EL PAíS › LA LINEA QUE BUSCARAN DARLE AL AREA DE SEGURIDAD

No criminalizar y diálogo

 Por Fernando Cibeira

La línea política que seguirá la nueva conducción que colocó el presidente Néstor Kir-chner en el área de seguridad respetará la línea de “no criminalización” de la protesta social, privilegiando los canales de diálogo tanto con las organizaciones sociales como con los organismos de derechos humanos, según explicaban ayer en Gobierno. Pero, si esas reglas consensuadas son transgredidas, se le dará la orden a la policía para que actúe. “El ejemplo –decían cerca del flamante secretario de Seguridad, Alberto Iribarne– es lo que sucedió en abril del año pasado en Brukman. Allí se había acordado una marcha de protesta que en algún momento quiso derivar en la toma de la fábrica y no se permitió.” En aquella ocasión, durante los últimos días del gobierno de Eduardo Duhalde, la policía reprimió. Pero lo hizo, justificaban, respaldada por una decisión judicial y porque un grupo de manifestantes se había apartado de lo previsto.
Tanto el nuevo ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, Horacio Rosatti, como el secretario Iribarne, acordaron con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que no hablarían hasta tanto asumieran en sus cargos. La jura se realizará hoy a las 17 en el Salón Blanco y –dada la forma en que se fueron Gustavo Beliz y su equipo– seguramente tendrá un clima especial. Rosatti e Iribarne se conocían de la Convención Constituyente de 1994 y ahora se volverán a reunir gracias a Kir- chner. En rigor, la intención de Iribarne es armar un canal de diálogo directo con Alberto Fernández y también con el Presidente.
Iribarne ya se desempeñó como secretario de Seguridad durante la presidencia de Duhalde. Fue a partir de agosto de 2002, luego de que Duhalde decidiera ascender al entonces secretario, Juan José Alvarez, a ministro. De larga militancia peronista, Iribarne se preocupó durante esa gestión por construir una buena relación con las organizaciones sociales de manera de permitir las protestas pero también garantizar los derechos de los terceros, según explicaba ayer uno de sus colaboradores. En criollo, eso significa que se trabajó para que los cortes de calles dejaran carriles libres para la circulación.
“El secretario de Seguridad no es un fiscal ni un policía. Es el funcionario que les ordena a las fuerzas de seguridad cómo tienen que actuar y, si actúan como se les dijo, después debe darles su respaldo”, sintetizaban cerca de Iribarne. La referencia era a aquella actuación policial de abril de 2003 frente a la fábrica Brukman, cuando los trabajadores que iban a la cabeza de una manifestación intentaron volver a sus lugares de trabajo volteando las vallas de contención. La policía reprimió. Para los manifestantes con saña excesiva. Pero para las nuevas autoridades será el modelo de trabajo que evitará los desbordes como los ocurridos diez días atrás en la Legislatura porteña.
La idea del secretario de Seguridad es rearmar el mismo equipo que lo acompañó durante su anterior paso por el cargo. Hay un inconveniente: su segundo de entonces, Ricardo Colombo, hoy forma parte del equipo de León Arslanian en provincia. Pero se iniciaron gestiones para repatriarlo.
Abogado de profesión y confeso no especialista en temas de seguridad, Iribarne evalúa como “un acto de servicio” el reto de hacerse cargo del área más caliente de la administración. Siempre cercano al duhaldismo, Iribarne es bien considerado por Kirchner, que ya lo había colocado al frente de la Sigen. El ahora secretario respondió alineándose con el llamado “albertismo”, esto es, el armado político que Alberto Fernández viene haciendo en la ciudad de Buenos Aires. Y su nueva designación, consideraban, significaba una muestra de confianza hacia un sector que cada vez va ganando más terreno dentro de la gestión kirchnerista.

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