ESPECTáCULOS › LA VIDA DE DIANE ARBUS SERA LLEVADA AL CINE
El foco en los márgenes
Fue una de las fotógrafas esenciales del siglo XX. Tras una existencia atormentada, se suicidó en 1971. El director Steve Shainberg le ofreció a Nicole Kidman meterse en la piel de Arbus.
Por Roque Casciero
“Trabajo desde el asombro. Esto es, no me gusta arreglar las cosas. Si me paro frente a algo, en lugar de arreglarlo, me arreglo a mí misma.” Esa ética de trabajo, sumada a un talento que desarrolló tardía pero magistralmente, hicieron de Diane Arbus una de las fotógrafas esenciales del siglo XX. Nacida en 1923 en el seno de una rica familia judía de Nueva York, abandonó todo por amor a quien sería su esposo y lo asistió en sus trabajos como fotógrafo de modas. Más tarde, alcanzó el reconocimiento y la fama por sus perturbadores retratos de seres “raros”. Diane tuvo una vida sexual intensa, sufrió de depresión y el 27 de julio de 1971 se suicidó cortándose las venas tras tomarse una montaña de barbitúricos. La singularidad de su obra y de su vida fue condensada en una biografía escrita por Patricia Bosworth (Arbus), escrita sin el consentimiento de los herederos de la fotógrafa. Y en ese trabajo se basará la película Fur, para la que le ofrecieron a Nicole Kidman encarnar a Arbus. Si la actriz australiana acepta, trabajará junto a Robert Downey Jr. y bajo las órdenes del director Steve Shainberg (La secretaria).
Tal vez la llegada a la pantalla grande amplíe la popularidad de Arbus y provoque una revisión de su obra, aunque ésta es reconocida por cualquiera que tenga interés en las artes visuales. La biografía en la que se basará el film es bastante controvertida, porque los críticos le apuntaron a su pobreza literaria y a la falta de documentación. Sin embargo, hasta quienes más castigaron el trabajo de Bosworth reconocieron que la lectura era atrapante. Claro que es posible que eso no fuera mérito de la autora, sino del material con el que trabajó: la peculiar vida de Diane Arbus.
La fotógrafa, cuyo apellido de soltera era Nemerov, nació el 14 de marzo de 1923, y a los 14 años conoció a Allan Arbus, que le llevaba cinco. El amor entre ambos debió permanecer oculto porque la familia de ella se oponía a la relación, pero se casaron apenas Diane cumplió 18 y tuvieron tres hijos. Como Allan había estudiado fotografía en su paso por el ejército, comenzaron a trabajar juntos haciendo tomas de modas. Pero, en realidad, él era quien sacaba las fotos y ella era una suerte de productora. Diane recién se largó con vuelo propio cuando el matrimonio empezó a resquebrajarse: sus primeras fotos son de 1956. Dos años más tarde, cuando ya estaba establecida como retratista, decidió que su mirada se centraría en las personas empujadas hacia los márgenes de la sociedad. Por eso recorría las peores calles de Nueva York para encontrar a su galería de personajes extraños. Estudió con colegas prestigiosos como Marvin Israel, Richard Avedon y Lisette Model (ésta fue quien más influyó en su trabajo). Tras su divorcio, experimentó su sexualidad con hombres y mujeres, y paulatinamente abandonó cualquier cuidado de su cuerpo: podía pasar semanas sin bañarse y vistiendo las mismas ropas. Y no hubo médicos ni ayuda de amigos que la ayudaran a superar la depresión que la llevó al suicidio. El lugar común marcaría que Arbus tuvo “una vida de película”, de ahí que no sorprenda tanto el interés por llevarla al cine.
Además, fue precisamente un film el que le abrió una nueva perspectiva a la fotógrafa: Freaks, de Tod Browning. Según su biógrafa, “la película cautivó a Diane, porque los monstruos no eran imaginarios sino reales, y esos seres –enanos, idiotas, contrahechos– siempre habían sido para ella motivo de atracción, de reto y de terror, porque constituían un desafío a muchas convenciones. A veces, Diane pensaba que su terror estaba vinculado con algo que yacía en lo más profundo de su subconsciente. Cuando contemplaba el esqueleto humano o la mujer barbuda pensaba en un ser oscuro y antinatural que llevaba oculto dentro de sí misma. En su infancia le habían prohibido que mirara todo lo que fuera ‘anormal’: un albino con los ojos rosa a medio cerrar, un bebé con labio leporino o una mujer gorda como un globo debido a alguna misteriosa deficiencia glandular. Como se lohabían prohibido, Diane los miraba con más atención, y desarrolló una profunda simpatía por toda rareza humana. Esas criaturas extrañas habían tenido madres normales, pero habían salido del útero alteradas por una misteriosa fuerza que no llegaba a comprender”, decía.
Pese a las imágenes de monstruos que Hollywood ha instalado en el inconsciente colectivo, todavía hoy son perturbadoras las fotos en blanco y negro de Arbus. Y quizá sea porque esos seres “anormales” que ella fotografiaba eran reales. Basta recorrer las páginas del excelente libro An Aperture Monograph para sorprenderse con la mezcla de sentimientos y sensaciones (fascinación, piedad, repulsión) que provocan ese enano mexicano sentado en su habitación de hotel, ese chico con una granada de juguete en la mano, ese gigante del Bronx, los nudistas a los que buscaba en sus campos, esos travestis desencajados... Arbus fue acusada de aprovecharse de sus personajes, pero ella defendía su mirada. Y tal vez estuviera defendiendo algo más: su propia razón de ser. “Algo que fotografié mucho fueron freaks; fue una de las primeras cosas que fotografié y me provocaba una gran excitación hacerlo”, explicó. “Los adoraba. Todavía adoro a algunos. No quiero decir que sean mis mejores amigos, pero me hicieron sentir una mezcla de vergüenza y asombro. Como un personaje de un cuento de hadas que te frena y te obliga a responder un acertijo. La mayoría de la gente pasa por la vida temiendo tener una experiencia traumática. Los freaks nacieron con su trauma. Han pasado su prueba en la vida. Son aristócratas.”