EL PAíS › EL DOLAR TOCO UN MINIMO RECORD FRENTE AL EURO

Algo tenía que salirle bien a Bush

 Por Julio Nudler

La noticia del record que alcanzó ayer el euro frente al dólar al rozar 1,20 –más exactamente, 1,1959– resultó una novedad relativa: todo el mundo esperaba, y espera, que el dólar se deprecie, y no sólo en relación a la moneda europea. La razón fundamental radica, como se sabe, en el enorme déficit externo norteamericano, que al debilitar al dólar genera hipotéticamente las condiciones para que ese desbalance se reduzca. Sin embargo, por más natural que resulte esta devaluación, no ocurre tan previsible y sistemáticamente como podría deducirse de los datos y las proyecciones. Baste consignar que, en otro pico histórico, el euro cotizó a 1,1933 dólar medio año atrás (el 25 de mayo), tras lo cual el dólar se fortaleció. La reacomodación de los tipos de cambio sigue pues un sendero oscilante, en el que nada es tan seguro como parece. Tampoco hacia futuro.
Tanto en su política monetaria (tasas bajísimas y ninguna intención de subirlas por el momento ya que la inflación no aparece) como fiscal (déficit sin precedentes), Estados Unidos se ocupa de estimular su economía y no de defender al dólar, cuya caída querría acelerar y extender a otras monedas, como la china, para atacar ese gran foco de desequilibrio comercial. Este le genera a George W. Bush un serio problema político porque provoca que, incluso con crecimiento económico, no merme el desempleo, que sigue en el 6 por ciento. Por eso ayer mismo Washington comenzó a amenazar a China con imponer cuotas a la importación de textiles de ese origen.
Mientras la Unión Europea va saliendo apenas de la recesión, la trepada del euro le supone una amenaza, en particular para Alemania, que es el segundo exportador mundial. Esto significa que los europeos soportarán la realineación de paridades dentro de ciertos límites, traspuestos los cuales perderían los estribos. Se supone que entonces, además de salir a sostener al dólar, redoblarían la presión sobre chinos, japoneses y coreanos para que asuman su parte en el costo de desinflar al dólar. Japón, dicha sea de paso, tiene su tasa en cero por ciento y algo viene creciendo.
Mientras tanto, nada ha cambiado sustancialmente, y el mundo continúa financiando masivamente a Estados Unidos, que, a pesar de sus déficit y del enorme endeudamiento público y privado, sin parangón en el globo, sigue representando cero riesgo. Sin embargo, cualquier papel nominado en dólares, empezando por los títulos del Tesoro, involucra hoy el peligro de una pérdida de capital en relación con un valor emitido en euros. ¿Quiere esto decir que nadie querrá seguir financiando a EE.UU. y que, al cesar o incluso revertirse la afluencia de capitales, la economía norteamericana sufrirá el ajuste que siempre elude (y que los demás tampoco desean que haga)?
Hay ya cifras de una menor inversión extranjera (octubre sobre septiembre), pero –como explica Fabián Abadie, experto en finanzas– EE.UU. es demasiado grande como para que los grandes fondos de inversión puedan irse del dólar. En todo caso, quien tenga acciones de una compañía norteamericana asumirá una probable pérdida en su stock de capital por la depreciación del dólar, pero esperará ganar en el flujo por la mayor competitividad de esa empresa, al no cargar sus productos con el fardo del superdólar. Como quiera que sea, habrá que andarse con cuidado al pasar por Wall Street.

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