SOCIEDAD › OPINION

Voraces y veraces

 Por Washington Uranga

Los hechos sociales y delictivos de las últimas semanas han puesto al descubierto las aristas más lamentables de los medios de comunicación y de los periodistas y/o comunicadores sociales, como mejor se les guste llamar. En medio de una situación de claro deterioro en todos los niveles, esta sociedad ha seguido manteniendo a los periodistas –a mi juicio, sin fundamento real– dentro de aquellos sectores que conservan mayor credibilidad. A la vista de los hechos, de las “batallas mediáticas” y de la utilización de cualquier recurso –válido o no– para sacar una ventaja pasajera en la captación de la audiencia, no cabe sino concluir que el sistema de medios y los periodistas están claramente atravesados por las mismas faltas éticas y contradicciones que tantas veces se señalan, desde esas mismas tribunas mediáticas, en otros estratos de la sociedad, especialmente en la dirigencia política. Las palabras sobran. Los intereses en pugna –que pueden no ser más que ganar una batalla de audiencia– bastan para dejar de lado cualquier código deontológico (vale preguntarse cuántos reparan en ellos). No importa entonces si está en juego la vida de alguna persona y, mucho menos, la imagen o el prestigio de otra. No es cierto que “todo vale” al amparo de una presunta libertad de información, que los mismos que la usan como argumento no utilizan para abrir sus medios informativos y sus espacios a la pluralidad de miradas y de perspectivas. Dejando de lado toda pretensión de objetividad, una información veraz es aquella que, siendo completa y oportuna, permite a cada persona, a las audiencias, a la comunidad, la construcción de un sentido propio sobre los hechos, las situaciones y los temas, de modo tal de poder acceder a un juicio y decisiones propias. Es más. La veracidad no puede valorarse en relación a sí misma ni está exclusivamente ligada a las formas. La veracidad como tal tiene su lugar de validación en principios superiores: la justicia y el derecho a la comunicación. Vale, sin embargo, hacer algunas precisiones para evitar confusiones. Es distinta la responsabilidad de los medios (de los dueños y las empresas) que la de los periodistas. No se puede igualar por abajo: hay periodistas éticos y veraces y otros que no lo son. Pero está claro que en los últimos días los “voraces” les ganaron la batalla a los “veraces”. En medio de la autocrítica de la sociedad, los periodistas necesitamos revisarnos y autocriticarnos a nosotros mismos.

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