ESPECTáCULOS › OPINION

Tato, actor cómico 2002

 Por Eduardo Fabregat

La ecuación es infalible. Aun en épocas de abundancia de programas que analizan la situación sociopolítica de la Argentina, ante cada caso, cada nueva barbaridad cometida por quienes detentan el poder, el animal televidente a veces se pregunta qué cosas diría Tato Bores. Hay asuntos que se agigantan con el tiempo, pero no es el caso del Actor Cómico de la Nación: Tato fue siempre un gigante, un gigante en patines. Lo que crece, en todo caso, es el asombro de quien mira y escucha. Este fin de semana, la señal Volver encontró un buen argumento (el que sería el 75 cumpleaños de la persona–Bores) para poner en pantalla los seis episodios de “La Argentina de Tato”. Y entonces aquel interrogante de nuestro animal televisivo se convirtió en una afirmación carente de toda lógica, pero irrefutable. Tato está vivo. Tato tiene cara y ambiente de 1962 pero dice que el Banco Central está imprimiendo billetes en dos ediciones, Quinta y Sexta. Tato menciona a Menem, De La Rúa, Duhalde, Alfonsín, Cavallo y González Fraga. Tato se convierte en Helmut Strasse, el investigador de la Argentina desaparecida de la faz de la tierra, y dice: “Lo último que se supo de ese país tenía que ver con unos tales De la Rúa y Duhalde. Después, solo Dios sabe lo que pasó”. Tato muestra seis billetes de fechas sucesivas, y concluye que 1 austral significa 12 millones de dólares y remata con esa sonrisa y esa peluca y esos ojos pícaros: “Sería un chiste, si no fuera porque es una joda grande como una casa”. Un Tato de 1967 dice que los hospitales públicos no tienen gasas, ni jeringas ni salarios dignos. Tato se pregunta qué pasa con los sindicalistas que hacían paro porque los habían mirado mal y ahora les meten el dedo en el tujes y estudian los planes a seguir. Tato recita un pasaje incendiario de Hamlet, Shakespeare escribiendo sobre Argentina, hasta que un gol de la Selección en el Mundial sepulta su voz. No hace falta preguntarse qué diría Tato, alcanza con escucharlo. Y esos especiales que los hermanos Borensztein produjeron hace tres años tienen aún más peso hoy, cuando el final de este lugar como Nación no parece una teoría tan trasnochada. “A Argentina la privatizaron toda, dejó de cotizar en bolsa y se hundió”, dice uno de los especialistas consultados por Strasse. “Desapareció. Why not?”, se pregunta otra. “No hicieron nada por evitarlo”, “El destino de la Argentina se definió por penales”, y Tato, siempre Tato, Tato en domingo, Tato vs. Tato y Tato en busca de la vereda del sol, con su sonrisa de abuelo bueno y su peluca y sus gafas y el cigarro que tan diferente significado tiene en las manos de Grondona. Tato está vivo. Y sigue siendo el Actor Cómico de la Nación. Good show.

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