ESPECTáCULOS

“Un actor siempre tiene que sentirse hambriento”

El kurdo Josef Schiloach es el protagonista de “La plaza de los sueños”, película que se presenta en el Primer Festival de Cine Judío, y a la que define como “una historia que merecía ser contada”.

Por Ana Bianco

”La plaza de los sueños es como una metáfora, porque hay muchas plazas de los desesperados, y la gente extraña algo que tiene en sí la belleza y la inocencia del amor.” De ese modo, el actor kurdo Josef Schiloach se refiere ante Página/12 al film que presentará en el Primer Festival de Cine Judío, que finaliza este miércoles. Schiloach no elude sus fuertes compromisos políticos y rechaza ser recordado por su participación en películas de acción como Rambo 3 o Aguilas de acero, entre otros. Reivindica su condición de “actor free lance” y de haberse negado a dar datos biográficos para ser cargados en Internet. La plaza de los sueños (Israel, 2001) obtuvo el premio de mejor director para Benny Toraty y el de mejor actor de reparto para Josef Schiloach de la Academia Israelí de Cine, entre otras distinciones. La historia es un fresco de una aldea en un mundo aislado, donde la reapertura de una sala cinematográfica moviliza a recuperar la imaginación y la magia, y devela otros misterios.
–¿El film refleja a una parte de la comunidad de griegos judíos que viven como suspendidos en el tiempo?
–En los años ‘60 el cine de la India era muy popular, especialmente en los poblados y barrios pobres cercanos a Tel Aviv. La película aborda la historia de un mundo cerrado, con personas que habitan una aldea, sin importarles el contacto con el afuera. El proyectorista del cine es el único que se relaciona con el mundo exterior. La gente vive en ese marco, sin interesarle lo que el afuera piensa de ellos. Esa es la complejidad de la sociedad israelí. Esa aldea no está en otro planeta, sino allí, pegada a la gran metrópoli, rica, poderosa, satisfecha y con yuppies dando vueltas.
–La película es también una historia de amor. ¿Tiene puntos de contacto con Cinema Paradiso?
–Es un film de mucha belleza, y el arte no tiene fronteras. La vida para ellos es el cine. En la realidad de esa gente, no poseían nada que pudiesen sentir nostalgia al día siguiente. El único ritual era ir a las tres de la tarde al cine y quedarse sentado hasta las siete viendo Sangay, que dura cuatro horas, lo habitual para una película india. El público entraba en cualquier sueño que se le pueda ocurrir y ésos eran los sueños de la gente. Los atrapaba la vida de esos dos hermanos que amaban a una misma mujer. Uno renunció al amor de esa mujer y era justamente el más amado por ella. Así de simple es esa película, y de una inocencia...
–Y su personaje, ¿qué lugar tiene en la historia?
–Es la persona que se niega a romper con su pasado, lo vive. Para alguna gente el pasado es más importante que el presente. Y más en estos tiempos que no hay cosas interesantes. Hay un punto importante cuando me quito la peluca y digo: ¿Volveré a esta realidad? Y digo: No, voy a seguir soñando...
–¿Cómo se fue encontrando en el rol?
–Son procesos difíciles, con noches de insomnio por descubrir la biografía de esa persona. En principio, el guión no precisaba profesión, oficio, trabajo, ni nada. Tengo una motocicleta y soy popular en mi barrio. Me conocen y me preguntan sobre algunas películas indias mientras pego los anuncios de ceremonias de recordación de un fallecimiento. Entonces, finalmente mi personaje fue tomando alguna forma. En los seis meses previos al rodaje y con el director recreamos el personaje. Benny Toraty es un ser de un espíritu aristocrático, muy fino, vergonzoso, no es del tipo de directores que uno está habituado a trabajar. No es para nada un dictador. En 1979 decidí abandonar el cine y el teatro y vivir con los residentes de un barrio y hacer con ellos teatro comunitario. Benny Toraty era uno de los jóvenes que participó en ese proyecto de teatro político.
–¿Tiene algún proyecto fílmico en Estados Unidos?
–No entré, ni entraré, ni quiero ser parte de la industria de Estados Unidos, pero participé en muchas películas. 3. Filmé cerca de ochenta, la mitad en el exterior. Hace diez años que no se filman películas estadounidenses en Israel.
–Usted se considera un “actor free lance”...
–Absolutamente, y por elección. Un actor debe sentirse hambriento tanto desde el punto de vista físico como espiritual y lograr una buena actuación. Actores satisfechos no hacen buenos personajes. Bueno, los hay como Schwarzenegger, con sus sueños de gobernador. En los últimos diez años me han acercado guiones nada interesantes. La plaza de los sueños fue una película que realmente me motivó. Un film debe contar una historia que merezca ser contada. Las telenovelas argentinas predominan en la televisión de Israel. Llevar historias de este tipo al cine no despierta mi atención, y además hay demasiadas. La Berlitz para idiomas se abrió nuevamente para que miles de israelíes puedan estudiar español y entender las telenovelas. Desde hace diez años estoy tratando de filmar Gold y el infiltrado. Es un film político y me cuesta conseguir los fondos. El guión es mío y está basado en un hecho real, ocurrido en 1952. En mi opinión es un relato importante, porque si queremos entender los sucesos de hoy en la sociedad israelí y el conflicto con Palestina, es en ese hecho histórico donde empieza el problema.
–¿Tiene esperanzas de que alguna vez se resuelva el conflicto con Palestina?
–Durante los últimos veinticinco años de mi vida estoy unido con todos los sentidos de mi alma en la lucha por resolver el problema entre los israelíes y los palestinos. Hoy casi no tengo esperanzas. Hay una oración de un escritor que dice: “En la cárcel se les cambia la conducta a los presos, pero no los sentimientos”. Hoy estamos construyendo un terrible Muro. Quizá puede ser que nosotros cambiemos la conducta, pero reforzamos el odio.
–Sus datos biográficos son escasísimos. ¿A qué se debe?
–Me he negado absolutamente a ponerlos en Internet. Prefiero una charla personal, cara a cara, y no los datos fríos. Tengo 62 años, nací en Kurdistán. Esto dice mucho, porque es un pueblo que no tiene Estado. Todo pueblo que luche por su libertad cuenta con mi apoyo. Pertenezco a la primera graduación de arte teatral en Israel, me perfeccioné en Inglaterra y estuve con Marian Manushi en París. Eso es casi todo...
(La plaza de los sueños se exhibe hoy a las 17, mañana a las 16 y el miércoles a las 16.50, en el Hoyts Abasto.)

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Schiloach trabajó largamente en Hollywood, pero ya no le interesa.
“No entré, ni entraré, ni quiero ser parte de esa industria”, dice.
 
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