ESPECTáCULOS › MAÑANA, CON PAGINA/12

“Les tengo miedo a los monstruos”

Alberto Laiseca habla de En sueños he llorado, su libro de relatos fantásticos.

Por Angel Berlanga

Brutalidad y grotesco, tipos muy poderosos y pobres infelices, felicidades alcanzadas tras padecimientos más o menos aparentes, torturas y matones, fortunas que cambian de golpe, sexo sadomasoquista desaforado, zombis y pesadillas, militares desquiciados, humillaciones surtidas: hay todo eso y mucho más en los siete relatos de En sueños he llorado, el libro de Alberto Laiseca que aparecerá mañana junto a este diario, el sexto de la colección Literatura fantástica y ciencia ficción. Hay todo eso y a ritmos vertiginosos, porque en la desmesurada prosa de Laiseca las cosas pasan y pasan y casi que no hay vuelta atrás; dentro de esa vertiginosidad, el horror o el asco pueden desembocar en el humor (a veces es muy gracioso) para luego conducir a la repugnancia y, muchas veces, al maltrato feroz de los cuerpos de las mujeres.
“Estos increíbles relatos pertenecen a una especie monstruosa –en tanto impar, clase de uno– que podríamos llamar sin miedo ni audacia excesiva ‘historias de Laiseca’. Así nomás. Porque todo lo que cuenta el autor de Los Soria es inmediatamente reconocible: no puede ser sino suyo.” La cita pertenece al lúcido prólogo de Juan Sasturain, que además de sugerir un itinerario alternativo “para meterse en este bosque onírico”, destaca el efecto “raro” de la escritura de Laiseca: fascinación durante el transcurso de la lectura, ocasional desconcierto acerca de la conclusión.
Dice Laiseca que estos cuentos fueron escritos hace cinco o seis años y que fueron publicados inicialmente en una colección especial editada por el Ayuntamiento de Cádiz. Este hombre de 63 años dicta un taller literario en el Centro Cultural Rojas y conduce Cuentos de terror, un pequeño gran programa en el que se luce como un escalofriante narrador oral. Además de escribir, claro.
–La dominación y el sometimiento es un tema que aparece bastante en estos relatos.
–Sí, pero la falsa dominación y el falso sometimiento. Claro, es que es el sadomasoquismo que a mí me gusta, en el que nadie resulta lastimado: son todas mentiras, en realidad. Son guiños de ojo del sádico con su masoca. En realidad están del mismo lado, y lo que se procura es fabricar una porción de felicidad para ambos. Sade no me interesa, no el sadismo a costa de víctimas que son destrozadas sin ningún momento de placer. Las relaciones entre un hombre y una mujer son cosas en las cuales nadie debe meterse. Yo tengo una vida privada muy legal (se ríe). A mis personajes, sencillamente, les suceden cosas que ocurren en la vida: no en la mía, pero sí en la de otros. Entonces yo trato en los relatos de ver cómo se pueden arreglar las cosas para que aun lo más terrible tenga algún remedio. Por ejemplo, en La isla de los cuatro juguetes, esa chica, Jimena (la protagonista), estaba muy jodida, y finalmente encuentra un maestro que la cuida, la ayuda. Pero después de haber padecido muchísimo, con esa madre monstruo que tenía. Es más la perversión hacia el lado de la felicidad, y no hacia la destrucción.
–¿Qué lo asusta a usted?
–Uf, tantas cosas. Los monstruos que están sueltos por el mundo. Monstruos son lo que sobra. Así que, imagínese si no voy a tener razones para tener miedo. ¿Por qué me pregunta eso?
–Me preguntaba si le temía, por ejemplo, a “los muertos que se aparecen”.
–Yo creo en esas cosas, sí. Los muertos se aparecen a los vivos, y joden. Están envidiosos de los vivos, sencillamente. No les gusta estar muertos. Hacen todo lo posible por volver, y no pueden. Por razones obvias: qué van a volver si no tienen cuerpo. Pero vienen en astral a jorobar y a hinchar las pelotas.
–¿Qué es astral?
–Es el mundo espiritual. Una especie de sustancia muy delicada que los científicos todavía no ubicaron. Pero existe, se manifiesta. A través de los sueños, de objetos que a veces se mueven, y cosas por el estilo. De todas maneras mucho no me gusta hablar de eso.
–¿Y los “chichis”, qué son?
–La expresión “chichi” es una especie de comodín que inventé; es como el chiche de los niños, que causa felicidad, pero acá con una letra cambiada, chichi, resulta un objeto diabólico, siniestro. Chichi puede ser una magia, o una manija, o algo que le encajaron a una persona, una brujería. O una mala persona que hace esas cosas.
–¿Hay algún rasgo del terror argentino?
–Mire, tenemos tantos... Ignoro por qué razón, porque no somos tan importantes, pero hemos sido elegidos por potencias extranjeras para dejarnos reducidos a nuestra mínima expresión, con el estrangulamiento económico y demás. Me refiero al FMI y cosas así. No sé por qué tanto ensañamiento, no lo termino de entender.

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“Los muertos vuelven a hinchar las pelotas.”
 
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