ESPECTáCULOS

“Los prepotentes deben afrontar la ira de Fo”

El actor catalán Manel Barceló presenta desde hoy en el Alvear “La tigresa y otras historias”, una obra del polémico autor italiano con jugosos monólogos sobre la Iglesia, la religión y los mitos.

 Por Hilda Cabrera

Dar vida a un desahuciado soldado chino del Cuarto Ejército Rojo en tiempos de la “larga marcha”, cuando el enemigo era Chiang Kai Chek; a una tigresa que cura a lambetazos y a personajes de un pueblo que se sirve de unos tigres guerreros para deshacerse de sus dirigentes, es sólo una parte de la labor del actor catalán Manel Barceló, de visita en Buenos Aires, en el Teatro Alvear, de Av. Corrientes 1659. En esta nueva presentación de este artista múltiple, conocedor de varias disciplinas y con trabajos estrenados antes en Buenos Aires y la ciudad de Córdoba, el público porteño podrá ver La tigresa y otras historias, de Dario Fo y Franca Rame (ofrecida en la década del 90 en los teatros Regina y San Martín), y Shylock, del galés Gareth Armstrong, según una puesta del italiano Luca Valentino. El primer espectáculo, dirigido por José Antonio Ortega, está compuesto por tres regocijantes monólogos que se podrán disfrutar desde hoy hasta el domingo, en el horario de las 20. En cuanto a Shylock, las funciones están previstas para los días que van del miércoles 18 al domingo 22, también a las 20.
En una entrevista con Página/12, Barceló diferencia al relato de la tigresa y los que completan el trabajo inicial (El primer milagro del niño Jesús e Icaro y Dédalo) de la mayoría de otros escritos por el gran Fo, quien supo congeniar “arte de la vida y técnica del teatro”, y fue premiado en 1997, entre la protesta de los ortodoxos, con el Nobel de Literatura. Para el intérprete barcelonés (también autor y director en otras ocasiones), estas historias se apartan de los códigos del humor y la tradición cultural italiana, a los que Fo habitualmente recurre: “Quizás El primer milagro del niño tiene alguna relación con Mistero Buffo (obra de 1969, especie de “misterio medieval sobre el dominio clerical y el imperialismo cultural”), pero el relato de la tigresa fue sacado de la tradición china. Los tres son fábulas con moraleja y con algo en qué pensar. Lo que hace Fo es darles valor político de acuerdo a pautas occidentales.” Para Barceló, en el plano de la comunicación, el teatro es un arma cultural. Su carácter artesanal es, cree, un punto a favor: “Está menos regido por normas industriales y de poder, como el cine y la televisión. Un actor puede subirse a un taburete en la calle y hacer teatro ahí. Lo detendrá la policía, pero el rollo ya lo habrá hecho”.
–¿Se mantiene ese sentido de comunicación directa en España?
–No, lo estamos perdiendo. En España hay un gran auge de otras fórmulas de teatro, que obviamente tienen el derecho de existir, pero de vez en cuando es necesario que se le hable al espectador sin mediaciones y sin ser paternal ni dogmático.
–En general, el teatro de estos modernos juglares no tiene prestigio...
–No, al contrario, fue ignorado y a veces denostado. Recuerdo las protestas que se levantaron cuando le dieron el Nobel a Fo. Partían indistintamente de las filas de la derecha y la izquierda. Todos se habían puesto de acuerdo para calificar su teatro de pobre e insustancial. Como yo había hecho La tigresa..., me pidieron una opinión. Contesté que el Nobel se había autodignificado después de la bajeza de habérselo concedido a Henry Kissinger, uno de los premiados con el de la Paz. Esto era mucho más agresivo y fuera de contexto que habérselo dado a Fo. El Vaticano reaccionó inmediatamente, y con dureza, diciendo que se lo habían otorgado a un payaso.
–No extraña, siendo Fo tan anticlerical...
–Cuando hice el relanzamiento en Igualada, una ciudad del centro de Cataluña, conservadora y clerical, el espectáculo tuvo gran éxito. Uno de sus críticos de teatro, que es cura, hizo hincapié en el valor profundamente cristiano del monólogo El primer milagro del niño Jesús. Pensé: éste es más listo que Fo. El texto es anticlerical yantiautoritario. Pero ahí, en Igualada, lo vieron de otra manera. Cualquier institución que practique la prepotencia es objeto de las iras de Fo. Y la Iglesia la practica: pide que nos comportemos de acuerdo con sus doctrinas, pero ella hace lo que se le da la gana. Eso es lo que indigna. En El primer milagro..., ese pequeño que desea que los demás chicos lo quieran y reacciona con toda rabia delante del prepotente que le rompe los juguetes y que azuza a sus compañeros, resulta simpático, independientemente de que se vea o no a Jesús como entidad divina.
–En el monólogo Shylock el protagonista no es este judío prestamista sino su amigo Túbal. ¿Por qué?
–Shylock se expresó bastante en El mercader de Venecia. Túbal tiene un papel secundario en la obra de William Shakespeare (1564-1616), pero muy interesante. El autor de este monólogo (el galés Armstrong) es también actor, y quiso hacernos un regalo a los aficionados al teatro: cuenta los años que demandó construir este personaje, cuáles fueron los precedentes históricos de la escritura de Shakespeare. Túbal es un personaje judío condenado a ser interpretado por actores secundarios. En la escena es el último orejón del tarro. No tiene importancia ni tampoco valor para rebelarse. Shylock es derrotado, pero en la lucha. Túbal se lo ha pasado entre bastidores. Entre lo mucho que se dice de Shylock es que fue escrito para entrar en polémica con Christopher Marlowe (1564-1593), autor de El judío de Malta. La verdad es que le salió un personaje tan antisemita como el que creó su antecesor.
–Lo del antisemitismo es todavía un asunto en discusión...
–Hay gente que modera su opinión, pero Shakespeare no era un santo. En su época el mito de los judíos como gente mala ya estaba instalado. Lo que aviva la discusión es que en El mercader..., con sólo dos o tres frases dichas por Shylock, Shakespeare lo rescata del estereotipo. Entonces (la obra fue escrita entre 1594 y 1596) el público debía ver como un insulto que Shylock reclamara por sus derechos. Pero eso es lo que lo salva como personaje y lo hace contemporáneo al descubrirlo como un ser que sufre y reflexiona.
–¿Planea llevar este trabajo por Latinoamérica, como lo hizo con La tigresa...?
–Estoy invitado al Festival de Manizales. Me hubiera gustado hacer una gira más prolongada, pero las cosas no salieron como habíamos programado. Sigo la realidad latinoamericana y la argentina, particularmente. En Shylock hay un pequeño homenaje a los actores argentinos que en España se ven obligados a hablar con acento español. Traté de no hacer un estereotipo.
–¿Cómo ve el tema de la inmigración?
–En España hay dos realidades. Una deriva del trato que le da al tema el gobierno del Partido Popular, totalmente inmerso en la política europea y defensor de la idea del rechazo a la inmigración ilegal. En verdad, casi todo es ilegal, porque las leyes que pone son muy restrictivas. En teatro no se ve (una excepción sería la performance Las sin tierra 1.00: 7 intentos de cruzar el Estrecho, que trajeron recientemente a Buenos Aires Rocío Solís y Rosa Casado), pero está presente en la opinión pública, sobre todo la Argentina, porque hay afectos y lazos que nos unen. Mi mujer fue inmigrante en otra época. Partió de la Argentina en 1975. Siempre le digo que llegó justo a tiempo para cargarse a Franco. Ella fue testigo de la transición a la democracia y de toda aquella gran euforia nuestra.

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Barceló también mostrará “Shylock”, del galés Gareth Armstrong.
 
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