ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A VICTORIA ABRIL, QUE
ACABA DE LANZAR SU DISCO DE BOSSA NOVA

“La bossa ya no es sólo de Brasil”

La actriz española, que reside en París desde hace veinte años, eligió, para debutar como cantante, un repertorio en el que homenajea a Jobim, Buarque, Veloso, sus favoritos.

 Por Karina Micheletto

Hay mujeres capaces de provocar cosas. Capaces, por ejemplo, de seducir a todos los que se les ponen adelante, todos los que las ven o las escuchan. Como si, más allá de cualquier armonía anatómica, ejercieran algún tipo de embrujo secreto. Son esas mujeres de las que tu novio se enamora y vos decís, por supuesto, qué bien. Son pocas, desde luego. Victoria Abril es una de ellas. Esta mujer que aparece en Atame y seduce, habla por teléfono y encanta, logra que a todo se le responda por supuesto, qué bien. Ahora Victoria Abril saca un disco de bossa nova, titulado Putcheros do Brasil, en honor a la mezcla, que fue parte fundamental en la cocina de su trabajo.
Podría ser una más entre las tantas actrices-que-cantan, que de eso hay en todo el mundo (a propósito, ¿qué fantasías despertará el canto en las actrices, que no despierta la actuación en las cantantes?). Pero Victoria Abril parece tener algo más para decir que miren cómo canto. Seleccionó clásicos de Jobim, Chico Buarque o Caetano Veloso (los mismos que, dice, la acompañan desde la adolescencia) y lo hizo a su manera, delicadamente, sin estridencias. Se tomó algunos permisos, como traducir Oh qué será al francés (la pegadiza canción que resulta se llama Tu verras) o vestir Aguas de marzo con aires afro. Y eligió rodearse de músicos como Javier Colina o Niño Josele, y del productor Javier Limón, los mismos que rondaron el suceso de Lágrimas negras (el increíble encuentro cubano-flamenco de Bebo Valdes y Niño Josele), o discos como el último de Andrés Calamaro.
En su casa de París, donde vive desde hace 23 años, atiende uno de sus dos hijos. Victoria explica que están por cenar y pide retrasar la entrevista telefónica. “Me da pena que se enfríe la tortilla”, se disculpa. Media hora después empezará a hablar levantando defensas: “Yo me he empeñado en hacer este álbum a imagen y semejanza de mi alma. Después, lo que digan, que si es pop o no es pop, que si es comercial o no, todo eso me da igual”, se planta. Durante la entrevista continuará defendiéndose de una u otra forma de los críticos, con los que parece tener algún problema especial. Cuenta que algunos temas como Agua di beber, Desde que samba o Tu verras fueron grabados en una única toma. “En un mundo en que el que todo está retocado, un mundo de fotoshop, de repente una pieza en bruto, sin adornos, sin mentiras, ya, tal cual salió, tiene mucho valor”, explica.
–La toma única parece un sello de Javier Limón.
–¡De Javier y de Victoria, vamos! Yo también quería la primera vez, porque está llena de muchos defectos, pero tiene algo único: esa ausencia de subrayado, esa frescurita, esa ligereza... Sobre todo tratándose de la bossa, que tiene esa cosa delicada de las melodías y a la vez profunda del texto. Pero, ¿sabes?, a la delicadeza no hay que tratarla con ñoñería y a la profundidad no hay que tratarla con pesadez. Y eso se obtiene con la toma única. Como la vida, que no da dos, sólo da una. Yo quería eso, y Javier también, él es súper fan de las primeras tomas.
– Los clásicos siempre tienen un aura de intocables, y usted empezó por ahí. Se metió en una difícil.
–Sí, salvo que vivan en ti desde hace treinta años y que tú los hayas sentido, disfutado, los hayas ido madurando allí en tu corazoncito a fuego lento. Cuando han pasado treinta años de conocimiento de causa, y con muchísimo respeto, sí que puedes empezar a plantearte una visión propia, una interpretación de tu bossa. La bossa ya no es ni de Carlos Jobim ni del Brasil. Es un patrimonio cultural universal, pertenece a todos aquellos que la hemos mamado, disfrutado, adormecido y finalmente resucitado. Y es como el vino: si lleva 30, 40 o 50 años ahí, tranquilito, madurando, esperando sus días, entonces cuando lo abres... ¡¡uf!! A poquito que no te salga picado, que puede ocurrir. Es más, no se llega este disco así a la primera, he tenido que equivocarme un par de veces, ¿eh?
Aunque se refiere concretamente a su trabajo anterior con el productor Miguel Angel Arenas, Victoria Abril no lo quiere ni nombrar. Ocurrió que, tras dos años de trabajo, tuvieron diferencias y la actriz decidió cambiar de productor y acercarse a Javier Limón. Arenas salió a decir en cuanto medio tuvo a mano que su ex socia se había quedado con sus ideas y lo había estafado, armando un revuelo en España. Ahora ella se niega elegantemente a decir una palabra al respecto: “Nadie saca de la papelera todas las hojas que ha tirado, o las pruebas que no valen, da igual lo que se hizo y no funcionó”.
–¿Nunca antes se le había cruzado por la cabeza cantar?
–No, tenía miedo de que no fuera de calidad, de que me pasara lo que me pasó de jovencita, que hice unos cuantos trabajos musicales de muy mala calidad, que me avergonzaron profesionalmente y me callaron la boca durante 22 años. Tenía un mal recuerdo y una mala experiencia, entonces he preferido seguir haciendo cine. Pero en Sin noticias de Dios (la película que protagonizó junto a Penélope Cruz, dirgida por Agustín Díaz Yanes) no tuve más remedio que ponerme a hacer dos canciones que pedía la película. En una semanita me ocupé de prepararlas, de buscar un buen arreglo, y cuando llegué al resultado dije: ¡vaya, por Dios, cómo mola esto! Ahí fue que empecé a pensármelo, a hacer cositas pequeñas, participaciones en los discos de otros, una cancioncita por aquí, una que yo misma escribo para otra película allá... Hasta que el año pasado decidí atacar el toro por los cuernos y me encerré tres meses en mi casa de Málaga. Empecé con 60 bossa novas, pasé a 40, a 20, hice 20 maquetas, y de ahí hubo otra selección, que no hice yo porque ya no podía más, la hicieron mis amigos y mis hijos; cada uno elegía una canción para de las 20, y así llegué al último repertorio.
–Describe un proceso muy largo. ¿Grabar música lleva más trabajo que hacer cine?
–¡Mucho más! En el cine lo único que hago es aprenderme el texto, decirlo, moverme y pisar marcas. Aquí el repertorio, el cómo, el con quién, los arreglos, el diseño, la promoción, todo, de arriba a abajo... lo estamos haciendo en casa. Así es como en 9 meses he perdido 9 kilos.
–¿De verdad?
–Sí: en 40 minutos y 33 segundos se me han ido 9 kilos, qué me cuentas. Pero ahora, con tranquilidad en el frente, ya he recuperado cuatro. Ha llegado el momento de disfrutar este disco. En Francia ha salido hace dos semanas y está por el puesto Nº 5 en las ventas. En España salió el 7 de marzo, pero allí ni se han enterado.
–¿Por qué?
–Salió en medio de la campaña de desprestigio que ha hecho este productor... del que no queremos hablar, que ha tenido mucha prensa. Aparte de que en España el disco no suena, porque no está ni en español ni en inglés, entonces no lo pasan en ninguna radio. Así que voy a esperar a que sea un éxito en el mundo, llegarles con algún disco de oro, y a lo mejor ahí ser aceptada. Lo de siempre. España es el sitio donde hay que terminar la gira, nunca empezarla. Menos si eres una actriz que se pone a cantar, ¡Dios mío! Tienes que pasar como un mes pidiendo perdón. Por darles algo que además has hecho tú, con tu propio esfuerzo.
–¿Eso especialmente en España?
–Sí. Es así con todos los que salimos, vivimos o tenemos éxito afuera. Y da igual que lleves treinta años de carrera, hayas hecho más de cien películas, te hayan nombrado “caballero” de la Legión de Honor Francesa, te hayan nominado para la Medalla de Oro de las Bellas Artes... En este país mío hay que estar siempre, siempre, pidiendo perdón para empezar.
–Usted dice que el problema venía de antes, de su decisión de irse afuera.
–Sí, eso es algo que no te perdonan. Esto es así con todos los que se han ido, con Pedro (Almodóvar, claro) también, donde más le ha costado triunfar ha sido en España. Es como que siempre tienes que estar llegando con el carnet de identidad en la boca. Por eso hubiera preferido que este disco fuera aceptado primero afuera y salir en último lugar allí.
En pocos días Victoria Abril comenzará una gira por Francia, y en octubre cruzará a San Pablo. “Y, si en Argentina funciona el disco y alcanza para llenar un teatro, también estaremos allí. Ojalá. Sería la primera vez que pisaría tu país”, dice.
–¿Cómo imagina el momento del vivo, enfrentar al público de otro modo?
–No, quítate de la cabeza la palabra “enfrentar”. Uno se enfrenta a las críticas, a la gente que no paga su entrada y viene a ver qué haces. Ahora, cuando tú te pones frente a un montón de gente que ha pagado su entrada y viene a verte porque quiere pasársela bien, eso no tiene absolutamente nada que ver. Los que no han pagado y están ahí para criticar no representan ni el 0,00001 por ciento de lo que piensa y siente la gente que ha ido a verte porque te ha elegido, nadie la ha obligado. Es como el público el día de un estreno: ¡eso no es público, no es gente normal! Son unos monstruitos que trabajan dentro del ordenador, son guardias civiles, son otra cosa, pero en cualquier caso nunca se dan a la idea de lo que significa cantarle a la gente, que hayan ido ahí a escucharte. Por eso no se puede hablar de enfrentamiento. Es un pedazo de placer y gusto, que ya es hora de que me venga. Es como que llevas nueve meses preparando una función y luego la hagas sólo una vez. Te sabe a poco.

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“Me gustan las primeras tomas, sin mentiritas, sin adornos.”
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