EL PAíS › OPINION

Una foto argentina

 Por Eduardo Aliverti

Son cinco noticias. Y muy desparejas en cuanto a su proveniencia y a la atención periodística y pública que despertaron. Hay más por el estilo, pero estas cinco en particular tal vez sean un escenario muy propicio para juzgar nuestra actualidad y buena parte de nuestra historia reciente. “Los argentinos” quiere decir más o menos todos. Gobierno, oposición, Justicia, movimientos sociales, sindicatos. Y nosotros, el pueblo, claro que sí. Como si todo eso otro no lo fuera (hay que aclararlo, sin embargo, porque ya se sabe que una mayoría o un conjunto de esta sociedad piensa que una cosa es ella, la sociedad, y otra muy distinta aquello que integra lo que se llama “la política”).

La primera es que se anunció, con pompa, circunstancia y Hugo Moyano, que a partir de enero aumentará 20 por ciento el salario familiar por hijo. Quien gane hasta 1700 pesos cobrará 72 pesos por vástago. Y ojo porque si uno se casa le darán 600. Hay que estar en blanco, eso sí. La segunda es que, tras ocho meses de fracasos, la Universidad de Buenos Aires tiene rector. La tercera son los pasajeros furiosos de un tren que de Bosques llegaba a Constitución, con media hora de retraso y la habitual comodidad del ganado. A unos 600 metros de la terminal el tren se paró y allí quedó. Los pasajeros completaron el trayecto a pie, fueron a la oficina de informes y rompieron todo. La cuarta es que el juez que no encontró culpables por la voladura de la planta militar de Río Tercero, en 1995, donde se sospecha que el gobierno de la rata metió mano para ocultar las pruebas del contrabando de armas a Croacia y Ecuador, admitió que en su fallo copió datos de un sitio de Internet usado por estudiantes. Y la quinta es que Uruguay finalizó la búsqueda de los cuerpos de desaparecidos. El Ejecutivo de Tabaré no impulsará más investigaciones.

La primera noticia, sin dejar de tener en cuenta que más vale poco que nada, muestra el grado de conformismo, aceptación o resignación al que se llegó tras los episodios del 2001/2002. Pero en verdad es bastante o mucho más que eso, porque apenas conformarse, aceptar, o resignarse, ahora puede ser un acto oficial con la CGT detrás y sonrisas de los funcionarios de oreja a oreja. Se supone que alrededor de, con suerte, apenas un tercio de la población económicamente activa debe festejar que dar a luz signifique 72 pesos. Lo anuncian a fin de año, además. No vaya a creerse que el Gobierno es insensible a la necesidad de buenas nuevas que requieren las fiestas.

El nuevo rector de la UBA puede tomarse como un dato bueno o malo, según el extremo de los sectores en pugna desde el cual quiera vérselo. Pero no debería quedar en duda que, finalmente, sólo se trata de una noticia de orden burocrático. Sólo muestra que, por fin, la UBA tiene rector. Para qué sirve y en consecuencia a quién le sirve la UBA; hasta dónde la autonomía universitaria debe ser ajena a las necesidades del país; cuál es el grado de profundización que requiere su democracia interna; cuáles son las carreras que el Estado o la propia universidad tendría que estimular, en aras de cuál proyecto colectivo, son elementos que ni estuvieron ni están en debate. Y si lo están o estuvieron, sus protagonistas no lo comunicaron o lo comunicaron mal (lo cual, en cualquier caso, no habla nada bien de las ganas y/o la eficacia que tienen para relacionarse más allá de los frascos académicos y militantes). El hecho concreto es que la noticia la conformaron vallas, policía y cantitos de un lado y de otro, que más se parecieron a pretensiones de autonomismo tribal que a cualquier otra cosa.

Los pasajeros del tren que rompieron todo son una de las tantas expresiones, pequeñas pero sólidas, de que el espíritu de interpelación directa a las formas que tenga el poder, que estalló en el 2001, no desapareció del todo. Aparece en detalles cuando menos se lo espera. No se fueron todos ni muchísimo menos. El sistema de representación política se las arregló para subsistir bajo maquillaje reformado. Caramba si se las arregló: Scioli y Macri pueden ser candidatos con enormes posibilidades. Pero, aunque con una realidad organizativa desvencijada, sigue pasando que a la primera de cambio hay nafta y algún fósforo.

El caradura del juez de Córdoba, que falla poniéndole copy a una sentencia dramática, es la chiquicienta demostración de que renovar la Justicia se quedó en el arranque de los muy alentadores cambios en la Corte Suprema de la Nación. Después de eso, y con la maniobra oficialista para quedarse con el Consejo de la Magistratura, no pasó nada. O muy poco. Se fueron en aprontes, o en realidad nunca hubo la decisión política de avanzar más que eso.

Y el gobierno progresista uruguayo, que al acabar con las investigaciones motu proprio sobre el paradero de los desaparecidos se suma al gobierno progresista chileno, que permitió los honores militares a Pinochet, sumados ambos al gobierno progresista de Brasil, que nunca jamás investigó nada, nos recuerda, todos nos recuerdan, que si es por eso lo más progresista está acá, en la Argentina. A veces acompañados, a veces solitarios, a veces en marcha y a veces en retroceso, vuelve a confirmarse que en este país hay muchos más imprescindibles que en el resto, en la búsqueda y concreción de justicia contra los uniformados.

Esto que parece una ensalada es efectivamente eso. La fotografía se compone sola, con el riesgo de que en lugar de observar contradicciones ricas, aprovechables, surja una parálisis depresiva. Se animan a festejar un puñado de limosnas salariales, pero somos los mejores contra el horror de una dictadura que a 30 años guarda algunas vigencias (López tendría que recordárnoslo todos lo días). Hay Zaffaroni y Argibay, digamos, y hay que los sobrantes tienen el mismo olor cuantitativo y podrido de siempre. La Universidad de Buenos, nada menos que la Universidad de Buenos Aires, semeja a algo que habría que definir entre la corrupción, el clientelismo y las sectas. Y se quedaron casi todos, a cinco años del 19 y 20, pero los síntomas de rebeldía no se fueron.

Pasen y vean no toda pero sí una buena parte de la foto argentina del 2006. Porque da la sensación de que por un buen rato continuará siendo la misma.

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