ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A SKAY BEILINSON, QUE ESTA NOCHE SE PRESENTA EN EL ESTADIO OBRAS

“Estoy seguro de que los Redondos van a volver”

El guitarrista y
ahora cantante descarta, de todos modos, que ese retorno se concrete en el corto plazo. Mientras tanto, disfruta de esta etapa solista en la que puede tocar seguido sin ser atrapado por el “monstruo” ricotero, definido por él como “una catarata que nos arrastraba a todos”.

 Por Fernando D´addario

Skay Beilinson, acostumbrado durante años a ser testigo privilegiado de la verborragia ritual del Indio Solari, asume con gracia y naturalidad la entrevista con Página/12. La analogía con su conducta arriba del escenario es pertinente: también allí contagia una sensación de serena soltura. Cuando interpreta en vivo las canciones del notable A través del mar de los sargazos, su música parece prescindir de las ataduras ceremoniales que impuso el mito ricotero. Cuando habla, sus palabras lucen ajenas a toda intención retórica, como si sólo las condujera el sentido común. “No soy intelectual. Más bien, me considero un tipo curioso”, señala, en un bar de Palermo Viejo, acompañado como siempre por la Negra Poly. Esta noche actuará con su banda en el Estadio Obras, a un año de su debut como solista y a dos de la impasse que establecieron los Redondos.
–Más allá de tener que cantar, la condición de frontman, de estar en el centro de la escena, ¿es un peso extra?
–Es raro, porque si bien el Indio es el que cantaba, siempre sentí que el que llevaba la banda adelante era yo. Para mí el Indio era el cantante de la banda que yo estaba llevando. Entiendo que desde afuera se viera distinto. Al ser el cantante el foco estaba centralizado en él, pero en todo momento yo tenía mi propio show. La diferencia es que ahora tengo que cantar. Fui aprendiendo a hacerlo y hoy creo que me sale más o menos bien.
–En su estilo como cantante se filtra un tono casi paródico. ¿Es una manera de reírse del rockero arquetípico?
–Es verdad. Arriba del escenario siento que encarno un personaje. Le doy piedra libre para que ese personaje exista. De alguna manera, este show es algo más teatral que lo que hacíamos con los Redondos. Siempre tuve esa veta, aunque tal vez no se notaba porque siempre se hacía foco en el Indio. Pero existía todo un universo paralelo que no se veía. Y que venía desde los comienzos de los Redondos.
–¿Por qué se fue perdiendo en los Redondos esa estética primitiva de vodevil, con una fuerte expresión teatral?
–Tal vez pasó que dejó de sorprendernos. Era volver a repetir el mismo ritual, de la misma manera, y de repente empezamos a descubrir que la innovación podía venir de la parte musical más que de la estética. Nos dimos cuenta de que la banda empezaba a sonar mejor. Y curiosamente cuando se dio esto, la parte escénica empezó a ser representada por el público. El protagonismo escénico pasó a manos de la gente. Hasta creo que nosotros pasamos a ser la banda de acompañamiento del público (risas). Varias veces sentimos esa sensación.
–Inclusive las crónicas hablaban un 70 por ciento del público y un 30 de ustedes...
–Diría que hay un error de cálculo. Había un 90 por ciento de crónicas policiales, y lo que quedaba se repartía en ese setenta y treinta...
–¿Eso le molestaba como músico?
–No, porque, dejando de lado el tema policial, el ritual siempre fue bienvenido. Nunca renegamos de eso. Uno no toca para ver qué va a decir después la prensa, y tampoco puede influir en las reacciones de la gente. Uno organiza un evento, que después detona de un modo que no se puede manejar. Pero siempre es peor que no pase nada.
–De todos modos, esta nueva etapa solista implica también una búsqueda más intimista. Si sigue creciendo su convocatoria, ¿le preocupa la posibilidad de volver a aquel “gigantismo” de los Redondos?
–Uno nunca sabe qué puede pasar en cuanto a la convocatoria. Lo que es interesante es que el tema de la violencia en los recitales parece que ha desaparecido. Eso me permite tocar en un lugar grande como Obras y después volver a hacer un ciclo, que es una cosa que con los Redondos hacíamos y después tuvimos que abandonar, por el grado de presión que había. Extrañaba muchísimo hacer este tipo de shows. No es que aquello no me gustara. Pero cuando se convoca tanta gente, y para armar un show tenés que pedirle permiso al Ministerio del Interior, se hace más complicado. Poder decidir cuándo tenés ganas de tocar y concretarlo es maravilloso. Cuando estaba con los Redondos no lo notaba. Estaba metido en ese monstruo y recién me di cuenta de lo que me faltaba cuando pude realizar esto que estoy haciendo, sin presiones, salir a tocar más seguido, que es lo mío. Disfrutar de los ensayos, ver cómo la banda crece...
–¿Es casualidad que se haya descomprimido el tema de la violencia? ¿O Los Redondos generaban una química que explotaba con los incidentes?
–Hay varias lecturas. Me parece que el mismo público fue cambiando. De hecho, en los dos últimos shows de los Redondos no hubo incidentes. Tampoco hubo violencia en estos últimos festivales masivos. Puede ser que la protesta social que antes se canalizaba en los shows de los Redondos empezó a expresarse más en sus ámbitos más específicos. Hoy, creo, se separan más las cosas. No me parece mal. Si querés hacer una manifestación política en un recital de rock, estás errando el lugar.
–Esa contracultura que alguna vez encarnó el rock, y de la que ustedes, desde los tiempos de La Cofradía, formaron parte, ¿se diluyó o simplemente aquel proyecto fracasó?
–No, yo sé que el rock no es sólo música. El rock es algo que tiene que ve con el lugar donde uno pone sus ideales, con la manera de relacionarse con los demás. Es una manera de mirar la vida, y de responder arriba y abajo del escenario a ese caos que es el mundo. Pero de ahí a crear un decálogo de comportamientos que todos deberían seguir, no. Si el rock es eso, ahí no me subo.
–Los Redondos, más allá de la música, sedujeron también por el misterio. Pero usted no parecía estar involucrado en esa cosa misteriosa...
Poly: –¿Cuál es el misterio de los Redondos?
–El de estar como encerrados en sí mismos, como si fuese una especie de logia que había que preservar.
Poly: –Justamente, depende de los lugares adonde vayas. Hay gente que busca la situación de exposición, porque necesita fortificar su personalidad. Nosotros salimos a todos lugares, pero siempre dentro de otro ambiente, en que no hay gente que va a estar pendiente de uno. No frecuentamos el “ambiente”. El verdadero misterio nunca se devela. Además, si vas al barrio donde vive el Indio, seguro lo vas a ver haciendo las compras...
–Pero en su nueva etapa parece que la música quiere prevalecer sobre el mito en la relación con la gente. ¿Patricio Rey generaba algo así como una fidelidad religiosa, que no parece muy compatible con la libertad artística?
–Los Redondos representan algo muy complejo. La gente se enganchaba por diferentes motivos. Para muchos éramos una bandera de la independencia, otros disfrutaban de la banda desde lo artístico; había quienes veían al Indio como una especie de mesías; otros querían ser protagonistas de un evento multitudinario y los Redondos no éramos más que un pretexto. Otros iban a chorear... ¿Qué podíamos hacer nosotros ante esa variedad de expectativas? Lo que pasaba con los Redondos era como una catarata que nos arrastraba a todos.
–Precisamente ahora se cumplen dos años del “año sabático” que anunciaron iban a tomarse como banda...
–Y que se sabe cuándo empieza y no cuándo termina...
–¿Vuelven a juntarse?
–Momentáneamente, todo sigue igual que hace dos años. No nos volvimos a ver con el Indio. Tampoco hablamos por teléfono. Sé que él está laburando con su disco.
–¿Ni siquiera sabe si el Indio escuchó A través del mar..., si le gustó?
–No lo sé. Y no es que estemos peleados, como se dijo. Nada que ver. Son como 30 años de haber estado juntos. Necesitábamos aire, un poco de distancia. Creo que nos hizo bien a todos.
–¿No tiene curiosidad de saber qué piensa el Indio sobre su disco?
–Sí, pero no lo iba a llamar por teléfono para preguntarle “¿te gustó el disco?” Ya nos vamos a encontrar...
–¿Se puede dar el retorno de los Redondos?
–Estoy seguro de que los Redondos van a volver. Pero también estoy seguro de que no va a ser igual que antes. Si de algo sirve un año sabático es para que las cosas se modifiquen. Se va a dar, porque el cariño está intacto. Tenemos un par de temas pendientes para componer con el Indio. Pero hasta que él no termine su plan de hacer el disco y eso, no podemos avanzar en otra cosa. Al Indio lo extraño, para conversar, reírnos, tomar un trago, pero desde lo musical momentáneamente estoy muy contento con lo que estoy haciendo. Para darse el retorno de los Redondos, deberíamos volver a encontrarnos inocentemente. Sé que nuestro público lo pide en los shows. Escucho eso de “solo te pido que se vuelvan a juntar...”. Pero uno no puede hacer todo lo que la gente quiere.
–Ahora se “descubrió” que el ADN musical de los Redondos le pertenecía a Skay.
Poly: –En los Redondos cada uno respetaba su rol. Lo que pasa es que siempre fue Skay el que armó las bandas. Desde la primera época de los Redondos, año ‘73, ‘74...
–Desde afuera se veía tal vez al Indio como líder de los Redondos. Pero eso no es cierto. El único líder de los Redondos es Patricio Rey.
–Una entelequia...
–Patricio Rey existe cuando el Indio, Poly y yo nos agarramos de la mano. Pero cada uno cumplía un rol. Ese rol era el más cómodo para mí. Pero adentro de la banda, quizá, yo era el motor fundamental. Tanto es así que varias veces el Indio no vino y la banda funcionó igual. Una vuelta en el Margarita Xirgu, en las primeras épocas, el Indio no estuvo y cantó Fontova. Otra vez, en La Plata, subió Luca y también tocó Pettinato. Una vez el Indio no vino y canté yo. Y al revés no funcionó nunca. Sin mí, los Redondos no existieron nunca.

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Para Skay, el rock es “una manera de mirar la vida, y de responder arriba y abajo del escenario a ese caos que es el mundo”.
 
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