ESPECTáCULOS › ENTREVISTA AL MUSICO FERNANDO CABRERA
“Aún tengo que trabajar para ganarme al público argentino”
En su nueva visita a Buenos Aires, el notable cantautor uruguayo habla de su lugar en la música popular de su país.
Por Cristian Vitale
Hay un detalle que opera fuerte como para pegar sobre la espalda de Fernando Cabrera un cartel que diga: músico atípico. El dice que lo suyo es música contemporánea uruguaya, un término tan amplio como ambiguo que termina explicando poco. Sí explica, y mucho, que sea uruguayo y que haya grabado sólo tres candombes y ninguna murga en su extensa carrera, que incluye 14 discos desde MonTRESvideo (1981) y casi 25 años de tocata permanente. Este es el detalle. “Los únicos tres candombes que hice en mi vida los voy a tocar en La Trastienda. ¿Murga?... no, nada por ahora. Hay otros cultores que lo hacen muy bien, inclusive la Bersuit”, despeja. Cabrera es un cantante, un arreglador, un poeta, un guitarrista de especie propia, refinada; su prestigio en la Argentina tiene que ver con invitaciones de la Bersuit para cantar, guiños de Jorge Drexler y el recuerdo de su última visita, con presentaciones en Gandhi.
Sus discos, fundamentalmente dos de los últimos que editó, Tránsito (1999) y Viveza (2002) –que está repasando junto a temas nuevos los sábados de octubre en La Trastienda–, no son para escuchar una sola vez. Uno, Tránsito, lo comunica a veces con el Tata Cedrón, otras con Eduardo Mateo, pero siempre con cierto desencanto y pesadumbre, con modulaciones en la voz que lo tornan irrepetible. El otro, Viveza (“un punto de afirmación y continuidad en mi carrera”, define), es un hiato entre filosofía de barrio y misticismo, que también fusiona lo más bellamente dark del país celeste (“No me sobra simpatía, no me falta melancolía” canta en Críticas), con alquimias sorprendentes entre música electrónica, tango y milonga.
–Entre sus antecedentes figura la grabación de un disco a dúo con Eduardo Mateo en 1987. ¿Qué puede decir sobre aquel trabajo?
–Fue vertiginoso. Mateo era y es una academia en sí mismo, de la que pude cursar algunas pocas materias. Las vueltas del destino quisieron que grabáramos un disco en vivo, que reflejaba un espectáculo que hacíamos juntos. En el momento, quedamos un poco disconformes con ese disco, pero con el correr del tiempo ha ido gustando cada vez más. Nosotros nos quedamos con las ganas de grabar otro en estudio, para el cual teníamos muchos planes. Pero un largo viaje mío y su muerte lo impidieron.
–¿Por qué razón él se ha transformado en un mito de la música uruguaya?
–Porque encarna como pocos la naturaleza del mito, reúne todas las condiciones necesarias, incluso no disfrutar mucho de esa característica en vida. Su obra fue tan original y avanzada que tiene asegurada su escucha por siempre.
La misma emoción, Cabrera cuando habla de Mateo, aparece cuando nombra a Jorge Drexler y a los músicos de Bersuit Vergarabat. Ocurre que siempre se sintió un músico local, muy lleno de paisajes y sentimientos uruguayos que le producen cierta inseguridad. “Aún no pude ganarme al público argentino –admite en este sentido–, salvo a críticos, algunos músicos y amigos. Creo que tengo un trabajo por delante en ese terreno.”
–Pero las músicas de ambos países se parecen bastante...
–Sí. Ambas son riquísimas, pero la argentina tal vez sea más globalizada y la uruguaya más particular. Se diferencian en el alcance, en la envergadura profesional de ambos ambientes.
–¿Será porque es un músico de elite?
–Sí y no. Antes sí era más marcadamente minoritario, aunque no creo que de elite. En la actualidad, para mi sorpresa, cada vez soy más conocido.
–Usted tiene fama de autocrítico con su obra. ¿Cuáles son los mejores discos de su carrera y cuáles los que menos lo convencieron?
–Tengo algunos mejores y otros peores. Lo curioso es que siempre hay discrepancias en esto con distintos gustadores de mi música. Al punto que el peor para mí ha sido muchas veces el mejor para otros. Los dos últimos me gustan (Ciudad de la Plata y Viveza). También el primero, El viento en la cara, y el sexto, Fines. Pero el que más me gusta es El tiempo está después, de 1989, que EMI va a reeditar en estos días. Será mi primera grabación en la Argentina.
–¿Qué papel juegan el misticismo y las cuestiones espirituales para usted?
–El mismo que juegan en mi vida. Una especie de combinación... comparten el terreno con la razón y lo intelectual.
–¿Se considera un obsesivo de la música?
–No creo ser muy obsesivo, más bien lo contrario. Creo que si hubiera sido obsesivo, habría tenido otros resultados en mi vida, a juzgar por el éxito que suelen obtener los obsesos. Para ellos no hay no.