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“Los Thornberrys”, una familia en estado natural

La versión cinematográfica de la serie para niños de Nickelodeon es un alegato ecológico, pero no descuida las reglas de la animación.

 Por Martín Pérez

Un elefante, una ballena y un mono. Esos son apenas los primeros amigos con los que Eliza habla en las imágenes iniciales de la primera película de los Thornberrys. Y a los que se les escucha contestar, porque Eliza puede efectivamente dialogar con ellos. Es un don que detenta desde que ayudó a un animal que resultó ser un extraño Dios, y que le otorgó dicho poder. Un poder que no debe revelar a ningún humano, porque el hechizo dejaría de ser efectivo. Como bien conocen los pequeños fanáticos de la serie, que se exhibe en la señal Nickelodeon, Eliza anda así detrás de los pasos de sus padres, exitosos exploradores televisivos, pero acercándose mucho más a la naturaleza que ellos.
Sin dudas la más fascinante heroína que dio el cine de animación reciente, Eliza es la protagonista de la película firmada por el apellido de toda su británica familia. Además de sus amorosos y comprensivos padres, Nigel y Marianne, el círculo familiar se completa con la rebelde Debbie, una feroz adolescente, mayor que Eliza, que odia vivir en una casa rodante en medio de Africa. A ellos hay que sumarle al adoptado niño salvaje Donnie, que los Thornberrys encontraron durante sus excursiones salvajes, y Darwin, el malcriado chimpancé que es el mejor amigo de Eliza. E incluso a los abuelos Thornberrys, más flemáticos y recalcitrantes que papá y mamá, pero capaces de embarcarse aún en alguna excursión.
La historia detrás de esta aventura cinematográfica de los Thornberrys es una de cazadores furtivos, migración de elefantes y una reclusión en un internado británico. Todo es posible a la hora de hacer que lo que podría ser un episodio más de la serie devenga en película de hora y media. Todo comienza en la sabana africana, con Eliza jugando con las crías de una señora leopardo, que le permitió a la niña llevarlos a jugar. Sorprendida por un misterioso helicóptero, Eliza perderá uno de los cachorros y quedará en deuda con la madre. A partir de entonces se desencadenarán episodios que llevarán a la niña a Londres y de regreso al Africa, acompañada siempre por su fiel Darwin. A Londres la enviará su abuela, con la intención de educarla como corresponde a la flema británica. De allí regresará para utilizar su poder como corresponde, salvando en el camino a una manada de elefantes de la extinción segura. Cargando con el inevitable consejo de “cree en tí mismo” que parecen llevar los films infantiles recientes la gran ventaja de Los Thornberrys es que se toma la aventura bien en serio, comenzando por su ambientación.
Políticamente correcta hasta la exasperación, incluso a la hora de poner a una niña en el centro de la aventura, la película hace honor a la serie, un logro más en la factoría Clasky/Csupo, fieles al canal Nickelodeon. Luego de triunfar con “Rugrats”, la pareja de animadores descubrió en 1998 una forma de unir la divulgación de la naturaleza de los canales de cable dedicados a los animales con el entretenimiento del dibujo animado. Sibien Nickelodeon demostró ser bastante rígido con su corrección política, al manejar con mano de hierro la libertad creativa del creador original de “Ren & Stimpy”, sus buenas intenciones de “Rugrats” en adelante alcanzaron resultados exitosos, tanto para la pantalla pequeña como en la grande. La película de los Thornberrys es una buena muestra de ello.
Despojada de los recurrentes guiños para adultos de las últimas producciones, lo que sí tiene para ofrecer el film de Malkasian y Mc Grath a los adultos conocedores del mundo de la música pop es una banda de sonido más que interesante, dominada por lo mejor de Peter Gabriel y sus amigos africanos, como Youssou N’Dour. Y que se da el lujo de presentar la primera canción que Paul Simon escribió para el cine en quince años: “Father and Daughter”. Lo que lamentablemente no se puede disfrutar en la versión exclusivamente doblada para cines argentinos es la voz de otro rocker, Flea (bajista de Red Hot Chili Peppers), que se ocupa de Donnie.

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Eliza Thornberry, una niña que puede hablar con los animales.
La serie fue creada en 1998 por los mismos autores de “Rugrats”.
 
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