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Luis Brandoni: “Es el símbolo de un cine extraordinario. Creo que es el actor de cine más grande de todos los tiempos, porque caminó todos los géneros de manera estupenda. No es casual que haya sido el protagonista de la mejor película de muchísimos directores, ya que tenía un valor actoral extra. Fue un actor completo, capaz de abarcar todo tipo de personajes. Yo no tuve la suerte de conocerlo, pero parecería ser un hombre afable, enamorado de la vida, que supo amar mucho. Fue un extraordinario intérprete, con una identidad y un estilo muy suyo, muy italiano. Un actor fabuloso, que construía los personajes con gran sencillez”.

Norma Aleandro: “Era un actor delicioso. No hay persona ni artista que no le tenga cariño. Uno nunca deja de tener ganas de ver alguna de sus películas. Tenía una personalidad que trascendía los personajes que construía y terminaba siendo un amigo mediático para el público. Creo que junto a Alberto Sordi y Nino Manfredi representa la época de oro del cine italiano. Hasta sus últimos días constituyó el símbolo del galán, en el tradicional sentido de la palabra. Un actor del que uno no recuerda un film sino que tiene presente a todos, porque creo que la mayor parte de la gente no miraba la película de tal director sino que veía la de Mastroianni. Su figura fue respetada en todo el mundo por sus enormes dotes actorales, pero también porque emanaba bondad y humildad. A pesar de ser una estrella, nunca se consideró más que nadie”.

Luisina Brando: “Todo lo que pueda decir del actor suena repetido y sabido. Es un animal actor. Todos sus personajes eran diferentes, y a la vez conservaban algo en común. Mientras rodábamos De eso no se habla, llegaba como desarmado físicamente y siempre decía que le gustaba tener los ojos enrojecidos por el alcohol. Le encantaba ser él. Parecía que estaba conectado a un respirador artificial, como que estaba pensando vaya a saber qué cosa. Parecía estar en un letargo. Pero a la hora de filmar, se recomponía y su ser comenzaba a respirar. En ese momento dejaba el edén o el infierno en el que estaba. Era tan grande en términos actorales que me sentía reflejada en él, un espejo que me agrandaba como actriz. Me profundizaba y embellecía, y me obligaba a ser todo lo grande que era él. Cuando miraba con esos ojos enormes, regalaba lo mejor de los dotes actorales. Fue un gran compañero, al que le encantaba el set.”.

Patricio Contreras: “Fue una de las figuras más glamorosas del cine italiano, amante de su tierra. Para los intérpretes de mi generación, fue uno de los más queridos y admirados. Tenía una naturalidad fantástica, con un histrionismo sutil. Su actuación era minimalista, ya que con pequeños gestos podía transmitir el humor, la tristeza, la desilusión. Sin ser estridente, fue un seductor. Y estaba en los antípodas de lo que se supone debe ser un actor: no era exhibicionista ni ególatra, le gustaba el bajo perfil. Mientras que a cualquiera de los actores les encantaría recibir la categorización de latin lover, a Marcello le molestaba esa fama. Prefería ser respetado por sus condiciones actorales. Uno de los personajes que más me conmovió fue el de El extranjero, de Luchino Visconti. Yo había leído la novela de Albert Camus y fui al cine con temor, pero me llevé una sorpresa. Me impresionó la manera en que transmitía el sentimiento interno del extranjero,un personaje bonachón y amable”.

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