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por Uki Goñi

La semilla la plantaron los que antecedieron a Perón. El secreto mejor negado sigue siendo una orden firmada el 12 de julio de 1938 por el entonces canciller José María Cantilo (futuro antiperonista y aliadófilo). Es la “Circular 11”, una orden “Reservada-Estrictamente Confidencial” instruyendo a las embajadas argentinas en Europa a negar visas a los judíos que intentaban huir del nazismo. La aplicación secreta de la circular condenó a muerte a miles de personas a las que se les negó la entrada a la Argentina. En la conferencia de Wansee, en 1942, cuando los jerarcas SS Heydrich, Muller y Eichmann debatieron la “Solución Final a la Cuestión Judía”, uno de los argumentos enarbolados por Heydrich para ponerla en marcha fue que la “restricción de permisos de entrada, o la cancelación de éstos,” por gobiernos extranjeros, “acrecentaba extraordinariamente las dificultades de emigración.” A la vez, la circular enriqueció a los diplomáticos argentinos que hacían “excepciones” para los judíos que pudieran pagarlo. Según Eugenia Lustig, una italiana que llegó a la Argentina en 1939 huyendo de la leyes raciales de Mussolini, en la vereda del consulado argentino en Milán se congregaban judíos polacos, alemanes, austríacos y el tema exclusivo era el valor fluctuante del soborno solicitado por los diplomáticos allí. “Pero el verdadero y principal problema era que no querían judíos,” recordaría Lustig.
A pesar de que existen familias de diplomáticos de aquella época que saben de la “Circular 11” (el embajador Eduardo Labougle en Berlín y mi propio abuelo en La Paz la aplicaron con rigor), no aparece en los libros de historia, y eso es porque todavía su existencia permanece en un secreto de Estado. En diciembre del año pasado, cuando el Centro Wiesenthal me solicitó cuáles eran los principales documentos “nazis” que aún permanecían ocultos en la Argentina, la “Circular 11” encabezó mi lista, y sugerí que, aunque hoy no se aplique, ya es hora de que sea derogada. Tengo entendido que el actual canciller Rafael Bielsa está considerando seriamente tanto la apertura de este documento, como el gesto simbólico propuesto. ¿Qué más falta? En algún lugar del archivo de Migraciones reposan los expedientes de ingreso de criminales tales como Eichmann, Mengele, Fischbock, Barbie. Pasé seis meses en aquel archivo en 1998, obteniendo de listas de pasajeros y tarjetas de desembarco los números de estos expedientes. Cuando solicité verlos al entonces director de Migraciones, Hugo Franco, su respuesta fue: “¡No hay nada, nada, nada!”. El listado de 49 expedientes que Franco me rehusó ver pasó a engrosar el pedido del Centro Wiesenthal. Anteayer, en Migraciones, después de cinco años de espera, se me permitió ver dos de ellos. Hay que seguir buscando.

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