EL PAíS › DECISION DE LA ASAMBLEA INTERBARRIAL

Voto, con mandato

Después de una sesión de cinco horas en Parque Centenario, la asamblea de asambleas decidió cambiar el sistema de voz y voto: sólo podrán hacerlo los que traigan un mandato de sus asambleas. La reunión terminó con el canto de “Respeten los mandatos, basta de aparatos”.

 Por Irina Hauser

Por un momento se hizo un vacío inquietante. Sergio, un asambleísta de Liniers de bigote entrecano, agarró el micrófono y levantó la vista. Desde el pastito de Parque Centenario lo miraban su mujer y su hijo, entre unas 700 personas. De casualidad le había tocado hablar primero, y extinguió el suspenso apenas soltó su voz exaltada y algo ronca: “La interbarrial atraviesa una crisis provocada por dos partidos que aparatean y que llevaron su lucha de aparatos al seno de este organismo incipiente. Hace falta un nuevo sistema de representatividad”. La advertencia ponía en palabras uno de los temas más ásperos que venían discutiendo las asambleas populares. A Sergio le siguieron discursos similares de más de 30 asambleas que, al final, resolvieron reemplazar la modalidad por la que todos los presentes en la interbarrial votaban, por otra en la que sólo lo harán delegados con mandato de los vecinos. Hubo un solo voto en contra.
Sergio lleva una campera roja y azul decolorada, y una cadena de plata con un colgante importante. Parece una espada, bromea, pero es un aerógrafo. “Soy aerografista, pinto remeras”, cuenta a Página/12 y vuelve al tema que le preocupa. “A los que somos de izquierda y hemos militado, todo esto nos da más bronca todavía”. Su esposa, de pelo corto y anteojos, completa: “Ultimamente la interbarrial era una máquina de producir consignas para que todos levantaran la mano como chorizos, esto viene espantando a la gente”.
El planteo masivo que hicieron ayer los delegados caceroleros llevaba semanas de elaboración en los barrios, pero tuvo un detonante concreto: la pelea a trompadas que se desató en la interbarrial del domingo anterior entre militantes del Partido Obrero (PO) y del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). Los militantes discutían el resultado de la votación que definiría cómo iba a ser el acto del 1º de Mayo (ver página 12). “Repudiamos todos estos actos de violencia”, repitieron una tras otras las asambleas.
Hacía bastante tiempo que no iba tanta gente a la interbarrial, que sesiona desde hace cuatro meses –a partir de la masacre que precedió la caída del gobierno de Fernando de la Rúa– como ámbito de convergencia de todas las asambleas barriales y de debate de acciones comunes. Entre mate y bizcochos, sol y aroma a choripán, la mayoría de las asambleas presentes hicieron saber que ya no se sienten representadas. La reunión, que duró cerca de cinco horas, mostró a las claras dos cuestiones: que, contra una creencia común, las asambleas siguen existiendo, y que atraviesan un dilema que hace a su propia esencia y a las formas de buscar consenso.
–Una, que ha votado a la izquierda, se siente incómoda diciendo esto, pero es obvio que los partidos vienen a las asambleas a imponer sus ideas, son incapaces de escuchar y ver qué quiere la mayoría –dice, culpógena, una mujer de pelo rubio largo que no quiere decir su nombre.
–Destruyeron este espacio, destruyeron la interbarrial –se lamenta Miguel, un muchacho con barba rala de Belgrano-Núñez, vestido de negro.
Tanto Miguel como la señora rubia señalan hacia la esquina del parque, un punto en diagonal al Hospital Durand, donde están con enormes banderas los puestitos del PO, el MST-Izquierda Unida y el Partido Comunista (PC), entre otros partidos. Los vecinos, en general, evitan mencionar a los partidos por su nombre, como si les diera no sé qué. Hasta ayer, nunca había quedado realmente explicitada la polémica, de la que en realidad los partidos no participaron abiertamente como tales sino a través de los discursos de unas pocas asambleas.
Carlos, que atiende la mesa del PO, no oculta el interés de su agrupación en el movimiento asambleísta. “Las asambleas se generaron a la luz de la lucha y pueden tener poder”, dice. “Pero la división que se está produciendo y la merma en la concurrencia es producto de lo que quiere el Gobierno, no es culpa nuestra como dicen algunos.” Gloria, que reparte volantes del MST, le echa la culpa al PO y dice: “Somos conscientes de queel mecanismo de delegados es para evitar que la interbarrial sea de los aparatos, pero si eso sirve para sostenerla, está bien”.
La seguidilla de pronunciamientos de los delgados barriales tuvo, además de un hilo conductor, algunas frases en común. Ejemplos: “Un llamado a la reflexión a todas las organizaciones”, “Que las propuestas de Parque Centenario bajen a las asambleas y ahí se voten”, “No destruyamos este movimiento que creamos nosotros mismos”. En medio del desfile de oradores habló el piquetero Emilio Alí, quien agradeció la lucha de las asambleas por su libertad en los 20 meses que estuvo preso y aclaró que no pertenece a ninguna organización. “Soy un orgánico de la gente.”
Otro Sergio, un martillero de Palermo Viejo, intentó resumir lo debatido días atrás con otras 20 asambleas: “Queremos encontrar una forma de seguir estando todos juntos, pero con un lugar de decisiones que nos exprese a todos. Necesitamos que entiendan que quienes no militamos en ningún partido estamos haciendo nuestra propia experiencia. Han pasado cosas por las que tenemos que estar en la calle”, dijo con tono desesperado.
Cuando avanzaba la tarde, los asambleístas que habían llevado la propuesta de cambio sintieron que se imponían casi naturalmente. La votación se hizo, estrenando el nuevo sistema: “Una asamblea, un voto”. Entonces irrumpió un nutrido grupo que se plantó en silencio en el lugar. “Son del PO”, se escuchaban murmullos. Y comenzó el cantito: “Respeten los mandatos, basta de aparatos”.
Los 33 delegados con mandato aprobaron un nuevo sistema de dos delegados por asamblea (un orador y un voto). Otros 24 asambleas aclararon que no se pronunciaban porque no tenían mandato convalidado y hubo una única expresión en contra. En cuanto al acto del miércoles, 18 delegados el acordado en el Obelisco y otros 15 resolvieron que irán a Plaza de Mayo. Con los resultados a la vista y una mezcla de emociones, el Sergio de Liniers se fue con su familia y diciendo: “Ahora nos queda el gran desafío de sostener este cambio”.

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