EL PAíS › OPINION

La mirada de las víctimas

 Por Washington Uranga

La convocatoria a una asamblea general extraordinaria del Episcopado puede leerse como la decisión de los obispos de generar un hecho político importante y aumentar su grado de compromiso en la búsqueda de alternativas frente a una dirigencia política que, ante datos que son alarmantes para cualquiera, sigue “mirando otro canal” y jugando egoístamente su propio juego. La mayoría del Episcopado sigue apostando al “Diálogo argentino” como una herramienta necesaria para seguir generando consensos y promover, en toda la dirigencia y en particular entre los candidatos a las próximas elecciones, acuerdos básicos de gobernabilidad que vayan más allá de las posiciones sectoriales o partidarias. Parte de los miembros de la Conferencia Episcopal se muestran decepcionados porque esperaban otra reacción de la dirigencia y, en particular, del Gobierno que encabeza Eduardo Duhalde. Otros están francamente enojados. Todos coinciden en que, lejos de abandonar el Diálogo, hay que avanzar en la línea de hacer del Diálogo un espacio donde la ciudadanía en general –sin distinción– puede ejercer de manera responsable y comprometida su derecho a reclamar y proponer. Desde la misma Iglesia –también desde dentro del mismo Episcopado– algunos advierten que el Diálogo no sirve si quienes son responsables no asumen sus culpas y no generan más mecanismos concretos y operativos para atender “la voz de los pobres como verdaderos protagonistas”, tal como lo expresó ayer mismo un grupo de sacerdotes. Unos dicen que las puertas siempre estuvieron abiertas y quienes no llegaron es porque no quisieron hacerlo. Otros señalan que no existieron los canales suficientes para que las víctimas de la situación puedan expresar sus reclamos y que, al mismo tiempo, el Gobierno utilizó al Diálogo –y a la Iglesia– para contener la situación social sin generar soluciones de fondo. El plan de Jefes y Jefas de Hogar –el mayor logro del Diálogo según sus propios impulsores– hoy enfrenta una seria crisis de credibilidad. Los obispos parecen decididos a tomar la iniciativa para imprimirle al Diálogo nuevo dinamismo para que sea también una herramienta que evite mayores enfrentamientos entre los argentinos. Eso sólo será posible si el compromiso de los obispos se orienta decididamente a sumar a todos los sectores sin excepción convirtiendo el Diálogo en un gran espacio de participación ciudadana que se apoye fundamentalmente en las organizaciones de base. Esto supone que los consensos para la gobernabilidad sólo se pueden construir asumiendo la diversidad de opiniones y la pluralidad de ideas, pero partiendo de la base de que la mirada de las víctimas, en este caso de los pobres y los excluidos, tiene que ser privilegiada frente al poder. Todavía hay tiempo para hacerlo.

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