ESPECTáCULOS › LA “PRIMERA GRAN SEMANA DEL NUEVO CINE BRASILEÑO”

Por un Mercosur cinematográfico

Las catorce películas que se verán desde mañana conforman un completo panorama de lo que se produce en tierras de Lula, donde la producción local le hace fuerza a Hollywood. Hay varios títulos recomendables.

 Por Horacio Bernades

En momentos en que las culturas latinoamericanas hacen esfuerzos por romper un ensimismamiento de décadas para volver a conectarse entre sí, no podría resultar más oportuna la Primera Gran Semana del Nuevo Cine Brasileño, que Artkino Pictures de Argentina y el Grupo Novo de Cinema e TV de Brasil presentarán a partir de mañana en el complejo Village Recoleta, con apoyo del Incaa y Amcine del país hermano. Aunque podría pensarse que sufre de un exceso de mayúsculas, el título de esta muestra no podría ser más fiel a lo que ofrece. No sólo es la primera de su tipo que se realiza aquí en años, sino que además presentará un vasto y ecléctico panorama de la producción reciente de una cinematografía que viene creciendo tanto o más que la argentina.
De ese crecimiento (y la palabra debe leerse tanto en términos de cantidad como de calidad) ya había dado cuenta, meses atrás, el Festival de Cine Independiente, ofreciendo en distintas secciones una buena docena de films recientes producidos en el país de Ronaldinho. Finalmente recuperado de la perspectiva de extinción a la que lo había condenado la política de arrasamiento cultural emprendida a comienzos de los ‘90 por Fernando Collor de Mello, el auge actual del cine brasileño puede medirse en cifras. Una estadística recientísima estima que, al cabo de la presente temporada, las películas locales habrán retenido nada menos que un 20 por ciento del mercado frente al aluvión hollywoodense, lo cual no es moco de pavo. Además, entre la cuarentena de estrenos brasileños en su país, los impresionantes batacazos de público se van haciendo cada vez más frecuentes. A lo largo del año pasado, Ciudad de dios llevó a las salas nada menos que tres millones de personas, pero esa cifra ya fue superada por Carandirú –flamante film del argentino, naturalizado brasileño, Héctor Babenco–, que hasta la fecha lleva convocados más de cuatro millones de espectadores. Para tener una idea de lo que representan estas cifras, piénsese que en la Argentina películas como Matrix recargado o Buscando a Nemo andan por los dos millones de espectadores.
A todo ello debe agregarse la frecuente presentación de films brasileños en los más importantes festivales internacionales y la buena cosecha de premios en esos festivales. Cosecha de la cual esta muestra será testigo. Desde mañana y hasta el miércoles 13 de agosto, en el Village Recoleta se verán catorce películas. De ellas, unas cuantas (Amarelo Manga, Amores posibles, Cama de gato, El invasor y Separaciones) ganaron premios en Berlín, Sundance, Montreal y otros festivales. Dando testimonio del acertado y amplio criterio con que se los ha seleccionado, la semana –durante la cual se hará presente una nutrida delegación, que encabezan los reconocidos cineastas Carlos “Cacá” Diegues y Julio Bressane– dará al espectador local la oportunidad de apreciar la variedad y vitalidad, así como el alto nivel técnico, artístico y cultural alcanzado en años recientes por el cine brasileño.
Haciéndole sitio a media docena de óperas primas tanto como a los más recientes opus de realizadores veteranos y con un par de documentales tratando de pelear su lugar entre una mayoría de films de ficción, la Primera Gran Semana del Cine Brasileño desplegará un generoso abanico estético y regional. Este abarca desde una agridulce y colorida crónica urbana filmada en Pernambuco y aún no estrenada en su país (Amarelo manga, ópera prima de Claudio Assis) hasta una tragicomedia muda, en blanco y negro y con intertítulos, altamente representativa de la producción gaúcha (La fiesta de Margarette, de Renato Falcao). Se incluyen un par de incursiones en la violencia paulista (la muy revulsiva Cama de gato, ópera prima del joven Alexandre Stockler, y la inquietante El invasor, del siempre sólido Beto Brant) así como lo más reciente de tres de los sobrevivientes emblemáticos del Cinema Novo de los ‘60: Dios es brasileño (fábula farsesca de Cacá Diegues, realizador de Xica da Silva y Bye ByeBrasil), Film de amor (de Julio Bressane, el cineasta brasileño más inclinado a la experimentalidad) y Separaciones, típica comedia urbana de Domingos de Oliveira (apodado “el Woody Allen carioca”) que se llevó, en la última edición del Festival de Mar del Plata, dos de los ombúes más importantes.
Si hay una película que pisará fuerte en esta semana, ésa es sin duda Madame Satâ, que desde su presentación en Cannes 2002 hasta su reciente estreno en Nueva York –sin olvidar su exhibición en la última edición del Bafici– nunca dejó de impactar. Opera prima del nativo de Ceará Karim Aïnouz, Madame Satâ hace foco en un personaje de la mala vida carioca de los años ‘30, que a su condición de homosexual, drag queen y reina del carnaval sumó la de chivo expiatorio ideal del conservadurismo de la época. Cambiando de registro, la comedia urbana de tono menor, representada por las nombradas Amarelo manga y Separaciones, se verá reforzada por Amores posibles (segundo film de Sandra Werneck, cuya anterior Pequeño diccionario amoroso fue un exitazo internacional) y Durval Discos. Opera prima de la paulista Anna Muylaert, esta última gira alrededor de un loco del vinilo que vive con su mamá e incluye la más asombrosa y estimulante secuencia de créditos vista en mucho tiempo (un único plano secuencia, sin corte, en el que la cámara anda, a paso de hombre, por las calles de un barrio paulista). Por su parte, El hombre del año –parábola sobre un tipo común que, casi sin quererlo, se convierte en asesino ocasional primero y en narco de cuidado más tarde– ofrece la peculiaridad de contar con guión original de Rubem Fonseca, quien acaba de ganar el premio de literatura Juan Rulfo.
Los dos documentales programados son Ventana del alma, codirigida por Walter Carvalho –virtuoso fotógrafo de Estación central y A la izquierda del padre, e iluminador de media docena de películas de esta Semana–, que trata sobre la ceguera y el acto de ver (incluyendo testimonios de José Saramago, Wim Wenders y Hermeto Pascoal), y Viva Sao Joao, paseo por las más tradicionales ceremonias nordestinas en compañía de un verdadero connaisseur: el excelentísimo Sr. Ministro de Cultura del Brasil, don Gilberto Gil. Si de músicos se trata, convendrá recordar que la banda de sonido de Amores posibles lleva la firma de Chico Buarque, así como toda Durval Discos entraña un enorme homenaje bajo cuerda a la MPB de los ‘70. Incluyendo a una Rita Lee de cabello color granadina, que de pronto entra a la disquería en estado de desesperación, buscando aquel vinilo que Caetano grabó a comienzos de los ‘60 en Londres, y de cuya abstinencia la autora de Bossa’n’Beatles no logra sobreponerse. Es lógico: ¿Dónde se vio una muestra de cine brasileño donde la música no tenga cartel francés?

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Gilberto Gil es el experimentado guía del documental “Viva Sao Joao”.
 
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