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Antes de que sea tarde

Por Universitarios contra la guerra imperialista

Como su padre hace 12 años, George Bush se apresta a lanzar una guerra imperialista sobre Irak. Trata de imponer su control sobre una zona vital en recursos petroleros y dar una señal de advertencia a los pueblos del mundo. Apuestan también a que la guerra reanime la alicaída economía yanqui, que ha visto la caída de gigantes monopólicos como Enron o WorldCom, embarcados sus ejecutivos en estafas millonarias en connivencia con los políticos gobernantes. Es una muestra de que un mundo donde la desigualdad social y entre naciones ha llegado a límites insospechados, donde las 200 principales fortunas son equivalentes a lo que perciben 2500 millones de personas, sólo puede sostenerse con una creciente actividad guerrerista.
Para la actual agresión, no cuentan siquiera con la excusa de la invasión a Kuwait, enarbolada en la anterior guerra. Sencillamente los gobernantes estadounidenses se arrogan el papel de “policía mundial” para satisfacer sus intereses. Las “inspecciones de la ONU”, avaladas por todas las potencias, son a la vez patéticas e hipócritas. ¿Con qué derecho los poseedores de los principales armamentos nucleares y convencionales del mundo deciden qué puede y qué no puede tener un Estado soberano? Nos oponemos a la cruzada guerrera de Bush esté o no respaldada por la eufemísticamente llamada “comunidad internacional”.
Sabemos bien que si los Estados Unidos consiguen su objetivo en Irak las consecuencias serán nefastas para los trabajadores y los pueblos del mundo. No casualmente los planes neoliberales en la región y en el mundo se profundizaron luego de la victoria norteamericana hace más de una década. Hoy no es distinto. Estando en crisis en Latinoamérica el nefasto Consenso de Washington gracias a la resistencia protagonizada por los pueblos de la región –de Chiapas a Buenos Aires, de Cochabamba a Caracas y Quito–, los mismos que se preparan a descargar sus bombas sobre Irak son los que quieren imponernos el neocolonial Tratado de Libre Comercio de las Américas –ALCA– con el fin de intensificar aún más nuestra expoliación. Los mismos que nos saquean con la deuda externa y que están protagonizando un nuevo intento golpista en Venezuela y masacran a trabajadores y campesinos en Bolivia. No cometemos el error de confundir al gobierno con el pueblo norteamericano. Los que gritan “No en nuestro nombre”; los que sufren los mayores ataques a sus libertades democráticas desde la época del macartismo; los inmigrantes discriminados y sometidos a todo tipo de vejámenes; los trabajadores que han sufrido en el corazón del imperialismo la precarización y la pauperización; son nuestros aliados.
En nuestro país, que sufrió la devastación de las políticas neoliberales, sobran razones para sentirnos parte de una lucha común con aquéllos que resisten los designios de las potencias. Tenemos para aportar nuestra indignación y nuestra experiencia de lucha y rebelión, la que produjo el 19 y 20 de diciembre y dio lugar a la creación del movimiento piquetero, de las asambleas populares y a las fábricas ocupadas y puestas a producir por sus trabajadores. Aunque muchos quieren que lo olvidemos, nuestra experiencia es que con la movilización de millones se puede derrotar a los opresores. Como finalizan su declaración los estadounidenses firmantes de la plataforma “Not in our name”: “Alcemos la voz: nuestro compromiso es oponernos a la maquinaria de guerra y represión y movilizar a los demás a mover cielo y tierra para pararla”. Los abajo firmantes convocamos a organizar un gran movimiento de oposición activa a la guerra imperialista contra Irak, que como primer paso impulse en nuestro país la jornada mundial de protesta el 14 y 15 de febrero.
Adhesiones recibidas a [email protected] y [email protected]: Miguel Forte, Christian Castillo, Eduardo Grüner, Alberto Pla, Pablo Pozzi, Hebe de Bonafini, Rubén Dri, Néstor Kohan, Federico Schuster, Horacio González, José Villarruel, León Rozitchner, Alicia Entel, Luis Díaz Molano, Luis García Fanlo, Susana Murillo, Eduardo Glavich, Alejandro Schneider y más de 100 intelectuales y docentes universitarios.

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