EL PAíS › COMO VEN LOS EMPRESARIOS AL NUEVO JEFE DE ECONOMIA Y SU “PRESUNTA HETERODOXIA”

“Peronista sí, pero no un antimercado”

No los asusta su rol en el pasado lejano, cuando se encargaba del control de precios. Creen en un viraje de “intervencionista” a “defensor del libre mercado”. Aplauden, además, su primera decisión de rechazar la idea de fijar el tipo de cambio. Lavagna despierta en el empresariado mayor grado de confianza que el mismo gobierno.

 Por Cledis Candelaresi

A algunos empresarios lo que más le atrae de Roberto Lavagna es su presunta heterodoxia, el sesgo industrialista de su perfil. A otros, casi lo contrario: la metamorfosis que en el curso de los últimos años lo hizo virar de un joven peronista partidario de la intervención estatal a un defensor del libre mercado. Para los más escépticos se trata, simplemente, del “único que quiso agarrar” un puesto clave en un gobierno que difícilmente llegue a fin de año. En cualquier caso, para los hombres de empresa, el ministro de Economía empezó con el pie derecho, al descartar la idea duhaldista de fijar el tipo de cambio.
El director de un banco ayer recordaba con satisfacción Nuevo conservadurismo vs. capitalismo competitivo, el libro que en 1999 editó el flamante titular del Palacio de Hacienda y que sirvió para que muchos antiperonistas ligados al mundo académico o empresario desterraran algunos prejuicios respecto de él. Según surge claro de ese texto, Lavagna considera con respeto al Estado pero nunca impulsaría una intervención a destajo en la economía, bien sea con control de precios, con reestatización de empresas ni siquiera fijando el precio del dólar.
“No es un antimercado. Antes era un peronista con tinte desarrollista. Ahora le tiene mucha más fe a los mercados”, explicaba ayer Amadeo Vásquez, consultor y director de empresas, sintetizando lo que es la percepción de muchos hombres en esta tribuna. A contramano de lo que algunos podrían haber supuesto en un primer momento, Lavagna es la prueba de que Duhalde no “peronizará” su gestión, contrariando al establishment económico local o internacional.
En la Organización Techint la designación del ex embajador argentino ante la Unión Europea cayó bastante bien. Lo identifican como un técnico que conoce el paño industrial, partidario de un tipo de cambio alto y de auxiliar por cualquier otra vía adicional a las exportadoras. Quizás tanto como intentó hacerlo durante el gobierno de Raúl Alfonsín desde la secretaría de Industria y Comercio Exterior con unos programas especiales de exportadores, de dudosa eficacia.
Ningún representante de empresa consultado por Página/12 celebró con demasiada algarabía la asunción de Lavagna, pero tampoco nadie la objetó. Ni por su posición política ni por sus debilidades técnicas. Todos saben que no es un especialista en macroeconomía, pero descuentan que la gravedad de los problemas y la decisión de Duhalde y los gobernadores de priorizar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional deja poco margen para la creatividad del ministro de Economía.
La determinación de Lavagna de dejar flotar el tipo de cambio en lugar de anclarlo, tal como anhela Duhalde, es desde la óptica patronal una salida “sensata”. “El dólar es imparable, salvo que se esté dispuesto a vender todas las divisas, en particular si no hay equilibrio fiscal”, opinaba ayer un empresario azucarero, minimizando el hecho de que el Central intervendrá, de todos modos, para defender el valor de la divisa.
Para otro ejecutivo de un grupo transnacional, anclar el dólar hubiera dado una relativa certidumbre sobre el futuro de los precios. Pero el problema es a qué nivel se hubiera fijado ese valor, ya muy alto, cuando “con unos pocos millones de pesos” el Estado puede defender el valor de la divisa” y sin que éste cambie demasiado.
Del mismo modo que la flotación del dólar es celebrada por un gran sector de la industria, la resolución del corralito financiero es una decisión que contenta a los banqueros. Tan así es que la fórmula de ofrecer a los ahorristas un menú de bonos –algunos garantizados por el Estado y otro por los propios activos de los bancos– fue sugerida a Duhalde por las propias entidades financieras, que desde la semana pasada habían trabajado en una propuesta de este tipo.
En una de las agitadas reuniones que el Presidente organizó en Olivos durante los últimos días, un destacado funcionario duhaldista confesó sinpudor a un empresario los límites que enfrentó el gobierno para encontrar un reemplazante a Jorge Remes Lenicov. “Surgió Lavagna como podría haber surgido otro. Fue una búsqueda muy difícil”. En el camino habían quedado otros varios nombres, incluidos el del secretario de Energía, Alieto Guadagni, y del titular del Banco Central, Mario Blejer.
Para la tribuna empresaria, Lavagna no es una mala opción. “Inteligente”, “lúcido”, “buen técnico” y, básicamente, “alguien que conoce el poder porque lo ejerció”. Pero esos atributos son, en definitiva, secundarios, ya que lo que realmente preocupa a las empresas no es quién conducirá el Palacio de Hacienda sino cuánto tiempo le queda al gobierno.
Para enfrentar esa incertidumbre, algunas grandes empresas resolvieron nuclearse e una nueva entidad en gestación, que surgirá de unir el Consejo Empresario Argentino y la Fundación Invertir. Esta nueva asociación patronal podría quedar bajo la dirección de Oscar Vicente, el vicepresidente de Pérez Companc, hombre que el presidente sueña tener a su lado en algún cargo de jerarquía.

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Oscar Vicente, un empresario muy escuchado por el Presidente, que quisiera tenerlo en su equipo. Ahora, al frente de un nuevo lobby.
 
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