ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A JORGE GOLDENBERG

Las fotos de otros como un gatillo de nuevas historias

En Fotos de infancias, que se representa en la sala Anfitrión, el autor llevó a cabo un experimento con los actores, que improvisaron sobre el texto a partir de viejas imágenes.

 Por Hilda Cabrera

Se sorprende cuando se le señalan los varios títulos en los que ha participado como guionista de cine y autor de teatro. Siente “un distanciamiento súbito”, como si no fuera sincrónico con su persona, dice Jorge Goldenberg, también docente (dicta seminarios de cine en España, Cuba, Venezuela y Colombia, entre otros países) y actor “ocasional”, cuando se lo piden los mismos directores de las más de treinta películas a las que aportó el libreto o en las que colaboró (No toquen a la nena, Juan que reía, Sentimental, Plata dulce, Miss Mary, La Frontera, De eso no se habla, Tinta roja, La fuga, El lugar donde estuvo el paraíso, entre otras). Le pertenecen los cortos Reportajes a un vagón (premiado documental de 1963) y Oficio, otro testimonio de 1966. Sus obras de teatro (Krinsky, Knepp, La lista completa...) han sido escenificadas y distinguidas en Cuba, España, Francia, Suiza, Estados Unidos, Rusia y Turquía. Este artista acaba de estrenar una nueva pieza teatral en la sala Anfitrión (de Venezuela 3340), dirigida por su mujer, Berta, y Juan Parodi. Ese extrañamiento al que se refiere en la entrevista con Página/12 se produce –opina– por el esfuerzo de concentración que implica crear una historia: “Uno se desentiende de la materialidad que lo rodea e ingresa a un universo de ensoñaciones”. En algún momento se sintió incluso ridículo cuando le preguntaban por su ocupación: “No parece un trabajo; todo está en el aire hasta que se materializa”.
La obra que en esta ocasión dispara esas reflexiones es Fotos de infancias, pieza que recibió el aporte de los integrantes del elenco. Ellos improvisaron –a partir de los gestos, las miradas y la vestimenta– las luces y los lugares congelados en una serie de fotografías de cuando eran niños. Actúan Claudio Benítez, Noralih Gago, María Cecilia Miserere, Gustavo Monje, Ignacio Oliveros y Clara Virasoro. Se trata de un experimento teatral que se ofrece los sábados a las 22 y los domingos a las 19.30. No se intenta aquí desarrollar autobiografías sino recrear “infancias imaginarias”, puntualiza el dramaturgo, quien a su vez trabajó en soledad tras la etapa de improvisación. “En el acto de fabular, el autor no sólo se despega del entorno –explica–: también juega a que va a escribir. Como diría un chico: ‘Dale que voy a escribir que José se levanta de la cama’. Claro que uno se pregunta qué José y qué cama que no existen, porque todo es pura virtualidad y puro acto de fe.”
–¿Ese juego le pide inocencia?
–La necesitamos. Como escribió el poeta Edgar Bayley en un libro de ensayos sobre la poesía: estado de alerta y estado de inocencia, esos dos estados deben darse simultáneamente para que se pueda capturar una imagen del orden poético. Esto vale para el cine, el teatro, la literatura... No es sencillo.
–Tampoco lo es impedir que en Fotos... se filtren las historias que se recuerdan como verdaderas...
–La consigna era que quien traía la foto no trabajara en ese ejercicio de improvisación, pero sí en otros momentos. Nos interesaba sólo el instante que fijó el fotógrafo. Estas son imágenes domésticas, no artísticas, sobre las que actores y actrices debían preguntarse qué podía estar pasando allí, desconociendo al mismo tiempo la circunstancia real.
–¿Por qué eligió fotos como punto de partida?
–No podría explicar la genealogía de este trabajo. Sí, en cambio, decir que surgió de un taller permanente que dirige mi mujer, Berta, en Anfitrión, y en el que se tratan distintos temas. Cuando ella y Juan Parodi me pidieron que participara, pensé en la relación entre las imágenes y el tiempo. Pensé en la fotografía. La foto es la que dice “esto ha sido y qué es lo que ha sido”.
–¿Influyó su labor en el cine?
–No sería justo que lo afirmara. Sencillamente, me pareció interesante. Con anterioridad, habíamos elaborado ejercicios sobre la sensación de plenitud, siempre tan fugaz. Tal vez la conciencia de lo que se escapa me llevó a la captura de aquello que lo registra: la foto.
–¿Es posible evocar de modo exacto la plenitud?
–Sí, pero da un trabajo enorme. Puedo llegar a decir que en determinada circunstancia me sentí muy pleno. Ese sería mi relato, pero es posible que la plenitud no esté en lo que cuento. Recuerdo la noche en que un amigo que había vivido una circunstancia única, porque todo se le había dado maravillosamente bien, exclamó: “Dios, mátame ahora, porque lo que venga de acá en más será puro deterioro”.
–¿Esa “captura” es más fácil en los jóvenes?
–No lo sé: los actores del taller son jóvenes, y sin embargo tenían grandes dificultades. Lo que nos hace sentir plenos es generalmente algo muy fugaz e inesperado. Claro que en el teatro uno trata de crear las condiciones para que esas imágenes aparezcan.
–¿Atesorar fotos implica un deseo de continuidad respecto de la propia vida?
–Me pasa que a veces miro una foto y me cuesta establecer un vínculo con lo que veo. Sin embargo, esa misma imagen, en otra circunstancia, me produce efectos: un dolor, una alegría. La foto es para mí “algo que ha sido”, un testimonio...
–¿Por qué es tan difícil plasmar en video las imágenes que genera una obra teatral?
–Porque en la escena la dimensión de la actuación es diferente. Simplificando: el teatro es un actor vivo y un espectador vivo en un espacio. Es un error buscar la bondad de una obra en un registro de video. Sirve como documentación, pero falta todo lo otro: lo vivo que se comparte.
–¿Qué puede decir de su experiencia como actor?
–En La película del rey aparecí unos segundos solamente, en una secuencia donde el equipo le dice al director que no lo va a acompañar en su aventura. En Pasajeros de una pesadilla hice un papel a pedido del director Fernando Ayala. Me divertía. Como actor tengo la impunidad del que no es profesional: si cumplo medianamente bien todos quedan contentos, y si lo hago mal nadie me lo reprocha. Una de mis experiencias más gozosas fue en una película de Juan José Stagnaro, Una mujer.

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Fotos... se ve los sábados a las 22 y los domingos a las 19.30.
 
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