ESPECTáCULOS › BRAD MEHLDAU Y DAVE HOLLAND

El mejor jazz pasó por Buenos Aires

Los dos artistas coincidieron en la cartelera porteña y cautivaron al público.

 Por Diego Fischerman

Existen pocos tríos con el grado de interacción, de sutileza, de imaginación formal y gradación en los matices del que conforman el pianista Brad Mehldau, el contrabajista Larry Grenadier y el baterista Jorge Rossy. Y existen pocos grupos con el nivel de virtuosismo, riqueza de planos, desarrollo del lenguaje y potencia del quinteto de Dave Holland. Uno está, junto a Ethan Iverson y Jean-Michel Pilc, entre los mejores exponentes que reconocen su tradición más reciente en el trío de Keith Jarrett. El otro pertenece, con los dos quintetos de Miles Davis, al grupo del ’59 y el cuarteto de John Coltrane, a las grandes pequeñas agrupaciones de la historia del jazz. Y ambos tocaron en Buenos Aires.
Una multitud llenó el Teatro Coliseo, el jueves y el viernes, para participar de un ritual alrededor de la primerísima línea del jazz. Los grupos de Mehldau y Holland tocaron en su mejor nivel y mostraron que por sus manos pasa mucha de la mejor música del género. Y si la jugada del trío tuvo que ver con la introspección, con cierto gesto extremo en el sentido de la acentuación de esa idea de pureza y abstracción que acarrea el trío de piano, contrabajo y batería a partir de Bill Evans, el camino de Holland, con su reivindicación de la improvisación colectiva, del sonido jungle de Ellington y, sobre todo, de la mirada de Mingus sobre estas dos herencias, fue una suerte de explosión, en el sentido más literal del término. El final del concierto del trío de Mehldau, con She’s leaving Home, de Los Beatles, fue una buena síntesis de los procedimientos de este grupo exquisito, con sus cambios de texturas y la fenomenal cadenza de Mehldau, a solas, desarrollando en una especie de invención bachiana las dos voces del estribillo de la versión original e internándose en una de sus especialidades: la mano izquierda utilizada melódicamente y no como sostén rítmico y armónico.
Temas propios, de Toninho Horta, un bellísimo Skippy, de Monk, una lírica versión de Someone to Watch Over Me, de Gershwin, algo de Paul Simon (50 ways to leave your lover) y algo de Radiohead (Everything in its right place y, como bis, Paranoic Android) fueron la materia con que este notable pianista que cifra su genealogía en el romanticismo alemán (aunque sean mucho más audibles sus parentescos con la música francesa de comienzos del siglo XX y, eventualmente, con Bartók) construyó su arte del trío. Un contrabajista de gran sentido melódico y una batería que permanentemente dialoga con los otros dos instrumentos terminan de plasmar una voz líquida y cambiante, en la que fluyen con naturalidad las tres voces individuales.
En el estilo del quinteto de Holland aparece un cierto primitivismo explícito, en particular en la manera en la que el contrabajista encara sus acompañamientos, remitiéndose con frecuencia a pies métricos del Africa Central, y en las improvisaciones conjuntas de Chris Po- tter, en saxo soprano o tenor, y del trombonista Robin Eubanks –que no repara en utilizar recursos contemporáneos, como el canto simultáneo con la emisión–. El vibrafonista Steve Nelson, que ocasionalmente toca también marimba, desarrolla un estilo monkiano, encarando solos enteros como sucesiones de acordes sumamente tensos. Su participación como uno de los compositores del grupo, con temas como el complejo Amator Silenti –también evocador de Mingus pero, en este caso, de sus workshops–, es, por otra parte, fundamental. La única diferencia entre este quinteto y el que llegó a Buenos Aires hace cuatro años es el baterista. Nate Smith. Integrante del dúo de rock Shy Child, junto a Pete Cafarella, alguna vez alumno de Holland en la Universidad y baterista del cuarteto de Potter, es un músico extraordinario, con un impactante sentido de la polirritmia y una manera de concebir la función de su instrumento que condensa, inmejorable, la propia naturaleza del quinteto: impulso, simultaneidad de sentidos, modernidad y visión histórica.

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Mehldau y Holland tocaron en su mejor nivel.
 
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