ESPECTáCULOS

“Reality show”, el escrache como una nueva materia para la ficción

En el episodio de esta semana, “Tiempo final” aludió por primera vez a la crítica realidad.Los resultados, sin embargo, fueron ambiguos.

 Por Julián Gorodischer

Por primera vez, “Tiempo final” quiso hablar del país sin eufemismos, y se convirtió en el primer programa de ficción de la TV argentina que decidió narrar un escrache a un político. Claro que, a tono con el suspenso pretendido por el unitario de los Borensztein, agregó granadas y amenaza de explosión: Angel, metido en un estudio de TV, amenaza con volarlo todo, hastiado del dirigente de turno, en este caso el vicepresidente de la Nación. El episodio “Reality show” buscó historias y personajes en la noticia fresca y en la actualidad de la Argentina en bancarrota, concebida como óptima fuente para generar relatos. El teleescrache de “Tiempo final”, sin duda, tuvo valor de intervención: acompañó la coyuntura sin el habitual terminado de qualité, pero con la voluntad de reflejar un reclamo extendido a la clase política.
Hasta allí, una interesante decisión de inicio: narrar un universo muy parecido a la Argentina en el cual el político (Juan Manuel Tenuta) se excusa en forma constante, el periodista “doctor” (Enrique Pinti) lo entrevista en su programa “TF”, y se atribuyen al gobernante frases remanidas y de alta circulación actual como “nosotros no provocamos esta crisis”. Hasta allí, un monitoreo de los fenómenos más extendidos de la Argentina en bancarrota: el ingreso de la gente común a la tele (Fernán Mirás, como Angel) y el escrache como manifestación de protesta.
Sólo que, puesto a recrear una forma del realismo, “Tiempo final” tomó algunas decisiones que cuestionan el episodio en su totalidad. Angel, a diferencia del ciudadano medio que sale a ejercer una forma legítima de reparación o un señalamiento que intenta compensar la falta de Justicia, es un loco peligroso que se escapó del “Neuropsiquiátrico Municipal” y llega al estudio envuelto en granadas. ¿Puede la ficción contar un teleescrache al político corrupto o incapaz en la Argentina de la crisis más brutal que se recuerde, y no estar hablando de la Argentina?
Si “Tiempo final” habló de la Argentina y quiso pintar un panorama de coyuntura, la pintura que hizo del escrache no lo dejó bien parado. Angel está totalmente desequilibrado y su deseo reparador se manifiesta mediante el juego infantil: pide al vicepresidente que conteste las preguntas de un improvisado “Verdad/Consecuencia” que convierte la protesta (“¿Cómo hacer para alimentar una familia con dos pesos?”) en un recurso de psicópata desatado. Si “Tiempo final” quiso contar un escrache, lo entendió como una forma violenta y terminal más propia del demente que del ciudadano medio, más ligada al sujeto que irrumpe en la tele para llamar la atención que como posibilidad de expresar una posición política. Tipo ingenuo e infantil, Angel es embaucado fácilmente, y empieza a ceder ante las reglas de un programa de TV que instala un televoto y una consulta al público para concluir que “Angel está equivocado”.
El desenlace, casi una adhesión a la patria periodística reaccionaria (esa que, se suponía, “TF” pretendía parodiar), deja resolver la situación a un efectivo y elegante escuadrón policial que interviene con paciencia, cautela, controla a Angel sin provocarle ningún daño, y asegura paz y tranquilidad a todos. El escuadrón no comete excesos ni equívocos, y sólo falta una alusión a ese lugar común que exige una alusión a la “hipocresía de los medios”. Entonces, el periodista dice que “el amor fue más fuerte, que Angel escuchó su corazón...” y cuando se apaga la cámara revela su costado intolerante: un portazo e insulto al agresor.
“Reality show” se propuso innovar. Por una vez, el programa se corrió de su universo cerrado, donde una amenaza pone en vilo durante una hora una cierta normalidad, y entró a la misma TV, donde, se supone, el juego se abriría a una nueva forma y contenido. Angel sería la vía de la ficción para acercarse a una problemática cotidiana y una toma de partido: a veces un tema puede ser totalitario. El unitario tomaría otra dirección para aportar al reclamo de “no hay futuro”, como dijo Angel en un momento. Elresultado estuvo más cerca de una leyenda sobreimpresa que suele aparecer en los finales del costumbrismo Pol-Ka y aquí, paradójicamente, no estuvo: “Cualquier semejanza con la vida real es mera coincidencia”.

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Pinti y Tenuta encarnaron al periodista y al político corrupto.
 
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