ESPECTáCULOS

“Este disco tiene cierta angustia por ser alegre”

Tras el debut de Dante Spinetta, es el turno de Emmanuel Horvilleur, quien presenta mañana “Música y delirio”. Aquí cuenta cómo fue la mezcla entre el “vuelo” del disco y una realidad que golpea.

 Por Pablo Plotkin

Música y delirio podría haber tenido un título mucho más ampuloso: Banda original de la película de nuestras mentes. Así se llama una canción que Emmanuel Horvilleur dejó afuera del corte final del disco, un tema que habría “condicionado” la obra. “Y habría sonado un tanto pedante”, según el autor. Una vieja grabación de “La noche del domingo” –el ciclo timbero/cabaretero de Gerardo Sofovich– propició el bautismo definitivo. La banda estable del programa cantaba “todo es aventura, música y delirio...”. “Me encantó”, dice el ex Illya Kuryaki en su estudio de Chacarita, en una pausa en los ensayos para el show que dará mañana en el Teatro ND Ateneo. “Tenía que ver con el momento mío: música y delirio”. El delirio como dimensión creativa y “el delirio de vivir en Buenos Aires”, una ciudad llena de “deformes” (en la acepción Kuryaki del término: deformidad mental, no física) y “dealers de la anécdota”. “Si ahora salimos a dar una vuelta nos va a pasar algo, seguro”, apuesta Emmanuel. “A mí siempre me pasan cosas.”
Horvilleur grabó su debut solista entre dos estados superpuestos: abstracción y acción callejera. “Trataba de estar desconectado, pero cuanto más te desconectás, más te pega todo. Habitualmente estás acostumbrado a que todo es un asco, pero cuando estás haciendo un disco, en una atmósfera musical, estás en un vuelo, y de golpe bajás a tomar un mate cocido y prendés la tele y ves que mataron a dos pibes en una estación y te pega como un trompazo...” En ese desequilibrio de vibraciones –mundos secretos y vértigo urbano–, el disco encuentra su velocidad y poder de conmoción, música negra de marchas diversas y líneas de “payador y compositor surrealista”. “El disco tiene una angustia por salir, una angustia por ser alegre. No me estoy comparando, pero escucho ese tipo de cosas en artistas como Miguel Abuelo, que era muy up, pero tenía una carga emocional densa.”
–Quería hacer un show medio cumbiero. ¿Va a haber algo de eso en el Ateneo?
–Fue la idea que tuve al principio. Estuve dos o tres semanas averiguando el paradero de cumbieros como Adrián y Los Dados Negros. Me compré un disco, llamé a su oficina, pero el tipo parece que está en Chile... Está bueno para hacer un documental: ¿dónde está toda esa cumbia de los early days? ¿Dónde está la cumbia ‘80? Musicalmente era más ingenua; la de ahora es más violenta. Pero hay cosas muy buenas: Yerba Brava... Lo que no me gusta mucho es la lírica. En esa época los cumbieros querían tener un poco más de glamour.
–¿Romper con los Kuryaki y empezar una carrera solista tuvo algo de “fin de la adolescencia”?
–Esos momentos de “uy, me siento grande” ya me surgían cuando era adolescente de verdad. Pero creo que con la música hay algo medio atemporal. A veces siento que se acabó ese momento, pero la música siempre te renueva. Haber hecho este disco me dio una fuerza muy grande, y de pronto me encontré tocando con una banda y haciendo una cosa que anhelaba mucho: subir a un escenario y volver al contacto con la gente. Esas dos horas son impagables: mucha adrenalina y vuelo. Y a nivel íntimo, viví situaciones que me hicieron comprender cosas acerca de la muerte, por ejemplo lo que le pasó a María (Gabriela Epumer), o a mi manager.
–Cosas que cambian la óptica...
–Son cosas que te hacen dejar de darle importancia a boludeces, tratar de vivir la vida sin tanto juicio hacia uno y hacia los demás. Pasé por varias visiones de lo que iba a ser el disco, hasta que me di cuenta de que lo mejor sería hacer el disco que me saliera. Hay momentos en que está bueno hacer un disco más pensado, pero esta vez fue todo muy natural. Y de pronto una cosa que era tan íntima, tan mía, empezó a llegar a los mediosy esta vez, qué sé yo, me fui a fijar a ver qué decían las críticas. Porque era yo solo. El disco gusta y eso me pone contento. Nació una nueva manera de pensarme artísticamente: haciendo todo desde la persona, no sólo desde el músico que crea un concepto y una imagen. A mí me encantan las imágenes en las canciones, pero acá hubo otra cosa: un cambio del que me hice cargo, y eso se nota.
–¿Cómo influye esta repentina sobreexposición mediática a raíz de la relación con Celeste Cid?
–Sí, uf... Ya tengo un poco de experiencia en cómo son estas cosas. Creo que en breve voy a poner un corte radical al tema. Estuve dos años haciendo el disco, soy músico y quiero hablar de eso. Yo también me presto muchas veces al juego, pero no me quiero sentir incómodo. Los Kuryaki también teníamos ese lado... Era divertido vernos en una discoteca cuando íbamos a bailar, pero ante todo siempre estuvo la música. Quiero cuidar eso. Por otro lado, es real que hubo una exposición más grande que la que hubiera tenido sólo por el disco, pero las canciones son mis únicas armas. Lo trato de llevar con calma, pero fue rarísimo. El otro día estaba en una radio y llamó alguien para preguntarme “che, ¿eso lo hiciste para hacer promoción?”. Claro, si fuera tan fácil... Ponerte de novio para hacer promoción... Es loco pensar de esa forma. La distorsión es terrible. Y eso lo generan un montón de medios que la gente consume. La gente está en esa.
–La televisión siempre apagada, entonces, por las dudas...
–Acá tengo cuatro canales de aire, y en mi casa no tengo televisión. Una vez vi “Rumores”. Fue rarísimo, porque empiezan a decir cosas que vos hacés y que en realidad no hacés ni en pedo. Es gracioso. Yo soy un deforme que tengo mucha televisión grabada de otros años, programas de cumbia y esas cosas. Pero estos de ahora llegan a un nivel... Están a full, muy al mango.

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“Al grabar traté de desconectarme, pero cuanto más te desconectás más te pega todo”, dice el músico.
 
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