ESPECTáCULOS › NI MARIANO GRONDONA NI LUIS MAJUL: FOLCLORISIMO
Los gauchos tienen rating
En el aire desde hace más de seis años, el programa del 7 este mes les ganó a los ciclos políticos. Cuál es el secreto de un ciclo hecho con más esfuerzo que presupuesto.
Por Emanuel Respighi
Se dice una y otra vez que los que corren son tiempos en los que el sentimiento de pertenencia a todo lo referido a lo argentino está a flor de piel. Que la argentinidad está al palo, como bien supo resumir Bersuit Vergarabat en su último disco. Más allá de lo marketinero del slogan, en la calle se respira cierto espíritu nacionalista, cierto regreso a lo nuestro, tras una década menemista en la que se exaltó de sobremanera lo foráneo. La prueba irrefutable de este fenómeno, tal vez, sea lo que desde hace unos meses está ocurriendo con Folclorísimo, el programa de música popular argentina que Canal 7 emite todos los domingos a las 21. ¿Por qué? Muy simple: desde un tiempo a esta parte, el ciclo musical está dando que hablar con los altos niveles de público que acapara programa tras programa. De hecho, ya es por lejos el programa más visto de la emisora estatal, superando en su horario nada más y nada menos que a los dos únicos programas políticos de la televisión argentina, Hora clave y La cornisa.
Créase o no, y pese a lo que puede suponerse de antemano, el fol-klore le está dando muy buenos réditos al 7. Aun cuando el canal estatal debería conformar su programación pensando primordialmente en brindar un servicio social, resulta llamativo que un ciclo humilde, hecho con más esfuerzo que presupuesto, pueda convertirse en el tercer ciclo de audiencia entre los canales abiertos. Según Ibope, Folclorísimo promedia más de 5 puntos por emisión, una cifra interesante teniendo en cuenta que el 7 a duras penas promedia 1,7 puntos de rating. El domingo 5 de este mes, por ejemplo, Folclorísimo trepó a la cifra record de 8,2 puntos promedio, imponiéndose al programa de Mariano Grondona (5,3) y al de Luis Majul (5). El domingo pasado, en tanto, volvió a vencer a los periodísticos midiendo 6,4 puntos, por sobre La cornisa (5,4) y Hora clave (4,9). Por si no fuera mérito suficiente, la audiencia de Folclorísimo probablemente sea mucho mayor a nivel nacional, ya que las mediciones de rating no contemplan al público del interior del país, donde se sabe el folklore tiene una raigambre mayor que en la ciudad de Buenos Aires.
¿A qué se debe el abrupto crecimiento de un programa que ya tiene seis años y medio en la pantalla del 7? ¿Por qué, en este momento, los televidentes se sumaron con agrado a la propuesta de Folclorísimo? ¿Cómo se entiende que el folklore, un género musical históricamente bastardeado por la TV, reúna mayor audiencia que los programas periodísticos de actualidad? ¿Es que la gente se cansó de las opiniones de Blumberg y de un cierto grupo de políticos mediáticos? ¿Cuál es el secreto que se esconde detrás del éxito de un espacio destinado a la presentación de artistas, por lo general no consagrados, del folklore nacional? Página/12 presenció una grabación del ciclo que conduce Carlos Giacheti, en busca de revelar la fórmula de este pequeño-gran éxito televisivo.
Lo primero que a uno se le pasa por la cabeza al llegar al estudio Nº 1 de la emisora estatal es que el programa es una auténtica rareza para el medio televisivo. Y no sólo por su temática: también por su funcionamiento. En el estudio más grande del país, cada uno de los grupos invitados (Hugo Torres, Superquinteto y Los diableros de Orán) esperan sin chistar su turno sobre los tres escenarios que hacen de escenografía. Pese a que hace más de tres horas que están al calor de los reflectores y que el sonido falla en reiteradas ocasiones, nadie se queja. “El sonido de los instrumentos está bajito aquí arriba”, sólo atina a decir, casi pidiendo disculpas, Hugo Torres. El glamour o la vanidad que suele inundar a la pantalla chica y sus estrellas, aquí brilla por su ausencia. Si ni siquiera hay aire acondicionado...
En medio de una docena de chicos vestidos con ropa gauchesca y unas cuantas parejas de danzas folklóricas pertenecientes a la Escuela de Danza Pampa y Cielo intercambiando chistes detrás de cámara, Folclorísimo se convierte así en una improvisada peña televisiva. Sin embargo, el programa está lejos de los multitudinarios shows musicales de los canales privados. Aquí reina la austeridad. Todo es a pulmón. “El programa sale al aire por amor al folklore: de nosotros y de los músicos, que tocan en vivo”, dice Giacheti, vestido de sobrio traje. A diferencias de las “galas” de Telefé, en el estudio –el mismo que tiempo atrás convocó a la tribu freak de Todo por dos pesos– no hay multitudes histéricas. Mejor dicho, no hay multitudes. Sólo una veintena de familiares de los artistas que, en muchos casos, debutan con sus chacareras, gatos y zambas en un canal de televisión de alcance nacional.
“Acá todos hacemos de todo”, dice Rebeca, la productora del ciclo, mientras corre los cables de una cámara del escenario. Y sus palabras parecen no faltar a la verdad: a un costado, un camarógrafo se vale de uno de los sostenes de madera de la escenografía para clavar una tabla que se había levantado. Acorde con el contenido de las canciones, el programa no es otra cosa que el resultado de la suma de solidaridades humanas diversas: todos ponen su granito de arena. Y se sobreponen a los inconvenientes como pueden: en un momento de la grabación, el conductor termina de presentar a Los diableros de Orán y se le rompe un escalón de la escalera que lo transporta del escenario al piso. Tropieza, pero no llega a caerse. “Son los avatares de hacer un ciclo de folklore”, dirá. “Pero vale la pena el esfuerzo.”