LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

El discurso político en los medios

En tiempos electorales, Alvaro Rosado analiza el entramado simbólico y las condiciones de producción del discurso político en los medios y señala las dificultades para exponer, en esas condiciones, una propuesta programática.

 Por Alvaro Rosado *

Superadas las PASO y rumbo a las elecciones nacionales, es interesante volver a analizar la relación de los políticos con los medios masivos. No resulta nada nuevo señalar que los medios hegemónicos son una parte importante en la estructura comunicativa de la campaña electoral.

El medio se convierte en un escenario, con sus limitaciones de tiempo y espacio –pero mejor aún de palabras–, por donde se interpreta los entramados simbólicos.

En este cuadro de situación, el discurso político debe amoldarse a una estructura que en muchos casos lo vacía o deforma en tanto posibilidad de exponer una propuesta electoral. Los medios estipulan las condiciones de producción del discurso político. Desde esta misma lógica y casi a la par, el marketing político acompaña al candidato con el objetivo de ofrecer un programa de gobierno como si se vendiera una crema que adelgaza el cuerpo en pocas horas. Las promesas, con sus apelaciones emocionales (con resonancia afectiva y hasta pidiendo por favor, al estilo PRO), se convierten en exigencia primera en ese teatro lumínico que es la televisión. Actúan como gurúes del management, expertos en persuasión queriendo formatear a los votantes con discursos eficaces. En Storytelling, Christian Salmon plantea algo parecido: no se trata sólo de contar historias, sino de compartir un mundo de creencias capaces de suscitar la adhesión o de orientar los flujos de emociones, de crear un mito colectivo constrictivo.

Sigamos. En los últimos tiempos y con insistencia, se cuestiona la referencia de “lo político” como algo inservible o que va en contra de lo pragmático. “Te cortan la calle y estamos sitiados porque se les ocurre hacer política”, despotrica algún político sentado plácidamente en un estudio de televisión. Lo interesante es entender que cuando se constituye la existencia de un “nosotros” que no cortamos la calle, se permite la presencia de un “ellos”, los que sí cortan. El mero hecho de la existencia de un nosotros/ellos hace constitutiva la política. En Agonística, pensar el mundo políticamente, la francesa Chantal Mouffe plantea algo atrayente con respecto a esto: “Lo político en su dimensión antagónica exige aceptar que el mundo es pluriverso, no un universo, es también pluralizar las hegemonías”. Es importante considerar que el campo discursivo de lo político implica enfrentamiento, una relación de lucha entre enunciadores donde es inseparable la construcción de un adversario. El poder se plasma en el discurso, la palabra crea verdad y la verdad un orden.

Otra estrategia discursiva es el uso de dos efectos, esto es, del interdiscurso y de la sustentación. El primero es cuando el político se vale de su propio discurso, de su plataforma electoral para ser recitada de memoria en cualquier medio. El segundo se sustenta de otros discursos para apoyar el propio. A modo de ejemplo, en los últimos tiempos, la oposición apoyó al oficialismo en relación con los planes sociales. El ápice se da con el asesor Durán Barba al señalar que el “PRO es el único partido de izquierda que hay en la Argentina, un partido totalmente inclusivo, respetuoso. Hay armenios, judíos, islámicos en las listas. Hay todo” (sic).

Sumemos a ello otra combinación semántica interesante, esto es, se recurre a la función de énfasis de “nuestras buenas acciones y sus malas acciones” y a la de minimización de “sus buenas acciones y nuestras malas acciones”.

Otro de los discursos recurrentes, especialmente desde la derecha, es el de “desideologizar” la política. Debemos entender que el lenguaje, sus signos, tomar una palabra, un lexema es ya ideología. Como decía Volóshinov, todo signo es ideológico, ya que refleja una clase, lucha de clases. Las palabras hacen funcionar innumerables hilos ideológicos que traspasan las zonas de la comunicación social. El mismo camino lo plantea Sartori: “Ideologías y pragmatismo son sistemas de creencias que mueven a la acción. La metáfora puede funcionar como un síntoma de lo ideológico pero aun mejor, sintetiza lo complejo”.

Resulta tarea difícil el entramado del discurso político. Un camino posible es deconstruirlo; se puede desenmascarar entendiendo su estructura en esa red de intereses y condicionamientos. El político propugna sentido en el plano de sus palabras, donde nada es inocente y mucho menos neutral. Como un sistema, el lenguaje se conforma con un régimen de exclusión e inclusión, que en su formulación ontológica se establece del par ser y no ser. Es necesario entender que las palabras delimitan y diferencian y cuestionar esos discursos formalmente correctos, pero vacíos semánticamente.

* Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación. Docente UBA.

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