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La última dictadura militar en la Argentina instaló sus campos de concentración y exterminio en nuestra geografía urbana, en nuestra cotidianidad, por así decirlo, “del otro lado de la pared”. Como principal recurso, practicó la desaparición de personas por razones políticas. Como hecho inédito en la modernidad, tales desapariciones incluyeron a niños secuestrados con sus padres y a bebés nacidos durante el cautiverio de sus madres embarazadas; que fueron apropiados por personas, en su mayoría, ligadas al poder militar. Como obstáculo a esto surgió Abuelas de Plaza de Mayo, que el 22 de octubre cumplió 27 años.
Aún hoy hay muchos jóvenes, aproximadamente 500, que viven en un estado de excepción sin saberlo; su documentación, filiación e identidad están falsificadas. Su estatuto ciudadano es paradójico, ya que este estado de excepción se sitúa dentro y fuera del orden jurídico.
La convivencia con el apropiador queda ordenada por la lógica “concentracionaria” y se consuma otro modo de exterminio; al desaparecerlos e inscribirlos como otros, se produce otro modo de filiación, que es la optimización racional del encierro; es lo vigente de la dictadura en la actualidad.
La inscripción de la vida en el ordenamiento del Estado-Nación se ha dislocado, lo cual nos hace prever no sólo la aparición de nuevos campos de concentración, sino también nuevas y más delirantes definiciones normativas de la inscripción de la vida en la ciudad.
Con el accionar de Abuelas, la restitución de los niños apropiados se ha logrado, en la mayoría de los casos, por vía judicial y con el apoyo de la verdad histórica, pero se trató y se trata también del deseo decidido de las Abuelas que lucharon contra el silencio sobre el asesinato y el robo y, al decidir restablecer la verdad, han logrado articularla con el deseo. Su eficacia se verifica en el movimiento cultural, social y jurídico que han generado.
El Centro de Atención por el Derecho a la Identidad Abuelas de Plaza de Mayo, inaugurado el 20 de agosto de 2003, funciona en Gurruchaga 1079, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se trata de una institución particular, para dar lugar a la particularidad del sujeto; la atención es gratuita y, además de atender las demandas propias de Abuelas, está a disposición de la comunidad. Ejercemos una práctica psicoanalítica con orientación a lo real.
El Centro está inscripto como Programa de Extensión Universitaria en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y cuenta con la financiación (2003-2006) de la Unión Europea. Su equipo está integrado por María Cristina Olivares, Ana Zabala, Alicia López, María Inés Mascó, Daniel Riquelme y quien firma esta nota. Cuenta con dos jóvenes colegas integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo, María Lavalle y Tatiana Sfiligoy. Abuelas tiene filiales en diferentes puntos del país, y en nuestra área contamos con colegas: en Mar del Plata, Emma Chistik; en Córdoba, Virginia Aliaga; y en Rosario, Graciela Kait.
La insistencia de Abuelas en restituir a estos jóvenes su identidad implica el reconocimiento de lo vivido durante la apropiación, de aquello de lo que fueron privados con el asesinato de sus padres, y de que eso es irrecuperable, ya que no se pueden borrar mágicamente la usurpación y las marcas que en la subjetividad se produjeron. Si la identificación es lo que se cristaliza en una identidad, la oferta de un espacio analítico ofrece un trabajo de historización donde la relación entre la memoria y el olvido pueda ser subjetivada en un discurso. Hay un recorrido desde lo opaco de la vivencia traumática hasta la respuesta singular que sale del trauma con un nuevo destino de la pulsión.

* Directora del Centro de Atención por el Derecho a la Identidad Abuelas de Plaza de Mayo.