EL PAíS › OPINION

La economía de base

Por José Luis Coraggio *

Otra movida de la concentración bancaria y comercial. Intento ilusorio de encarar complejos problemas sociales y políticos con tecnología de punta. Justificación falaz: acabaría con el poder de los intermediarios de la política social, traería transparencia, facilitaría el cobro. La cuota para los punteros se basa en la violencia y el chantaje, y eso no lo resuelve la tarjeta. Ya hay listados informatizados y no evitan el fraude en el ingreso de los datos. Si se puede retirar efectivo, habrá colas infernales frente a los cajeros en las zonas marginales y riesgos de asalto o de cobro armado de peaje camino a casa. Si sólo permite comprar, negocio para los hiper, los super y los que venden los aparatitos para pasar la tarjeta. Destrucción del comercio barrial. El Gobierno dice impulsar la economía solidaria apoyando a las organizaciones que articulan contraprestaciones laborales productivas autogestionadas. Sin compra de insumos, sin poder comprar su propia producción local realimentando la economía popular, sin poder armar fondos comunes para compras colectivas o crédito solidario, sin poder pagar el colectivo o la garrafa, no hay economía alternativa posible. Restablecer el derecho al trabajo y no meramente al consumo, requiere decenas de miles de agentes y reconocer y estimular a miles de organizaciones no encuadradas. Esto es política democrática, porque posibilita otras bases materiales para la autonomía política. No hay instrumento electrónico que reemplace una lucha ética y política a fondo contra un sistema clientelista de caja política basada en la pobreza eterna. La zanahoria de la rebaja del IVA, además de suponer que los 150 pesos se gastan en alimentos, cuando los más pobres comen en lugares públicos, elude hacer una reforma fiscal progresiva de alcance universal. ¿Si no van a recaudarlos, por qué no agregan los 30 pesos al subsidio? Esta tarjeta puede ser un avance más en el control de los pobres y el consumo de masas. Tarjeta estigmatizadora e institucionalizadora, chips con toda la historia del pobre y su familia, dónde vive, dónde y qué compra, su historial policial, de salud, su ADN, etc. Venta en cuotas y pago de servicios que se debitan automáticamente. Un sistema sin salida real para la integración, ofrece al Gobierno sofisticados métodos de control de las peligrosas masas. Están en juego la posibilidad de desarrollar una economía desde la base, desde los barrios, autogestionada, así como libertades fundamentales. ¿Puede la ilusión tecnológica anular la voluntad política democrática? ¿Comprará el gobierno la tarjetita social?
* Director Maestría en Economía Social - Universidad de General Sarmiento.

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