ESPECTáCULOS › “NARC, CALLES PELIGROSAS”, CON JASON PATRIC

Policial estilo bien “fachion”

 Por Horacio Bernades

Alguna vez, un ingenioso crítico de cine acuñó el atérmino fachion para aludir a ciertas películas o productos culturales en las cuales lo fashion y lo facho se unen inextricablemente. Desde sus primeras imágenes se hace evidente que Narc, calles peligrosas entra de lleno en la categoría, en su variante más chocante y sensacionalista. Para mostrar la persecución de un policía a un delincuente a través de media ciudad de Detroit, el director, el fotógrafo y el montajista echan mano de cuanto truquito visual ande dando vueltas por el Planeta Digital: fotografía “lavada”, cámara en mano y falsos raccords de edición, acompañados de la clase de jadeos que José De Zer supo patentar en “Nuevediario”. Cuando finalmente el poli logra alcanzarlo en un sector de juegos para chicos, el maleante toma a un chico y se lo pone de escudo. El cana tira igual y lo mata. Primero parece que apuntó bien, pero enseguida se ve que no tanto: al lado del chico estaba la mamá, embarazada. La cámara se acerca (no se la iban a perder) y muestra en detalle el charco de sangre que brota de la panza de la señora.
La escena es parte del recuerdo del poli, a quien sus superiores decidieron –con bastante sentido común, por cierto– desplazar tras el incidente. Curiosamente, la película se ocupa de disculpar al abortador, a quien encarna esa masa de testosterona implosiva que es Jason Patric. Por un lado, para que quede claro que el cop ama a los niños, se lo muestra en familia, siempre abrazado a su pequeño. Por otro, se lo ve asistiendo a un tribunal en el que unos agentes de Asuntos Internos lo juzgan por el “desliz” cometido. En lugar de arrepentirse, el policía justifica el acribillamiento de la mamá como un daño colateral, acusando a sus acusadores de tener poca calle.
La trama de Narc, calles peligrosas es un amasijo de lugares comunes que incluye al detective que pide una misión para vengar a un amigo, a un traidor presuntamente insospechable (aunque se lo ve venir desde varias películas antes) y debilidades y problemas matrimoniales de los héroes, hombres de familia que viven pensando en sus esposas vivas o muertas. Al final, la tensión se concentra en un depósito, con sólo cuatro actores encerrados allí durante un tercio de película y una tortura incluida. ¿Que ya se hizo en Perros de la calle? No importa. Lo que sí le importa al director, Joe Carnahan (a quien Tom Cruise tiene conchabado para Misión Imposible 3) son los tremendos mazazos de sonido y brutos subrayados visuales con que rubrica cada escena, como si todas fueran un apocalipsis en miniatura.

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