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Chatear

Por Norma Del Buono*

Las salas de chat recuerdan, en algún punto, las fiestas de enmascarados. Escudados en nombres de fantasía (o de guerra, según la connotación que el lector quiera darles) desfilan ante nuestros ojos, personajes que aluden a mitos, protagonistas de obras literarias, superhéroes de dibujos animados o films; sobrenombres que remiten a estados de ánimo, habilidades o prodigios eróticos, vicios o virtudes morales. Los participantes son, bajo la protección de un nickname, una persona-personaje.
Con intenciones diversas, el cibernauta que se dispone a chatear espera encontrar, rápidamente, alguien del otro lado de su pantalla. A diferencia del estilo demorado que supone un encuentro real, el chat ofrece la posibilidad inmediata de contactarse en pocos minutos con muchos al mismo tiempo, de mentir o exagerar, de jugar a ser otro/a. De este modo, la pantalla se convierte en un espacio en el que se mezclan la rapidez, la ficción, la realidad y los deseos.
El chat puede desatar pasiones jamás comentadas en una situación cara a cara. Muchas veces, devenido en confesionario social, permite leer en pantalla, desgarradoras historias de amor, fragmentos de vida protagonizados por hombres y mujeres que se sienten solos o con angustias del corazón. No faltan en este carrusel los ingeniosos que escriben mensajes originales y hacen alarde de sus conocimientos en algún área o se divierten con los juegos de palabras. Obviamente, las peleas no podían estar ausentes. En la nueva Babel, los chatters se pelean por sus nicks robados, por las groserías o discriminaciones de las que son víctimas o por el uso intrusivo que algunos hacen de un espacio público.
Como en la vida misma, los espacios de charla virtual muestran idénticas tipologías humanas que pueden encontrarse en cualquier sitio.
Algunos tímidos sueltan la escritura y la imaginación para establecer citas a la brevedad. No falta quien quiere encontrar al hombre o mujer que tiene diseñado en su cabeza y cree haberlo hallado en ese alguien que está del otro lado de su PC. Un nuevo costado de la infidelidad se florea en los sitios de chateo: hoy se puede tener un amante con quien darse cita virtual sin tener que moverse de casa o la oficina.
El e-mail es el peldaño que sigue a la charla inicial. Las cartas se sucederán e irán perfilando los estilos, gustos e intencionalidades.
En casi todos los casos, la prueba final será el pasaje a la realidad. Como en la película de Woody Allen, La rosa púrpura del Cairo, los actores principales de las salas de chat saldrán de la cómoda tranquilidad de sus pantallas, para internarse en los arduos vericuetos de la vida real.
Muchos, resignando el impredecible impacto inicial, se animarán a conocer (y descubrir) al otro de carne y hueso con quien charlaron durante horas. De esos encuentros, han nacido amores, amistades ocasionales o profundas, uniones por intereses afines. Otros, decepcionados por lo que prometía ser un paraíso de sensaciones imaginadas en las horas de tecleado veloz, han desistido de continuar los vínculos una vez que tuvieron frente a frente a sus partenaires de conversación cibernética.
Un nuevo medio, el chat, se ha abierto para vencer la rutina, el tedio y el aislamiento. Dejarse la máscara o mostrar el verdadero rostro es unaelección que no tiene que ver con el medio virtual en sí sino con las profundas motivaciones del alma humana.

* Lectora
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