecían superados. Ahí están el enfrentamiento salarial, los imprescindibles derechos sindicales y políticos y el legítimo interés de los trabajadores por el orden productivo, en un debate que ahora debe articular el drama del sur petrolífero con la reconstrucción o refundación de una sociedad cubierta de mejores argumentos, que afirmen el papel del Estado, pero no de cualquier forma del estado, sino de una que revise en profundidad la historia petrolífera y ético-cultural del país en las últimas décadas, con valor y justicia profunda.


* Titular de la Biblioteca Nacional

JULIO GODIO*.
“Clima de exasperación”

Los ánimos están caldeados en este país. Ya sucedió lo de la estación de Haedo, luego la protesta en Gándara y ahora esto de Santa Cruz. Salir de la crisis global de diciembre de 2001 no iba a ser sencillo. El país logró sortear una situación muy crítica y durante el gobierno de emergencia de Duhalde y el inicio de políticas desarrollistas se fue atenuando la grave situación social. Durante el 2002 y 2003 se había observado que los trabajadores ocupados permanecían pasivos a la espera de que empezara a mejorar la situación económica para comenzar sus reclamos en lo salarial. Pero era previsible que si la economía mejorara, como ocurrió, se diera una gran demanda de mejoras laborales, tal como comenzó a suceder a partir de 2004. La cuestión es que recuperar los salarios reales previos a la crisis de 2001 no es un proceso sencillo y en importantes sectores de los trabajadores hay exasperación. Esos trabajadores están ubicados en grillas salariales que se ubican por debajo de una canasta básica. Se da la paradoja de que la mayoría de los trabajadores hoy apoyan a Kirchner, pero al mismo tiempo hay un profundo malestar que en algunos casos se traduce en acciones de extrema violencia. Muchas de estas protestas corren de manera paralela a los sindicatos y también a los partidos políticos, que perdieron su relación orgánica con el mundo del trabajo, por lo que hay huelgas que se vienen desarrollando de manera anárquica. Están centradas en tratar de lograr mejoras en sus condiciones de trabajo por medio de acción directa. Pasó con los sucesos de Haedo, donde una multitud de trabajadores y algunos militantes de grupos de izquierda incendiaron trenes. Reapareció en los sucesos del mes de enero cuando en los alrededores de Chascomús los trabajadores de la empresa en crisis Gándara se mostraron decididos para atacar a la policía. Y ahora los sucesos en Santa Cruz tienen que hacer pensar en un clima de exasperación social que se canaliza inevitablemente hacia la policía. Siempre va a haber visiones conspirativas, pero hay que mirar lo que de verdad está sucediendo. Hace falta canalizar este malestar social de manera de ir fortaleciendo a los sindicatos y su papel en combinación con la mejora de los derechos laborales y la buena performance de las empresas.


* Director del Instituto del Mundo
del Trabajo.

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