EL PAíS › LA VIOLENCIA QUE LLEVO AL CRIMEN

“Tiraban a todos”

La historia de este crimen comienza según la memoria de todos los entrevistados el jueves 19 de septiembre. Ese día Los Banegas no sólo robaron sino que violaron o intentaron violar a una mujer. Uno de los testigos directos de la masacre, Abel, y uno de los protagonistas de los escarceos anteriores, Sergio, recuerdan los hechos. “Lo que indignó a la gente fue que entraron a una casa, ataron a la esposa y al marido, y querían violar a la mujer adelante de los tres nenes.” Los vecinos de la familia robada dispararon al aire para espantarlos. Los Banegas se retiraron jurando que iban a volver.
La tarde del sábado la gente se reunió en el campito que cruza de lado a lado la manzana entre las calles Irízar y Maizani. “Era a beneficio de mi nieta, para operarla de la vista”, cuenta mezclado entre sus vecinos el organizador del campeonato. Eran ocho equipos, el ganador se llevaría una ristra de chorizos. Pero la fiesta se aguó a las cinco. Tres hombres aparecieron por la calle Irízar en un carro tirado por un estropeado caballo. Gritaban como en una película de cowboys y disparaban a lo que se les cruzase. “Estaban completamente idos porque no vinieron a buscar en sí a una persona, tiraban a cualquiera, a todos, con una carabina”, recuerda Sergio. La estampida fue como la del gentío que desde la costa ve acercarse la primera ola gigante de un maremoto.
A Miguel Angel Peñalba, el Mono, se lo cruzaron en el camino. “Me entran a tirar y yo sigo corriendo hacia el Falcon de mi amigo Mauro donde estaban su señora y los nenes.” El Falcon de Mauro Chávez, uno de los seis detenidos por el doble homicidio, quedó con las marcas de los balazos que fallaron. “Todos los que estábamos los corrimos. Se metieron en la casa de uno de ellos que da al campo.” Los vecinos se dieron a la justicia por mano propia. Armados rodearon el lugar. Y alguien propuso: “¡Quemémosles el rancho!”.
¿Por qué Los Banegas protagonizaron semejante despliegue de violencia? “Porque son buscapleitos”, dice C., 11 años, con esa gracia naïf que sólo los niños pueden mostrar al hablar de la guerra y de la muerte. El, J. y M., el tercer chico, de 7 años, vieron que los que perseguían a los ladrones se juntaron frente a un kiosco. Del rancho de Queco salió a los gritos la novia, Sabrina Montequiari, 23, conocida como La Gorda. Tenía una carabina y les apuntaba a sus enemigos. “¡Les voy a romper el culo a todos! ¡Los mato!”, dicen que alardeaba. Hasta que la callaron con un disparo. Sabrina declara en la causa, a la que tuvo acceso Página/12, que un tal Tiburón le apuntó con una escopeta, los perdigones “pegaron en el piso, al lado suyo” y ella tuvo que correr hacia el campo desde donde miraron cómo el resto prendía fuego el aguantadero.
–¿Cómo lo hicieron? ¿Usaron combustible?
–No, le tiraron una molotov —cuenta C., lleno de risa.
–¿Pero quién sabe preparar una molotov en Ministro Rivadavia?
–Yo sé –responde el niño–. Se hace con una botella de vidrio, le ponés nafta, después un trapo, que es mejor deshilachado, le prendés la punta y tirás rápido. Yo me hice una para Navidad.

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