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La vida de Compay Segundo se va apagando de a poco

“Se nos va”, reconoce su hijo, Salvador. A los 96 años, el trovador cubano sufre una grave insuficiencia renal y los médicos sostienen que no podrá volver más a los escenarios ni a estudios de grabación.

Por Mauricio Vicent
Desde La Habana

El trovador cubano Compay Segundo no volverá más a los escenarios ni a los estudios de grabación. Compay, Francisco Repilado en la vida real, tiene 96 años y desde hace meses sufre una grave insuficiencia renal que lo obligó a cancelar todos los conciertos que tenía programados en España y Reino Unido este verano. “Los médicos son pesimistas”, dice, con el rostro afectado, aunque sereno, su hijo Salvador, desde hace años su representante y contrabajista de su grupo. “No queremos esconder lo que pasa. Sus amigos y todos los que lo quieren en el mundo tienen derecho a saberlo: así lo desea Compay, que es un hombre que ha dedicado su vida a la música y a hacer feliz a la gente.”
En la casa de Compay Segundo, en La Habana, muy cerca del mar, el bochorno de julio pesa como el cemento. La esposa de Salvador, Sonia, cuela café. Habla con voz suave. El ambiente es de despedida. El amor, el alma y la muerte son las constantes en el centenar largo de canciones que compuso Repilado a lo largo de su vida. Una vida que disfrutó a plenitud y en la que fue peluquero, tabaquero, clarinetista de bandas de conciertos y, sobre todo, buena persona y sonero de monte adentro. Es mediodía y Compay guarda reposo en su habitación. Todo el mundo es consciente de su delicado estado de salud y, pese a ello, parece que en cualquier momento lo veremos bajar las escaleras, con su sombrero y un tabaco entre los labios, para repetir al visitante con un guiño pícaro su sabio consejo: “Escucha esto: si quieres llegar a viejo, sopón de carnero. Las mujeres te lo agradecen cantidad...”. Pero no. Esta vez Francisco Repilado no aparecerá.
A esa misma hora, en los estudios Abdala, el grupo de Compay Segundo ensaya “Just a gigoló”, de Louis Armstrong. Pero un “Just a gigoló” con sabor acubanado, sonsoneado, sabroseado por el armónico de Compay, que en esta ocasión lo toca Félix Martínez, quien durante años fue laudista de la reina del punto guajiro, Celina González. El disco incluirá versiones de temas de grandes músicos, como Serrat o el propio Armstrong, aunque, por desgracia, la voz de Compay ya no se escuchará. “Compay quiere que sigamos ensayando, que no paremos. Queremos que el disco se convierta en un homenaje a su música, a una música que nunca morirá”, dice Salvador. Compay compuso su primera canción a los quince años, y fue toda una declaración de principios: “Yo vengo aquí para cantar”. La conversación con Salvador es por momentos triste. “Compay sigue enamorado de la vida”, dice. Cuenta el hijo que, aun postrado en una cama, no perdió el sentido del humor. “Cuando el médico le dijo que no podía seguir fumando tabaco ni tomando café, Compay exclamó: ‘Si yo sé esto me escondo en un platanar’”.
Cuando llegaron los años del olvido, en los ‘60 y ‘70, Compay volvió a ejercer el trabajo que aprendió siendo niño para comer, el de tabaquero. Durante 17 años torció puros, a razón de 150 al día, en la fábrica H. Upman. Pero en los ochenta volvió a dedicarse por entero a la música. Un día lo descubrieron en un hotel de La Habana tocando para turistas que no lo escuchaban. En 1997 se convirtió en la atracción principal del Buena Vista Social Club, de Ry Cooder, disco que ganó un Grammy y lo lanzó al estrellato. Actuó en el Olympia de París, en el Carnegie Hall de Nueva York, ante el Papa en el Vaticano. Pese a la fama, Compay nunca perdió la sensibilidad y el contacto con su gente. En dos ocasiones subastó su querido sombrero, que siempre compraba en la plaza Mayor de Madrid, y destinó los 45.000 dólares obtenidos a medicinas para los niños cubanos. Sentado en un taburete de su casa, Salvador admite que “Compay se nos va”. Pero, dice, no hay que estar tristes: “Su música, lo que él más quería, no desaparecerá”. Y recuerda lo que le dijo en una ocasión: “Cuando yo muera me convertiré en una mariposa”.

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Compay, un prócer cubano.
 
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