EL PAíS › EL CURA PARROCO DE LAS HERAS, LUIS BICEGO

“Falta de ganas de enraizarse”

Cuando puso el primer pie en la pequeña urbe petrolera, el fantasma de Macondo pasó por la mente de Luis Bicego, cura párroco de Las Heras. Desde Verona, su ciudad natal y a la que viajó para festejar los 92 años de su madre, dialogó con Página/12 sobre la situación social en el sur lejano. “Si fuera (Gabriel) García Márquez a Las Heras, no sé cuantas novelas podría escribir”, lanzó Bicego, que inmigró de Italia en 1967. “Vine después de terminar el noviciado con los salesianos. Era joven e impulsivo”, cuenta. Al llegar, se vinculó con el movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo y trabajó durante doce años en las villas de La Matanza. “Perdí muchos compañeros en la dictadura”, recuerda. En 1993, se fue a vivir al noroeste de Neuquén, con las comunidades mapuches. En medio de las crisis de 2001, le tocó desensillar en la parroquia de Las Heras.

–¿Cuál fue su primera impresión de la ciudad?

–Eran años bravos, con mucho piquete. Me pareció un gran campamento. Era el Far West en todo sentido: parecía que nadie era responsable de nada.

–¿Cómo es la vida en Las Heras?

–Es difícil de transmitir... Está aislada en una gran meseta árida. Es el desierto que tenemos como país y que no lo queremos reconocer. Con el petróleo, Las Heras pasó de ser un pueblito de tres mil habitantes, que vivía de la ganadería, a tener cerca de 13 mil. Cuando llegué en 2001 tenía cerca de 20 mil. Eso desbordó todo: no hay infraestructura ni hay viviendas suficientes. Además, teníamos una intendencia radical y no nos llegaba nada. Después (José Luis) Martinelli se cambió la camiseta...

–Aparte, hay mucha migración interna.

–Sí, lo más duro es la falta de ganas de enraizarse. La mayoría de la gente es del norte y vive con nostalgia de su tierra. Están sólo por la guita, con un pie en el estribo. Es muy difícil construir una comunidad.

–¿Cuáles son las condiciones de trabajo?

–Creo que existen incluso estudios sociológicos sobre las familias petroleras. El varón está fuera dos semanas seguidas o tiene jornadas de 14 horas. Los chicos son casi huérfanos. Los reclamos de los petroleros son justos, pero creo que ni el Gobierno ni la empresa quieren entender lo que pasa: viven en condiciones peores que las villas miseria. Falta de todo: viviendas, agua, luz, gas. La infraestructura fue pensada para una población de tres mil personas y nunca hubo proyección. Es todo bien Far West. Los políticos me tienen bronca por esto que digo, pero si García Márquez fuera a Las Heras, no sé cuantas novelas podría escribir.

–¿Qué papel juegan las empresas petroleras?

–Repsol no invirtió nunca en la zona y eso que se lleva mucha plata. Es impresionante el precio del barril de petróleo. El día que se vayan lo único que va a quedar es un cementerio contaminado. Estamos destruyendo el ambiente y a la gente que está laburando allí.

–¿Qué cambios hubo cuando se privatizó YPF?

–La población bajó de 13 mil a nueve mil. Eso fue tremendo para los habitantes nativos. Ahora llega todos los días gente nueva y no es fácil conseguir trabajo. Hay mucho acomodo por parte de políticos y de sindicalistas. Eso fue generando marginación. Hubo muchos suicidios en Las Heras, sobre todo entre los pobres.

–¿Por qué cree que fueron los suicidios?

–Yo no estaba, pero he preguntado bastante. Detrás de los suicidios, hay mucha droga. Si vas un sábado a la noche, ves de todo. Hay más de 30 cabarets, donde pasa de todo: toman, hay violencia y todo tipo de desmanes. Con el petróleo, se encuentran de pronto con mucha plata en el bolsillo y, por otro lado, hay gente muy sola y sin límites.

–¿Y qué ocurre con la policía?

–La policía es odiada porque está de colchón entre los problemas y el juzgado. A algunos la policía los tiene fichados, sobre todo a los más jóvenes, a los que suelen golpear cuando los agarran borrachos de noche. Supongo que eso sucede en todos los pueblos más chicos.

–¿Qué piensa del ataque a la comisaría?

–No estuve, pero es fácil mandar un grupo que provoque, para después justificar la represión. En total, desde que estoy existieron dos grandes puebladas. El año pasado, todo el pueblo apoyó el reclamo de los petroleros y los municipales, incluso cuando vino la Gendarmería.

–¿Cómo es la relación con el gobernador?

–En Santa Cruz, desde que llegó (Néstor) Kirchner, la relación con la gente es de circo y aplausos. Aparecen sólo para inaugurar obras, pero no escuchan los problemas del vecino. Los docentes, por ejemplo, hace trece años que no tienen aumento de sueldos.

–¿No tuvieron el año pasado?

–No. Sólo tuvieron aumentos en negro o por presentismo. Yo estuve cuando Kirchner inauguró la comisaría donde fue la pueblada. Le pedí una audiencia, para solicitarle que se haga la sede del juzgado de Las Heras. No me recibió. Recién ahora lo están construyendo...

–¿Por qué dijo que Caleta Olivia es “Anillaco II”?

–Porque se está haciendo una provincia para los turistas que van a la Cueva de las Manos o a El Calafate. Faltan viviendas y agua por todos lados y están pensando en construir un aeropuerto en Caleta. Y para mí eso es Anillaco II. Hay que atender las necesidades primarias y no hacer una provincia para pocos.


Reportaje: Werner Pertot.

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