ESPECTáCULOS › LA INFIDELIDAD COMO TEMA CENTRAL DE PROGRAMAS DE TODA CLASE

Tanta trampa, tanta trampa en la tv

Los guionistas de “Infieles”, “Son amores” y “Poné a Francella” analizan el monotema de la temporada 2002: hay infieles en el reality, el talk show, el unitario, el programa cómico y hasta en las
tiras familiares. ¿A qué se debe esta explosión de trampas? ¿Sintonizan con un determinado humor social?

 Por Julián Gorodischer

Los nuevos infieles invaden la comedia familiera (“Son amores”) o el unitario recién estrenado (“Infieles”), toman por asalto la trama del talk show (“Entre Moria y vos”) y la del reality (“Confianza ciega”), y se acomodan en el programa del capocómico de la excitación permanente (“Poné a Francella”). Los nuevos infieles no necesitan acreditación moral del tipo “mi marido es un villano”. No se conforman con una duda resuelta a favor del amor eterno. Rompen parejas, desarman su matrimonio y buscan variantes exóticas para salirse del clisé: con la trampa no basta. “Cuando buceás en la infidelidad –explica Ricardo Rodríguez, guionista de “Infieles”–, hay cosas que se reiteran: el engaño, el verso que se le hace a la pareja, la forma de esconderse. Es difícil ser original o singular con tanta explosión de trampas: sobran las anécdotas, pero no hay muchas historias.”
Hay un ligero matiz, en “Poné a Francella”, que quita tensión al engaño. Es como si de pronto el flirteo con la amiguita de la hija (el año pasado, en sketch con Julieta Prandi) o con la cuñada (esta temporada, con Andrea Frigerio) perdiera el peso del mito sexual para convertirse en otra cosa: apenas un soporte para el paso de comedia que Guillermo Francella maneja con solvencia. Es la máscara de buenazo que sirve para encubrir al chanta. Chanta no es traidor sino simpático, un “porteño piola” que busca recovecos para el sexo casual e improvisa falsas excusas, pero ante todo tiene listo el guiño a cámara de muletilla intercambiable: “No ven que es una nena”, decía en el 2001 con ligera reminiscencia a Belleza americana. “¡No puedo más!”, repite ahora, más dramático, en novedosa recreación del mito de la fruta prohibida.
–Este caso se puede contar de manera distendida porque pasa con la hermana de la mujer –asume el guionista Ismael “Paco” Hasse, autor del sketch “Cuñados” del programa de Francella–. Sería muy distinto con la mujer del hermano: a “la infiel” la colgamos del Obelisco, al hombre le hacemos un chaschás en la cola. Es un convencionalismo machista.
–¿No hay un sentido de lo nacional ligado con la infidelidad en “Poné a Francella”, y a la proliferación de trampa en la ficción y el reality?
–¿Querés más infieles que los que nos gobiernan? Somos infieles a los ideales en una época con muchas opiniones y pocas convicciones. Hay infidelidad en todos los terrenos: un tipo levanta una bandera y a los dos días la cambia por otra. La infidelidad es un precipicio, y podés pasar de la gloria al desastre en medio minuto. Se podría pensar que la que es infiel es nuestra sociedad.
Entonces, ¿qué distingue una historia de infieles en “Entre Moria y vos” de un paso de comedia en el triángulo de Lola, Sánchez y Carmona en “Son amores”? Ficción, talk show y reality se obsesionan por contar el engaño y algunos suben el tono. Moria presenta al marido que se acostó con tres hermanas, o a la esposa que lo cambió por un travesti, y las voces de “lo otro” intentan correrse del affaire convencional. Los invitados se esfuerzan por parecer creíbles con un modo que elige la gesticulación exagerada, la amenaza de “pasar a las manos”, y las manos que se toman la cabeza. Las formas de la infidelidad toman el programa casi por completo, y erradican historias de mujeres golpeadas y abuso sexual.
–Yo entiendo que todo, en el talk show o en la tira, es ficción -plantea Jorge Maestro, guionista de “Son amores”–. Sólo que la audiencia que ve ficción lo sabe de antemano y, en cambio, la que se prende a un talk show es manipulada de otra manera. Se podría decir que estos programas son obscenos: no se autorregulan, no pueden equilibrarse, no reconocen la responsabilidad social que estos temas merecen.
–¿Y cómo se ejerce esa autorregulación para tratar la infidelidad en una comedia familiar?
–El profesional lo tiene internalizado: sabe cuál es el ajuste que debe hacer a la temática de acuerdo con el horario y los públicos. El triángulo es ideal, como situación de conflicto, porque acude a todos los recursos propios de la comedia: el fingimiento, el disfraz, el equívoco.
–¿Qué presiones o limitaciones se le presentan?
–No aquí, pero en Chile y México consideraban que el personaje de Carmona debía ser un villano tremendo para justificar la relación entre Lola y Sánchez. Es una cuestión cultural que tiene que ver con la idiosincrasia de cada país. En sociedades más machistas o tradicionales, aparecen los reparos.
El guionista podrá sentir (frente a la misión de recrear una historia de infieles) el peso de una tradición que parece, a primera vista, haberlo abarcado todo. Todo dicho y mostrado, cada variante explorada: versiones clásicas, perversas, cursis o dramáticas, grotescas o simbólicas para referir al monotema de estos días. Estudiará conductas y encontrará patrones, ¿pero cómo escaparles? “Infieles” (por Telefé, los domingos a las 23) no se lo propuso en su primer capítulo: lo suyo fue revisitar la historia de la casada infiel que se convierte en “amante que espera”, con buenas actuaciones de Mercedes Morán y Gabriel Goity, pero sin metas de vuelo alto en lo conceptual. “Infieles” fue apenas un tránsito ameno por los lugares comunes de “lo infiel”, aunque no por remanido menos vigente.
–La infidelidad tiene que ver con la pasión, el amor, el engaño, y es el abecé de la ficción –dice Ricardo Rodríguez–. Tiene patrones: la mujer necesita más la presencia del amor, el hombre trampea con mayor facilidad, la mujer espera y vive a través del relato del hombre al que tiene un rato por día. El tema es un clásico; lo que es nuevo es la llegada a la comedia familiar, a la telenovela del mediodía, a ese tipo de programas.
–¿Qué aportes intenta hacer “Infieles” al tema?
–En las novelas es más complicado encontrar variaciones porque el infiel debe tener una causa muy justificada para que el espectador no condene: la identificación es claramente con los buenos y si engañás a tu mujer, ésta tiene que ser muy turra. En el unitario, se pueden desarrollar las características de un personaje y no todo es blanco o negro: la infidelidad tiene presencia cotidiana y no define a buenas o malas personas.

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Para Ricardo Rodríguez,
guionista de “Infieles”, la
infidelidad lo tiene todo,
es como el abecé de los
programas de ficción.
 
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