PSICOLOGíA › EL PSICODRAMA Y EL “TEATRO DE LA CRUELDAD”

Antonin Artaud no ha muerto

Por Raúl Cela *

Es posible ubicar una intersección entre lo que Antonin Artaud denominó Teatro de la Crueldad y el enfoque conceptual del Psicodrama. En El teatro y su doble, Artaud propone un trabajo de composición en la creación actoral, en el que vincula al teatro con un modo de ascesis a través de las artes. Tradicionalmente, el psicodrama trabaja en el proceso terapéutico a partir de la memoria emotiva. A partir de nuestra experiencia en la clínica, quedó demostrado que las dramatizaciones que trabajan desde la reproducción naturalista, psicológica, de las escenas conflictivas, sin un trabajo que tenga en cuenta qué fuerzas que sostienen a los personajes, están trabajando en una zona de repetición del fantasma que refuerza su fijación.
El Teatro de la Crueldad intenta producir una conexión del cuerpo sensible del actor con las fuerzas originarias de la especie. Este trabajo se diferencia de toda representación psicodramática que tienda a copiar la vida cotidiana del participante.
“El teatro debe ser considerado también como un doble, no ya de esa realidad cotidiana, tan vana como edulcorada, sino de otra realidad peligrosa y arquetípica. Esta realidad no es humana, sino inhumana, y ha de reconocerse que el hombre, con sus costumbres y su carácter, cuenta en ella muy poco” (A. Artaud, ob. cit.).
El teatro de la crueldad crea un espacio “transicional” en el que el sujeto de la experiencia deviene actor, capaz de producir nuevas cualidades intensivas que le permiten colocar a su conciencia (y por lo tanto al yo) en relación con la voluntad de poder.
Esta concepción del sujeto como actor, como creador, es para el Esquizoanálisis (en cuya operatoria, la relación Artaud/Deleuze/Nietzsche es central) una de las articulaciones conscientes para pensar la vida como un teatro que permite al sujeto salirse, buscar la objetivación de su ser en el mundo, con los otros, como una obra. La historia personal pasa a ser algo a componer. Como sostiene Deepak Chopra, “cuando la imagen de ti mismo no te distrae, sólo puedes estar en estado de inocencia”. El yo se pone en tela de juicio para ser transformado. La voluntad predispone a una alianza a-fantasmática. En este camino, Deleuze habla de un poco más de Zen, o sea, de una alianza con las fuerzas de la especie, los imaginarios colectivos y la naturaleza.
El teatro, que toma las fuerzas inconscientes y su expresión, trasmuta en lugar de reprimir, liberar o racionalizar. Este eje de transformación permite una experimentación en devenir. Dice Artaud: “La conciencia conoce lo que es bueno para ella y lo que no le sirve de nada. Conoce los pensamientos y sentimientos que puede acoger sin peligro y con provecho y los que son más aptos para el ejercicio de su libertad”.
* Miembro de la Comisión Científica del Congreso Iberoamericano de Psicodrama y fundador de Pasaje Zen, institución de psicodrama, esquizoanálisis y zen. Texto extractado de Modos de ser terapeuta. Estética y subjetividad (Ed. del Zorzal), de próxima aparición.

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