SOCIEDAD › DELICIAS, UN EMPRENDIMIENTO PARA PRODUCIR PAN EN EL BRAULIO MOYANO

Pan para amasar su futuro

Es un emprendimiento en el que participan nueve pacientes. Fabrican panes, grisines y medialunas, pizzas y hacen catering. El objetivo es la integración comunitaria a través de la reinserción laboral. Las pacientes se reparten el 80 por ciento de lo producido.

Después de atravesar un largo pasadizo a la intemperie, camino que se esconde y se abre entre los antiguos edificios formando una gran estructura laberíntica, se encuentra una puertita blanca recién pintada. Al abrirla lo primero que impacta es el aroma del pan horneado y el calor del ambiente, sumamente necesario para no perder el volumen de la masa, de los que se obtendrán los panes saborizados, las medialunas y las prepizzas, todas Delicias. Ese es el nombre del emprendimiento social de panificación artesanal integrado por internas y pacientes dadas de alta del Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano, y que hace dos meses inauguró su espacio propio de trabajo dentro de ese centro de salud. “Este trabajo es la otra cara de lo que se conoce como manicomio. De a poco y con mucha lucha estos espacios se van transformando”, sostuvo la jefa del Area Laboral del Servicio de Rehabilitación del Moyano, Graciela Martínez. Hace ya más de dos años, en una pequeña cocina del Hospital Moyano y dos veces a la semana, un grupo de internas empezó a trabajar en la fabricación de pan. Para aprender el oficio las mujeres realizaron primero un curso de capacitación de cuatro meses, que estuvo a cargo del Centro de Formación Profesional (CFP) Nº2. En los comienzos del emprendimiento la producción estaba poco diversificada, el equipamiento y los utensilios de cocina eran prestados, al igual que el lugar de trabajo: “Muy chiquito”, coincidieron en la expresión las dos coordinadoras del emprendimiento social, Julieta Casabona y Patricia Solís, que acompañan a las trabajadoras-pacientes desde el principio del proceso.

“Mientras el emprendimiento crecía se seguían peleando los recursos”, aseguró Casabona en relación con el trabajo grupal y paralelo al de la fabricación del pan. Hoy el lugar físico no es el único espacio ganado. El grupo aumentó en número y experiencia. De las nueve mujeres que emprenden a diario la tarea de elaboración, envasado y comercialización del pan la mitad son pacientes internadas, que están en proceso de alta, y la otra parte pacientes externadas. Además, se integran en el proyecto miembros de la comunidad en situación de vulnerabilidad: “Si bien estas mujeres no tienen una patología mental, se encuentran en una situación complicada”, señaló Martínez. El objetivo de estos emprendimientos sociales, contemplados en la Ley Nº 448 de Salud Mental, es la integración comunitaria a través de la reinserción laboral y social de las personas en situación de desventaja, explicó la profesional.

“Más allá de la medicación y las terapias, estos emprendimientos forman parte de la última etapa del proceso de rehabilitación”, manifestó Martínez. Es una salida laboral “autogestiva, en el que el 80 por ciento de lo recaudado es para las chicas y el 20 restante para la compra de insumos”, indicó Casabona. La apuesta va más allá porque “la idea es encontrar espacios por fuera del hospital para hacer extensivo el trabajo”, expresó Martínez.

El pan, una locura

La jornada laboral en Delicias arranca a las 8 y muchas se juntan antes para desayunar. Algunas llegan en colectivo y otras atraviesan las instalaciones del Moyano para ingresar a su lugar de trabajo. Una de las primeras actividades es la distribución de las tareas, si bien está prefijado de antemano, a diario es necesario ultimar detalles. “Es un emprendimiento horizontal donde todo se decide en asamblea, desde las cosas necesarias para el emprendimiento y hasta las normas de convivencia”, informó Casabona.

La masa para la primera tanda de panes, grisines y medialunas es preparada el día anterior y está lista para la venta no bien entrada la jornada. En ese momento, dos o tres de las pacientes se encargan de hacer el primer recorrido para la distribución de los encargos dentro y fuera del hospital. Otras se quedan en la cocina amasando y algunas envasando los pedidos. “Al mudarnos –al nuevo espacio de trabajo–, el grupo se hizo más grande, aumentaron la producción y los pedidos”, indicó una de las coordinadoras. Además, entre las tareas que realizan de lunes a jueves también preparan catering y prepizzas a pedido.

Los dos hornos industriales funcionan al ciento por ciento hasta el mediodía cuando finaliza el día laboral. Pero antes de regresar a sus casas o a los pabellones donde se alojan, la elaboración de la masa para la jornada siguiente, la lista de compras y la limpieza del lugar son las últimas tareas por hacer.

“Regresé porque me dejaron de dar el subsidio habitacional y tenía miedo de volver a cometer un error”, dijo Mirta, una de las internas más antiguas dentro del emprendimiento. En este trabajo “una se entretiene y aprende”, afirmó la mujer, que vino de Chile hace unas cuatro décadas. Mirta está en el hospital hace dos años, con algunas interrupciones en su estadía. Hoy sus energías estás focalizadas en este proyecto, aunque manifestó su deseo de “tener una casa propia con un localcito en la provincia, es más barato”.

“El camino que transitan las pacientes es el de la reinserción social y laboral. Estos proyectos, como otros de los que funcionan en el Hospital Moyano –el de artesanías y costura–, pretenden derribar el estereotipo del neuropsiquiátrico, que estigmatiza a quienes pasan por ellos”, sostuvo Martínez. El ingreso a estos centros de salud mental puede ser consecuencia de diversos motivos, en los que intervienen factores sociales y económicos. Incluso, “es frecuente que los períodos de internación se prolonguen por razones económicas”, agregó.

Emilse fue dada de alta en febrero pasado y en abril fue mamá. Hace dos años, ella se autointernó porque “el pensionado donde estaba viviendo cerraba. Estaba muy deprimida por la situación y tenía miedo de lo que me pudiera pasar”, explicó la joven. Ella tiene a su madre y sus hermanos muy lejos, en la provincia de Formosa, y confesó que le costaba mucho poder salir adelante sola. Hoy vive con su bebé en un hogar en Mataderos, de la Fundación Carasucias, y asiste todos los días al hospital para continuar con el proceso de rehabilitación y desempeñar su tarea como vendedora de Delicias. “Esto me sirve mucho, no sólo por la experiencia y la gente, sino porque me ayudó a independizarme. Esto significa un ingreso”, aseveró Emilse.

Informe: Rocío Llama.

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De las nueve mujeres que elaboran a diario, la mitad son pacientes internadas.
Imagen: Daniel Dabove
 
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