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Con la valla invicta en la marcha de piqueteros hacia la Legislatura

 Por Alejandra Dandan

No pasó nada, aunque la ciudad estuvo preparada para defenderse de un ataque a lo Sarajevo. El Gobierno movilizó cerca de un millar de policías, carros hidrantes, perros, policías en motos, un helicóptero y efectivos de la Guardia de Infantería alrededor del edificio de la Legislatura porteña y de la Casa Rosada por la protesta programada por las organizaciones piqueteras contra el nuevo Código de Convivencia. Los vallados cortaron las calles laterales desde las diez de la mañana, cuando comenzaba una de las dos protestas que iban a sucederse durante el día. Piqueteros, organizaciones de derechos humanos, vendedores ambulantes, travestis y meretrices se movilizaron con sus propias fuerzas de seguridad para evitar la presencia de “infiltrados” y que se repitan, según dijeron, los desbordes de la semana pasada. A las 16.05 de la tarde, 23 delegados se reunieron con los presidentes de los bloques para entregarles un petitorio. Les reclamaron la libertad de los 16 detenidos del viernes pasado. Después de una discusión, hasta el macrismo aceptó recibirlos. Uno de los presentes le contó a este diario que “fue una reunión estratégica para descomprimir la tensión de afuera”. Un grupo de empleados de la Legislatura protestó por la presencia piquetera en el Palacio.
Desde temprano, la ciudad parecía preparada para un día violento. A las diez de la mañana, el Ministerio de Justicia movilizó entre 800 y 900 hombres de la Federal. Quedó cortado el tránsito entre las avenidas Corrientes, 9 de Julio, Belgrano y Leandro N. Alem. Vallaron la Casa Rosada y la Legislatura porteña en una cuadra a la redonda, para impedir el acceso de los manifestantes.
El jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, sostenía durante la mañana que eran medidas de “disuasión” para evitar los desmanes y las imágenes como las de la semana pasada que recorrieron el mundo, que “nos hacen retroceder muchísimo”. Los comercios, bares y restaurantes aprisionados en ese cerco de vallas cerraron las persianas o dejaron las puertas con llaves. Abrían el paso de acuerdo con las caras: “Un termito de agua nada más”, imploraba un piquetero frente a la puerta del café Victoria, mientras un mozo le cerraba la puerta.
El bloqueo establecido alrededor del monumento a Julio Argentino Roca, en Diagonal Sur, detuvo la primera avanzada del día de protesta. Un pequeño grupo de integrantes del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD), liderado por Raúl Castells, se concentró temprano, a las diez de la mañana. Como Castells está en Salta, los piqueteros pasaron por el Ministerio de Desarrollo Social antes de concentrarse a media cuadra de la Legislatura bajo la guía de su mujer, Nina Peloso. “Cuco nos dicen a los piqueteros, pero somos los que quedaron colgados del sistema”, decía uno de ellos, altoparlante en mano, rodeado por unas cincuenta personas, cercadas de policías, que a las tres y media de la tarde le cantaban el feliz cumpleaños a uno de sus compañeros antes de marcharse.
A las tres y media de la tarde, el MIJD se reunió con la columna más numerosa que avanzaba por Avenida de Mayo hacia la zona vallada. Eran unas 23 organizaciones, entre ellas del Polo Obrero, de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), la Fuba, Territorial Liberación (MTL), CUBA-MTR; el Frente de Trabajadores Combativos (FTC); las distintas vertientes del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón (MTD) y el Movimiento Sin Trabajo y Teresa Vive (MST), entre otros. Hubo representación de los ahorristas, vendedores ambulantes, meretrices y organismos de derechos humanos. Unas 10 mil personas según los datos del PO que llevaban en manos un petitorio para los legisladores que no pensaban polemizar sobre el Código de Convivencia ni recibirlos, sino dedicarse al tratamiento de la ley de emergencia habitacional, programada para la tarde.
El petitorio se convirtió en el problema del día. Cuando sonaba el timbre del recinto convocando a los legisladores para la sesión, un grupo de militantes logró colarse en la Cámara y pedir un encuentro con los jefes de los bloques. Santiago de Estrada, representante del macrismo y a la sazón vicepresidente de la Legislatura, no estaba convencido. El resto, finalmente, terminó convenciéndolo.
Los dirigentes de las organizaciones entraron, pero en el camino hacia el Salón de los Pasos Perdidos, donde iba a hacerse el encuentro, se toparon con una platea de insultos. Algunos empleados de la Legislatura, nucleados por Sutegba y cercanos al macrismo, esperaron furiosos el ingreso de quienes consideran que fueron los agresores de la casa que ellos defendieron el viernes pasado: “El viernes casi nos matan –dijeron– y hoy los reciben como si fueran altos funcionarios”. Los defensores de la casa legislativa protestaban porque, dijeron, los diputados no sólo recibían a los piqueteros sino que, además, lo hacían antes de recibirlos a ellos.
“Fue una pelea de pobres contra pobres”, razonaba más tarde Roy Cortina. Salvado el escollo, y antes de cortar por segunda vez la sesión para reunirse con los empleados de la casa, los diputados recibieron a las organizaciones y el petitorio. “No queremos que nuestro derecho constitucional a manifestarnos sea vulnerado”, dijo Néstor Pitrola, del Polo Obrero, después de la reunión. “Les pedimos por los presos y pusimos de relieve el diálogo”, continuó.
La negociación con los diputados no sólo desactivó la protesta. Los marchantes se desconcentraron con mucho cuidado apenas sus dirigentes salieron de la Legislatura. Algunos sectores tenían previsto movilizarse desde allí hasta la cárcel de Devoto, donde están siete de las 16 personas que quedaron detenidas como consecuencia de la protesta del viernes pasado. Desde Salta, Castells aseguró que hará dos marchas por semana mientras no liberen a los presos: “No habrá paz hasta entonces”, dijo.

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