EL PAíS › OPINION

Brasil defiende nuestro propio derecho

Por Alberto Ferrari Etcheberry (*)

Qué alumbran estos nueve meses de gestión de Luiz Inacio Lula da Silva? Ante todo: este no es un gobierno del PT sino de una coalición electoral encabezada por el PT que, ni en su programa ni en su retórica, propuso la toma de la Bastilla ni, mucho menos, del Palacio de Invierno. Por otra parte, ya cuando comenzó a crecer Lula, la posibilidad de la desestabilización angustiaba a muchos. Hay que recordar especialmente el asesinato de los intendentes, entre ellos de quien era el jefe de campaña del PT. Luego, ya cercana la primera vuelta, fueron “los mercados”. No es extraño: en Occidente, salvo el caso muy específico de Lech Walesa, Lula es el primer presidente obrero. Así se puso a prueba la construcción política iniciada con la huelgas del ABC paulista cuyo resultado es el PT y que Lula expresó con singular maestría en la larga campaña electoral: conquistar votos en una mayoría inédita, a la vez que desarmar la intranquilidad desestabilizadora que amenazaba con llevar la inflación a un 40 por ciento en este mismo octubre.
El problema fue desarmar la bomba de tiempo heredada, con un dólar que llegó a cuatro reales. Y Lula debía hacerlo construyendo una coalición gobernante, en Diputados y en Senado, donde el PT y sus aliados electorales son minoría.
Datos de hoy, propios de una visión “clásica”: el dólar oscila en 2,80; el famoso riesgo Brasil o sea la medición del costo del crédito externo, que en Brasil llegó a los 2.400 puntos, está debajo de 600; la bolsa de San Pablo es la que más creció en el mundo en este año, con valorizaciones para algunas empresas de hasta 250 por ciento. Su medidor, el BOVESPA, no es un chiste como nuestro MERVAL: contra los poco más de 30 millones de pesos de una jornada bursátil porteña, la media diaria de la paulista es de 1.100 millones. No puede sorprender la afluencia de fondos externos, alrededor de 6.000 millones de dólares. El ajuste fiscal, por otra parte, fue acompañado de una suba en la alta tasa de interés recibida pero hoy ya bajó a alrededor de 17 puntos, acompañando una recuperación en el empleo y en la inversión.
Sea cuál fuere el valor que se asigne a estas variables si, como dicen algunos críticos, el gobierno de Lula no ha hecho nada más que continuar los objetivos y valores del gobierno de Cardoso, debe concluirse que la capacidad para lograrlos ha sido muy superior a la suya: no se ha perdido absolutamemte el control de la economía.
¿Ha habido un costo programático? Hasta hoy, no parece que se haya abjurado nada esencial. Así lo indica la propia situación interna del PT y de las fuerzas sociales que son su sustento. La disidencia en los bloques legislativos del PT es pequeña: una senadora y tres diputados. La CUT mantiene su apoyo al gobierno lo mismo que el MST, el Movimiento de los Sin Tierra.
En estos meses se ha logrado algo siempre proclamado y siempre abandonado por la retórica política: la reforma del sistema jubilatorio. Es difícil entender su significado desde la Argentina, especialmente el inconcebible régimen de privilegios. Hace unos años, Franco Montoro, un destacadísimo político paulista, me contó que él tenía cuatro jubilaciones por un total de 100.000 reales mensuales - entonces, como acá, un real = un dólar - que cobraba la cuarta parte y donaba el resto. Luego supe que poco después, cuando murió, las jubilaciones ya eran cinco. Extremos similares ocurren en el Poder Judicial (en julio se denunció que una jueza estadual había percibido más de 50.000 reales en un mes) y altos funcionarios.
Además de su activa presencia sudamericana, tanto en la reunión de la OMC de Cancún como en la del ALCA en Trinidad Tobago, Brasil ha ratificado los compromisos electorales de Lula. Especialmente en cuanto al ALCA hoy importantes intereses económicos apuntan contra Itamaraty, el canciller Celso Amorim y su segundo, Samuel Guimaraes Pinheriro, ambos viejos amigosde la Argentina. Uno no se equivoca si afirma que este ataque coincide con el Estados Unidos y su representante Robert Zoellick, que no esconde amenazas, como que para EE.UU. sin Brasil no hay ALCA. Lula ha ratificado lo actuado, que implica que para Brasil está en juego algo más que el comercio: su propio destino como nación. Como dijo el asesor presidencial Marco Aurelio García: “No nos pagan para vender el país”. Sin embargo no debe perderse la perspectiva: en Brasil no hace falta ser cipayo, como acá, para abrir las puertas al ALCA. En una Argentina desindustrializada y basada en las exportaciones de commodities agrícolas, el ALCA, en cuanto significa mantener la competencia desleal de los subsidios norteamericanos, carece de sentido. En Brasil, en contraste, hay importantes intereses que ganarían con el libre acceso al mercado norteamericano: café, textiles, cuero, por ejemplo. De allí que cuando Lula, Itamaraty y el PT ratifican sus concepciones frente al ALCA y la táctica de negociar desde el Mercosur (como lo subraya laudatoriamente Joao Pedro Stedile el líder del Movimiento de los Sin Tierra) están defendiendo también nuestro propio derecho a continuar siendo una nación.
(*) Ex subsecretario de Asuntos Latinoamericanos.

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