PSICOLOGíA › LA MIRADA HABILITANTE DE LOS PADRES

“Los chicos no son caprichosos”

 Por Elsa Wolfberg *

El macabro caso del jardín de infantes, repetido estos días en las pantallas de TV –gracias a la grabación de un papá sagaz y con sospechas–, nos puede enseñar algunas cosas. No alcanza con considerar si el establecimiento está formalmente habilitado –importante tema, que atañe a la responsabilidad del Estado–, sino que es necesario ampliar la responsabilidad parental, en cuanto a averiguar si el personal es o no idóneo. Se puede estudiar la manera en que los padres puedan presenciar las clases, sin perturbar la actividad de los pequeños con sus maestras. No es aceptable que las autoridades de un jardín prohíban a los padres presenciar cómo está su bebé o su niño, si está de buen ánimo, si se alimenta adecuadamente, etcétera. Otorgar de entrada una confianza total puede tranquilizar a los papás, pero no asegura el bienestar de la criatura.

Del mismo modo, en la pubertad y adolescencia los padres deberían cerciorarse de si los jóvenes van a bailar a lugares con puertas anchas y salida de emergencia, si el personal es respetuoso, si no corre droga.

Un buen indicador de que un jardín es el adecuado para el nene es que éste salga contento y que no presente nuevos síntomas en las áreas de la alimentación, del sueño, de los vínculos.

Y los padres debieran reconsiderar la mirada sobre los niños: está muy generalizado el supuesto de que, cuando no se comportan del modo esperable, son “caprichosos”.

Los chicos no son caprichosos.

Los chicos expresan como pueden sus necesidades emocionales o corporales, y a veces lo hacen de modos incomprensibles para los adultos: llantos aparentemente inmotivados, rechazo a hacer algo por miedos inexplicables, negativa a alimentarse, cambios de ánimo, ansiedad, insomnio. Cuando aparecen esas conductas, es importante no sindicarlas como “cosas de chicos”: pueden anunciar un sufrimiento de la criatura por maltrato o negligencia.

Entonces, no se trata sólo de la habilitación municipal, sino también de la habilitación de la mirada preventiva de los papás. Es un plus de atención y observación. No se trata de una desconfianza universal, sino de procurar las mejores condiciones de cuidado y seguridad, para que el niño crezca en el respeto y la sensibilidad a sus necesidades emocionales y corporales.

* Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

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