ESPECTáCULOS

San Sebastián, un final con más silbidos que aplausos

La alemana “Schussangst” se llevó la Concha de Oro, y hubo premio para la argentina “Cautiva”.

Página/12, en España
Por Horacio Bernades, desde San Sebastián

Tras un decurso plácido, la 51ª edición del Festival de San Sebastián se cerró entre abucheos, chiflidos y pataleos. Es que a los periodistas locales no les había gustado nada la película que finalmente ganó la Concha de Oro, y bastó que el presidente del jurado –el argentino Héctor Babenco– pronunciara el nombre del film para que buena parte del millar de periodistas presentes en la sala de reuniones del Kursaal estallara en una sonora muestra de desaprobación. El film ganador resultó Schussangst, tercera película del realizador georgiano (afincado en Alemania) Dito Tsintsadze, que se presentó el último día de la competencia oficial. Drama criminal atravesado (aunque no con demasiada convicción) por la abulia, la perversión y el amor loco, Schussangst había sido recibida con una salva de búes y silbidos durante su proyección para la prensa.
La decisión del jurado se dio de patadas con las expectativas mayoritarias, que apostaban todas sus cartas al film angloluxemburgués Girl with a Pearl Earring (que finalmente se llevó un justificado premio a la Mejor Fotografía) y al crédito local Te doy mis ojos. Dirigida por Iciair Bollain, esta última debió conformarse con dos premios menores aunque merecidísimos: el de Mejor Actor, para Luis Tovar (a quien puede verse en Los lunes al sol, recién estrenada en Buenos Aires) y Mejor Actriz, la notable Laia Marull. En verdad, ni Schussangst es tan deplorable, ni las dos favoritas tan indiscutibles. Teniendo en cuenta que el anuncio de la Concha de Oro se produjo unas horas antes de comenzar el partido Athletic de Bilbao vs. Real Sociedad (el River y Boca del país vasco), podría suponerse que los ánimos estaban lo suficientemente caldeados como para fogonear la airada reacción.
En defensa de la decisión del jurado presidido por Babenco podría apuntarse que, sin ser ninguna maravilla, el film alemán tiene al menos la virtud de haber desconcertado a propios y extraños. Algo que no puede decirse de la mayoría de las películas presentadas en la competencia oficial del 51 Donostia Nazioarteko Zinemaldia, que es como se denomina en vasco al Festival Nacional de Cine de San Sebastián. Dominada por una enorme mayoría de films europeos (10 sobre 16) y con tres títulos latinoamericanos en competencia, la sección oficial del festival donostiarra tuvo como norma una corrección poco propensa a audacias y sorpresas. Dos films tal vez algo fríos, pero también densos y complejos, Histoire de Marie et Julián (de Jacques Rivette) y Dans le rouge du couchant (del argentino, radicado en Francia, Edgardo Cozarinsky) se van con las manos vacías, en consonancia con la gélida recepción de crítica y público que tuvieron por aquí.
Ganadora de tres premios en la última edición del festival de Sundance, se sabía que algún premio tenía que llevarse The Station Agent, en la que un enano duro como una piedra se va ablandando, en compañía de unextrovertido latino y una mujer que carga un difícil duelo reciente sobre sus espaldas. Y ganó nomás, el Premio Especial del Jurado. Tomando en cuenta las decisiones de los muchos jurados reunidos en San Sebastián, la película más premiada resultó la coreana Sa-lin-eui Chu-eok, segundo opus de Bong Joon-ho, de quien en el Bafici 2001 se había visto su opera prima, Perro que ladra no muerde. Premio del jurado oficial al Mejor Guión y de los jurados Altadis-Nuevos directores y de la crítica internacional nucleada en Fipresci (que coincidieron en considerarla Mejor Película), el film de Bong Joon-ho es un policial muy bien narrado, aunque tanto galardón no deja de sonar excesivo.
Como viene sucediendo en cuanto festival internacional se celebra desde hace un par de años para acá, el cine argentino se mostró ampliamente en San Sebastián, un festival que sirve como puente para acceder al mercado europeo. Si bien este año no hubo películas argentinas en competencia (a diferencia de la edición anterior, donde tanto Historias mínimas como Lugares comunes resultaron premiadas) un alud de films nacionales se descargó sobre las secciones paralelas del festival. Mejor recepción obtuvieron películas aún no estrenadas en nuestro país –el caso de Bar El Chino, Pyme (Sitiados) y El polaquito, todas de próximo lanzamiento en Argentina– que otras ya conocidas, como El fondo del mar, Extraño o Ana y los otros (aunque la primera de ellas recibió una mención del jurado que discernía sobre las películas latinoamericanas).
El premio de Mejor Película Latinoamericana recibido por la película argentina Cautiva (opera prima de Gastón Biraben, que trata el tema de la apropiación de niños durante la última dictadura), parecen confirmar que lo que el grueso del público europeo espera de una película latinoamericana es que pinte la pobreza. Así parece ratificarlo el hecho de que la película más exitosa de la sección “Cine en construcción” -workshop en el que se proyectan películas aún sin terminar ante representantes de la industria y la comercialización cinematográficas, en vistas a posibles acuerdos de producción y distribución– haya sido El cielito, de María Victoria Menis. No del todo desprovista de cierto lirismo lumpen, en ella un chico marginal llegado del interior secuestra a un bebé de un año y medio, con el paisaje de una villa miseria como marco. Según confió su directora a Página/12, la película contaría ya con una larga lista de interesados en Francia, además de una invitación en firme para concurrir a un festival muy importante.
Contrariamente, otra película presentada en la misma sección –Otra vuelta, del joven Santiago Palavecino– fue “acusada” por algunos de los presentes de ser “poco argentina”, por la sencilla razón de no incluir pobres, lúmpenes o lágrimas. Con esta clase de concepciones en danza, bien podría preguntarse qué suerte correría hoy en Europa un cineasta como Torre Nilsson, que allá por los ‘60 recolocó al cine argentino en el concierto internacional, sin haber condescendido jamás a la más mínima muestra de miserabilismo.

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El director Dito Tsintsadze festeja su Concha de Oro por "Schussangst".
 
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