EL PAíS

El testigo que quiso ver

 Por Mario Wainfeld

El paisano, arriero, José Julián Solanille testimonió por primera ante la CONADEP, más adelante en el Juicio a las Juntas militares. Su primera declaración figura en el Nunca Más. También lo hizo en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en La Perla.

Durante la dictadura trabajaba de jornalero en una chacra cercana al campo de concentración y exterminio. Se enteró de que pasaban “cosas raras”, quiso ver, fue a caballo acompañado por un conocido, se plantó en una colina. Según narró Marta Platía en Página/12, Solanille declaró ante el Tribunal Oral número 1de Córdoba en abril de 2013, a los 83 años de edad. “Estaba con otro compañero en la Loma del Torito. Habíamos visto la fosa cavada. Unos cuatro metros por cuatro. Tenían a toda la gente en dos filas. No sé, eran muchas personas. Como cien. Algunos vestidos, otros totalmente desnudos. Estaba (Luciano Benjamín) Menéndez. El había llegado en un (Ford) Falcon blanco. Yo lo había visto. Sabía que se venía algo grande. Y ahí estaba, con su fusil. No lo vi disparar. Pero él dio la orden. La gente estaba encapuchada o vendada o tenían unos anteojos... Los que no tenían nada, los que podían ver, gritaban. Unos hasta corrieron. Pero los mataron por la espalda. Ahí nos rajamos con mi amigo. Estábamos cagados de miedo. Nos habíamos arrastrado hasta arriba de la loma, pero bajamos corriendo. Después se ve que los quemaron. Tiraron explosivos. El humo con ese olor espantoso se vino para mi casa. Era insoportable. Mi mujer y mis hijos se quejaban. Era horrible”. Días después pasó por el lugar y vio que habían tapado la fosa: “Se ve que estaba muy llena, porque sobró mucha tierra”.

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El testigo que quiso ver atrajo la atención del sociólogo Horacio González ya en 1986, cuando lo mencionó en un artículo publicado en la revista-libro UNIDOS. Con la iluminación propia de los grandes intelectuales, González escribió que “en las declaraciones que hizo en el Juicio a las Juntas, los abogados defensores insinúan que había bebido, que es un alucinado. (…) Sucede que Solanille se había convertido en el apéndice testimonial de los fragmentos escenográficos prohibidos que había observado desde la colina. Si antes hubo locas de la plaza que ya nadie se animaba a llamar así porque la locura era decir lo impensable pero lo impensable acontecía, Solanille heredaba esa locura de haber mirado ese horror (…) custodiaba esas huellas visuales solo comprobables por su relato. Solanille era el loco de la colina”.

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La crónica de Platía recoge que Solanille fue, como casi treinta años antes, hostigado por los criminales y sus defensas. El hombre respondió. “Quiero decir que donde todos murieron, yo resucité. El año pasado, el 24 de marzo, cuando fui a La Perla, me infarté. Y si no fuera por los chicos de HIJOS, no estaría acá. Ellos me salvaron y no me morí por diez minutos, me dijo el médico. Emiliano Fessia (encargado de ese espacio de la Memoria) y los chicos me salvaron. Tanta gente que murió ahí y ahí yo resucité”.

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Las palabras veraces de Solanille y las de centenares de testigos sirvieron de pruebas de cargo para que hubiera, al fin memoria, verdad, justicia, juicio y condena.

Los progresos en la lucha por los derechos humanos permitieron aportar pruebas imposibles de conseguir en la década del ‘80. Cuerpos de víctimas desaparecidas recuperados e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Documentos emanados de los represores, en los que pedían ascensos como reconocimiento por sus crímenes.

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El fallo contuvo 38 condenas, 28 de ellas a cadena perpetua, Menéndez sumó otra a su prontuario. También hubo absoluciones, que duelen a las víctimas y sus familiares pero que comprueban que los juicios distan de ser linchamientos con condenas pre escritas. Se realizan con apego a derecho, lo que implica reparaciones y, a veces, sinsabores.

El gobernador Juan Schiaretti estuvo presente en la lectura de la sentencia, junto su esposa, a Madres y Abuelas. Lloró, conmovido. Su compromiso fue constante, bien diferente al del ex mandatario cordobés José Manuel de la Sota. El “Gringo” Schiaretti y el “Gallego” de la Sota son aliados políticos, de hecho éste es el jefe político. Pero la historia no se deja escribir en blanco y negro, las trayectorias pueden diferir y siempre es necesario resaltarlo.

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La Perla fue por su magnitud y cantidad de víctimas, el tercer campo de exterminio de la Argentina. Se mantuvo sin modificaciones sensibles hasta que el presidente Néstor Kirchner lo puso a a disposición de la Comisión Provincial de la Memoria, integrada por los principales organismos de derechos humanos cordobeses, para montar un “Espacio de la memoria”. Kirchner participó el 24 de marzo de 2007 en un acto con víctimas, familiares, organismos de derechos humanos. Clamó entonces contra la lentitud deliberada de la Cámara Federal de Casación que cajoneaba expedientes.

Hoy día, el problema se repite y se agrava. Los presidentes Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner apuntalaron los juicios con leyes, políticas públicas y poniendo su cuerpo. El gobierno del presidente Mauricio Macri se obceca en entorpecerlos, solo para empezar.

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