ESPECTáCULOS

Un film en el que la guerra no es ningún espectáculo

En “Códigos de guerra”, John Woo concreta su primera película “seria” en Hollywood. Así abandona sus coreografías de violencia, retratando la relación entre un marine y un indio navajo.

 Por Martín Pérez

Cuenta la pequeña historia detrás de esa gran historia que es la de la 2ª Guerra Mundial, que hacia el final de su campaña en el Pacífico el ejército estadounidense utilizó en sus últimas ofensivas un código secreto jamás decodificado. El código estaba basado en el idioma de los indios navajo, y era fundamental en su secreto el hecho de que los codificadores eran en realidad “códigos parlantes”, o sea navajos. Y su historia, la del código y la de los navajos en aquel ejército, es lo que cuenta este film de guerra firmado por John Woo, el más exitoso cineasta de Hong Kong en Hollywood, que con Códigos de guerra realiza nada menos que su primer film “serio” en su industria adoptiva.
Listo para su estreno antes del 11 de septiembre de 2001 y postergado luego del atentado del que ayer se cumplió un año, Códigos... es un film de guerra al día con la épica trágica y antibélica post Soldado Ryan. Al mismo tiempo, es también el film que el fanático de John Woo de ninguna manera esperaba. Uno en el que las escenas de acción se rebelan contra ese mismo concepto, sangrando más que lo que cuentan, y en el que el subtexto está puesto en excesiva evidencia, como si quisiera dejarse en claro que no es eso lo que interesa. Al menos a su responsable. Pero es ese mismo movimiento lo que hace que Códigos... sea una película fallida. Aunque Woo no salga tan mal parado en el intento, pero sus fanáticos se queden casi con las manos vacías.
La historia de Códigos... comienza con la presentación de sus dos protagonistas. Uno es Ben Yahzee, un navajo entusiasta e idealista, todo sonrisas y entrega a su deber y a su patria, tan buen tipo que duda incluso a la hora de matar a un semejante en el campo de batalla. El otro es Joe Enders, un marine tan sufrido y conflictuado que la interpretación de Nicholas Cage recuerda más al alcohólico de Adiós a Las Vegas que a cualquiera de sus héroes de acción. Navajo y Marine irán juntos a la guerra, y Enders tendrá el deber de cuidar a Yahzee durante la invasión de la isla de Saipán. Aunque su verdadera misión, cuando llegue el momento, será incluso oficiar de verdugo para defender el código antes que a su portador.
Patriotera con insistencia en un momento en que Hollywood necesita hablar de guerra en vez de atentados terroristas, Códigos de guerra es un film bélico claramente en contra de la guerra. De ahí la crudeza de sus escenas de batalla, en las que Woo utiliza toda su sabiduría para presentar a la violencia como terrenal antes que etérea. No hay aquí ningún ballet, sino sangre, sudor y lágrimas. Bien lejos de la dinámica de sus más grandes éxitos de Hollywood, como Contracara o Misión Imposible 2, lo más interesante de Códigos... tal vez esté en la humanidad de sus personajes antes y después de las batallas, aun cuando éstos apenas si son tan profundos como siluetas de cartón. Film en contra de sí mismo, Códigos... tiene poco que ofrecerle al fanático del cine de Woo. Apenas si hay algún guiño a su imaginación en una escena de batalla en la que sus protagonistas deben cambiar de bando, pero no más que eso. Parecería como si todo su talento estuviese puesto al servicio de dejar en claro que este no es el film que es. Sólo así se puede entender tan poco interés en hacer funcionar cada motor de su trama: el interés amoroso de Enders, el sufrimiento antes su deber e incluso el conflicto central del film, si el marine cumplirá o no con sus órdenes cuando llegue el momento. Pero nada de eso realmente importa. Lo único que importa es que la guerra no es un espectáculo, y también eso que sucede entre batalla y batalla. Momentos en los que no es difícil imaginar al extranjero en Hollywood que es Woo al lado de los navajos, extranjeros luchando por su lugar yendo a la batalla junto al Imperio.

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El film de Woo iba a estrenarse antes del 11 de septiembre de 2001 pero, por razones obvias, fue demorado un año.
 
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