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Cuando una casa tomada pasa a ser un comedor para los pibes

Asambleístas de Lomas del Mirador ocuparon una casa abandonada y dan de merendar a los pibes del barrio. Su historia. Los relatos de los chicos. Las presiones políticas que reciben. Sus proyectos.

 Por Irina Hauser

Al principio cada vecino que llegaba se paraba en la puerta de calle y hacía preguntas desde ahí. Algunos incluso sólo se asomaban para curiosear sin decir una palabra. Recién después de un rato se animaban a traspasar el umbral. “Nadie podía creer que le diéramos la merienda a los chicos sin pedir un voto a cambio. Había que invitarlos a pasar y explicarles con toda serenidad que esta casa fue recuperada por la asamblea para uso del barrio”, dice Carla, una de las caceroleras. La “Casa de la asamblea vecinal de Lomas del Mirador” es uno de los primeros espacios ocupados por asambleístas en la provincia de Buenos Aires. Y en tres semanas que llevan funcionando tienen 40 nenes de dos barrios carenciados aledaños tomando la leche todas las tardes, armaron una biblioteca con 300 libros y dan clases gratuitas de apoyo escolar y varios talleres.
La recuperación de edificios, casas, bancos u otros sitios en desuso, es una iniciativa que ya asumieron más de 20 asambleas de Capital Federal y que en el Conurbano recién empieza a despuntar en estos días. “Aquí en la provincia tenemos obstáculos diferentes para sortear. Hay que batallar contra la cultura clientelística y el fantasma permanente de las patotas del PJ. Además, aquí nadie nos da bolsones de comida para paliar situaciones de hambre realmente graves. Todo hay que conseguirlo con donaciones y festivales que organizamos”, explica Carla, una maestra de 29 años, ojos chiquitos, polera y campera sin mangas.
Los integrantes de la asamblea eligieron ocupar la casa de la calle Amancio Alcorta al 3300 “porque está abandonada desde hace 20 años y sólo servía de juntadero de basura y a veces de aguantadero”, explica Adriana, una profesora de pelo cortito a quien se le hacen hoyuelos al hablar. “Era necesario tener una base donde cumplir con lo que el Estado no hace”, agrega Guillermo, un periodista gráfico que participa en la asamblea.
Al ingresar a la casa, el 18 de agosto, los vecinos se encontraron con un living, dos dormitorios, un baño, una cocina-comedor, todo derruido, con mampostería caída, cables a la vista y escombros. En el jardín había restos de techo y una especie de selva impenetrable. Ese mismo día limpiaron, empezaron a remendar las rajaduras en las paredes y pintaron. Un asambleísta donó una heladera y la directora de una escuela aportó una cocina industrial. El “que se vayan todos” quedó estampado en el enrejado de la fachada. En una pizarra se fueron sumando actividades cada día.
Lo primero que hizo la asamblea en su nuevo ámbito fue dar la merienda a los chicos de la zona y de los barrios carenciados Santos Vega y de las Antenas. La primera tarde hubo tres y ahora hay cuarenta –de entre 5 y 13 años– todos los días. “La idea es que no vengan sólo a tomar la leche, les damos contención y jugamos con ellos”, dice Carla. También empezaron a ir a merendar Osvaldo, de 80 años, y Eduardo, de 82.
Cuando fue llegando más gente a medida que se corrió la voz, los asambleístas pudieron trazar un diagnóstico de algunas necesidades de un barrio que hasta hace poco tenía sectores considerados de “medio pelo”, hoy pauperizadas. Los chicos, sobre todo los de los dos vecindarios pobres, en tanto ganaron confianza empezaron a contar que a veces no van a la escuela porque se sienten cansados y no faltan relatos de los que se han desmayado alguna vez. A merendar a la casa de la asamblea llegan lo más tarde posible porque después en sus hogares ya no cenan. También han llegado mujeres contando que perdieron todo, algunas cuyas familias ahora son cartoneras. Algunas madres confiesan con cierto pudor que no tienen cómo renovar la ropa de sus hijos. La directora de un secundario sugirió armar una guardería porque las chicas abandonan sus estudios cuando tienen hijos. No hay sala de salud para toda la zona. Tampoco hay biblioteca.
En función de éstas y otras cosas, la asamblea ha diseñado sus actividades: además de dar de comer, brinda clases de apoyo escolar primario y secundario, armaron una biblioteca abierta con libros donados, organizan compras comunitarias y tienen talleres de elaboración de dulces, pan y cerámica. Están, además, formando promotores de salud para detectar, en principio, problemas de salud y desnutrición en los chicos.
En las tres semanas que lleva la ocupación, los asambleístas trataron de ignorar los autos policiales que merodean la cuadra y los aprietes de un hombre que dijo ser “funcionario policial” y les advirtió: “Ustedes van a tener problemas, le están dando de comer a los delincuentes”. Hoy irán a la Legislatura bonaerense a buscar aval para un proyecto para que el Estado expropie la casa y garantice la continuidad del trabajo en marcha.

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“Nadie podía creer que le diéramos la comida a los chicos sin pedir nada a cambio”, cuentan los vecinos.
 
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