ESPECTáCULOS › OPINIONES DE FERNANDO SAVATER EN “PERFILES DE ESPAÑA”

Una vida quemando preguntas

El pensador aprovecha el ciclo de Canal (á) para recordar escenas de su propio pasado y analizar cuestiones históricas y políticas.

 Por Verónica Abdala

La verborragia del español Fernando Savater define su carácter tanto como la lucidez de su pensamiento. Pero puede sorprender más, sobre todo a quienes nunca lo hayan visto frente a una cámara: a esta altura nadie duda de su capacidad reflexiva, puede más de uno puede quedar perplejo ante la cantidad de palabras que este español es capaz de pronunciar en unos pocos segundos. Teniendo en cuenta esto, es comprensible que los treinta minutos que dura esta emisión de “Perfiles de España”, por Canal (á), basten para que pueda referirse con su precisión habitual a algunas cuestiones clave de la historia política de su país, y de su propia vida, dedicada, como expresó alguna vez Antonin Artaud, a quemar preguntas. En definitiva –y pese a que Savater íntimamente reniega de esa definición–, en eso consiste la ocupación del filósofo.
Los recuerdos de una infancia plena de afecto, y de una adolescencia que lo inició en placeres algo menos inocentes se mezclan con reflexiones que iluminan momentos clave de la historia de su país. Los efectos de la represión franquista sobre la tradición cultural española posterior a la dictadura concentran su atención, convirtiéndose en uno de los ejes temáticos del programa (se emite el próximo martes a las 19.30, repite el sábado 19 a las 12.30, 18.30 y 23.30 y el domingo 20 a las 10 de la mañana).
En su visión, un dato llamativo es que las dictaduras “prestan más atención a la cultura que cualquier otra clase de régimen. No precisamente porque les interese, sino porque sus ideólogos se sienten perseguidos hasta por las expresiones más inocentes”. Los países que han sufrido las consecuencias de persecuciones y censuras son testigos de que “un dictador puede desvelarse hasta por un grafitti que nadie ve, en una calle perdida, por un volumen del que se han tirado doscientos ejemplares, por el chiste del diario”, define Savater. Ese es el punto en el que el alcance de ciertas medidas confluyen en el absurdo.
“Entrar a las librerías era una experiencia aparte”, recuerda. “Era como adentrarse en la cueva de Alí Babá: sentíamos que las puertas podían cerrarse en cualquier momento y ya no podríamos volver a entrar. O podían prohibir de un momento para el otro todo el catálogo de una editorial, sencillamente porque el título de un libro les disgustaba. Esta lógica traería irreparables consecuencias para la cultura de este país, un vacío que llevaría décadas resignificar y la saludable oposición de toda la clase intelectual española. El franquismo no tuvo un solo intelectual de peso que accediera a estar de su parte.” El papel que cumplió la Iglesia Católica es calificado con términos muy duros: “La iglesia actuó aquí, como ha hecho siempre en todo el mundo, de acuerdo con un oportunismo extraordinario: sus acciones y omisiones apuntaron en todo momento a privilegiar y aumentar su poder de dominio. La iglesia fue cómplice de la dictadura franquista, en ese sentido no cometió nada parecido a un error”.
Las dificultades históricas que actualmente enfrenta España (“seguimos manteniendo intacta una capacidad superlativa de autoboicotearnos”) y la perdurabilidad de ciertos nacionalismos (“los veo, incluyendo al nacionalismo vasco y al catalán, como formas retrógradas de cretinismo moral”) son otros de los temas a los que hace mención en la entrevista que le hizo el productor Eliseo Alvarez. El mayor reto que enfrentará la humanidad del siglo XXI es, desde su punto de vista, el problema de la educación. “Cada vez son más populares las fórmulas que apuntan a hacer más productivas o más rentables ciertas actividades. La educación no pasa por tener o no una computadora a mano, y existe para ayudar a las personas a disfrutar y conquistar su autonomía. Irrumpe para formarnos como seres independientes, libres, capaces de soportar el desarraigo.”

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Fernando Savater se muestra tan lúcido como verborrágico.
 
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