EL PAíS › LEON ROZITCHNER ANALIZA EL PROBLEMA PIQUETERO

Entre el diálogo y la Itaka

Por M.P.

El filósofo León Rozitchner analizó para Página/12 los vaivenes de la relación entre el Estado y los piqueteros, señalando el dilema de una identidad política, la del desocupado, que se organiza como tal, pero al mismo tiempo quiere dejar de serlo. También reflexionó sobre las dificultades del “peronismo setentista” para relacionarse con los movimientos sociales. Por ejemplo, el uso del calificativo de “ideológico” para algunos grupos. “‘Ideológico’ se usó siempre para designar como ‘excesivo’ a un planteo que vaya más allá de los límites que el poder autoriza y está dispuesto a tolerar. Es como decir que es un planteo falso, irracional, contrario a la legalidad dominante, ‘revolucionario’, que apunta al desorden. Por lo tanto equivale a una amenaza: ser colocado fuera de la ley o será reprimido.”
–¿Cuál es el futuro del movimiento piquetero?
–No me atrevo a hacer predicciones sobre el futuro, están planteando un juego de fuerzas que linda necesariamente con los extremos: la necesidad de comer para vivir o morirse de hambre. No es aceptable que este gobierno (ni ningún otro) diga que los planes para paliar miserablemente el hambre se han cerrado. La primera ley de la vida y de la Constitución que nos rige ordena que el gobierno debe, por encima de cualquier otra deuda, impedir que la gente se muera de hambre en el país “de las mieses y el ganado”, que encima de todo se comprometió a pagar 12.000.000 de dólares al FMI. Llamar “concesiones importantes” a planes productivos y de vivienda es ya pensar con las categorías del Poder Soberano Absoluto, no con las categorías de la democracia y los derechos humanos. ¿Cómo hablar de “concesiones” a los que fueron “despojados” y reducidos a la miseria? Una cosa son los planes de inversión –que a su vez generan trabajo, pero no para todos– y otra es pensar en aquellos a quienes este plan no los alcanza: quedan al margen no por su voluntad, y deben sin embargo poder vivir y alimentarse. El diálogo, que es intercambio de palabras, debe estar sustentado por el intercambio de bienes que satisfagan necesidades. El hambre no se paga de palabras. La existencia de un movimiento de piqueteros señala que se han hecho oídos sordos a la miseria: es una manera necesaria de emplear la única fuerza disponible cuando las palabras no alcanzan a conmover el corazón de hierro de una sociedad culpable y acorazada. Lo que sí creo es que si el gobierno insiste en no paliar el hambre de los despojados deberá recurrir a la violencia mortífera para limitar el imperativo elemental de la vida –pero entonces Kirchner habrá perdido todo lo que ambicionaba–.
–¿Cuál debería ser el objetivo político de losmovimientos desocupados?
–El objetivo político primero es el de pedir trabajo y, como no se los dan, pedir planes y comida para asegurarse la subsistencia, mientras se espera que el gobierno desarrolle el plan de desarrollo económico productivo. Nadie puede ser piquetero toda la vida. Por lo tanto el plan piquetero no se agota en el piqueteo sino que al mismo tiempo es un signo y una señal para una población adormecida: para que se despierte, sienta, imagine y piense. Desde su fuerza mínima, desde el extremo de ser sólo demanda que se levanta sobre el fondode la humillación más terrible, el piquetero recupera su dignidad al conglomerarse y organizarse.
–El peronismo, históricamente, trató de integrar desde el Estado a los movimientos con algún grado de autonomía.¿Se repite eso?
–El peronismo es la “multitud” argentina, siempre fue un sistema de contención de los anhelos populares que contentaba a todos, aunque cuando los satisfacía era para dominarlos. Pero el límite está en que la satisfacción de todos no puede ser soslayada. Esta es la situación actual que enfrenta el peronismo, llamado setentista, del nuevo gobierno: necesita salir del resto del peronismo y abrirse a otras fuerzas para sostenerse y legitimarse. Aún para cooptar necesita dar, y ahora estamos en un caso límite: como se trata de meramente comer, no pueden no darles. Ya conocemos la secuencia: se comienza judicializando, “con el Código en la mano”, y se termina a los balazos, con la Itaka al hombro. Y Kirchner se convertiría entonces en Ruckauf. No creo que quiera llegar a eso, ha mostrado una calidad humana totalmente diferente y contrapuesta.
–La clase media ve satisfechos reclamos de “calidad institucional”. ¿Se está apartando de los piqueteros, de los que estuvo cerca en 2002?
–Con la “calidad institucional” la clase media no paga las cuentas ni aumenta sus sueldos congelados. La clase media no es que esté contenta: tiene miedo de lo que se esconde detrás del fracaso de Kirchner. Y además tiene miedo de una combatividad que los excede, por una necesidad extrema que no es lade ellos. Entre el tener hambre y comer todos los días hay un abismo que separa el ánimo y las ganas. El secuestro es una amenaza sobre los privilegiados que tienen algo: no es suficiente para que se identifiquen con los que no tienen nada. Y además, si vemos que la mano dura que se pide a la policía debería alcanzar contradictoriamente a la misma policía, esa misma demanda tiene al mismo tiempo su faceta persecutoria: nos vuelve un poco locos.

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