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La escuela no es un cuartel

Por Irma Parentella *

El crimen del soldado Carrasco puso de manifiesto que uno de los valores básicos de toda sociedad civilizada, como el derecho a la vida, no fue respetado dentro del Ejército. Un caso similar nos conmueve hoy: la muerte del cadete Segundo L. Cazanave de la Escuela de Suboficiales “General Lemos”. No parece ser el Ejército la institución mejor dotada para transmitir valores ni formar a los jóvenes, como se pretende con la llamada “colimba educativa”.
El aumento de la delincuencia, argumento utilizado para fundamentar la iniciativa, se debe analizar desde una mirada que incluya variables socioeconómicas diversas. Como consecuencia de las políticas neoliberales, se ha producido un aumento notable de la pobreza (más del 72 por ciento de los niños son pobres y el 38 por ciento indigentes), desocupación, precarización laboral, desigualdad, concentración de la riqueza, pauperización de la clase media, fragmentación, exclusión social, baja calidad de las instituciones, cuestionamientos al Poder Judicial, pérdida de autonomía nacional, desacreditación de la política.
Esta violencia estructural, resultado de un sistema cada vez más injusto, potencia como respuesta diversas formas de violencia cotidiana que se traducen en asaltos, secuestros, asesinatos, droga y toda una gama de hechos delictivos.
Acuartelar de lunes a viernes a los jóvenes para darles capacitación en computación, carpintería, mecánica u otras técnicas supone considerar que la contención está ligada al control y la vigilancia. Controlar, vigilar, disciplinar parece propio de una estructura de castigo y los merecedores de ese castigo no son los culpables sino las víctimas de la marginación y la exclusión.
El sistema educativo cuenta con docentes especializados en formación profesional e incluso con establecimientos dedicados a la práctica de oficios que funcionan y que sería oportuno potenciar para un mayor aprovechamiento de los recursos y es allí, y no al Ejército, donde deberían destinarse las becas.
Es importante que en momentos de tanta incertidumbre y falta de fiabilidad en las instituciones y la política no se sigan exponiendo como verdades argumentos falaces que no solucionan los problemas, no enfocan las causas correspondientes e intentan tergiversar la realidad.
No es necesario inventar espacios nuevos, apuntalemos lo que existe, seamos respetuosos de la continuidad histórica ya que en el imaginario colectivo la escuela sigue siendo un lugar de inclusión, de democratización y de capacitación. Captemos la opinión pública más allá de la que se mide en encuestas electorales y comprenderemos que el prestigio del Ejército está, como mínimo, puesto en duda y que en general, a pesar de las reiteradas autocríticas, se lo liga a un pasado que no es tan remoto como para quedar en el olvido.

*Diputada nacional interbloque Alternativa-ARI.

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